El Pedro Castillo conservador: ¿Candidato de la izquierda o la derecha?
Mientras se disputan los últimos votos del balotaje, el rival de Keiko Fujimori dio unas declaraciones que deberían causar indignación a la corriente regional que defiende su candidatura.
En varias oportunidades busqué fundamentar (sin éxito, lógicamente) lo poco que dicen los términos “izquierda” y “derecha” a la hora de definir concretamente las posiciones políticas. Al día de hoy, sigue siendo muy complicado para un liberal despegarse de rótulos estériles, sobre todo cuando hay mucha gente que se define orgullosamente de izquierda o derecha. Curiosamente, muchos izquierdistas consideran que el liberalismo es “de derecha”, mientras que varios derechistas argumentan que las ideas liberales, utópicas o perjudiciales, pertenecen al campo de la izquierda. Pero, en medio del debate intelectual y teórico, supuestamente lejano de la coyuntura política, el candidato a presidente de Perú, Pedro Castillo, abrió una oportunidad para rediscutir estos asuntos.
El “izquierdista”, que en este momento pelea voto a voto con Keiko Fujimori, tuvo cuatro definiciones que deberían molestar al progresismo latinoamericano que lo apoya en su búsqueda de la presidencia. Pedro Castillo dijo en su campaña que está en contra del aborto, que no quiere saber nada respecto al matrimonio homosexual, ni la eutanasia y que no piensa legalizar el consumo de la marihuana. Lo curioso es que dichas posiciones están en sintonía total con el pensamiento conservador en América Latina y en absoluta contraposición con el espacio progresista que defiende estas causas a capa y espada.
Mientras que izquierdistas y derechistas deberían repensar algunas cosas, una vez más queda en evidencia la necesidad de hablar más claro a la hora de discutir ideas. Colectivismo, individualismo, libertad y coerción siguen siendo términos más concretos y apropiados si queremos tener debates que realmente sean fértiles y productivos.
Pero lo cierto es que lo que se conoce como la izquierda en América Latina, a pesar del discurso que maneja, tiene otras agendas más importantes que las supuestas banderas que defiende. Es por esto que no condenaron jamás a Hugo Chávez por su posición contraria al matrimonio gay o ignoran las atrocidades que sufren las mujeres bajo las teocracias islámicas. No sea cosa de “hacerle el juego” a Israel o Estados Unidos, claro.
El pragmatismo progre no tiene ningún problema en apelar a las “cuestiones culturales” a la hora de justificar circunstancias que en los países más libres serían consideradas horrorosas. Por eso se mira para otro lado ante cada aberración colectivista. Esto ocurre en todo el mundo. Como no se cuestiona el hambre en Venezuela, tampoco se señala a la monarquía consanguínea comunista de Corea del Norte. Claro que esto no es nuevo. Viene de la década del sesenta, cuando se sabía que los homosexuales la pasaban mal en la Cuba de Fidel Castro. En la isla durante aquella época los llevaban a campos de trabajo forzado, para recibir una supuesta reeducación “heterosocialista”.
Sea Pedro Castillo “izquierdista”, “progresista”, “derechista” o “conservador”, lo cierto es que más allá de las declaraciones de hoy —que parecen irrelevantes teniendo en cuenta lo que se juega Perú— si gana el candidato de “Perú Libre”, el país sufrirá una catástrofe. Su programa estatista y colectivista volará por los aires lo que esta nación consiguió en los últimos años que, aunque no se perciba del todo por la pobreza estructural que existe desde siempre, no es poca cosa. La degradación que se ha visto en Venezuela, debido al contexto peruano, sucederá en tiempo récord.
Mientras tanto, la moneda sigue girando en el aire. Esperemos que caiga del lado menos malo. No porque Keiko sea una gran candidata. Es más, era la peor opción para enfrentar una segunda vuelta contra el populista más impresentable. Pero es lo que hay. ¿Rezar es de conservador derechista o de populista de izquierda en países de fuerte influencia religiosa como Perú? No sé, pero en estas horas de incertidumbre, vaya para Perú una plegaria, porque se está jugando todo.
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