Uno de los hábitos propios de la modernización del siglo XX venezolano es el surgimiento de los partidos políticos. Su estudio, sin embargo, hasta ahora ha sido parcial. Más allá de aciertos y desaciertos como gobiernos, algunos de ellos se constituyeron como maquinarias organizativas cuyo éxito, curiosamente, también devino en su fracaso. Para bien o para mal, son el reflejo de una Venezuela que debe ser estudiada no desde la mirada nostálgica de tiempos mejores, sino para advertir los errores de una época de diferentes aspiraciones a las actuales.

Desde esta perspectiva, Guillermo Tell Aveledo, doctor en Ciencias Políticas (UCV) e investigador de historia intelectual, hace una exhaustiva revisión del funcionamiento de los partidos políticos venezolanos. Su ensayo Partidos políticos modernos: surgimiento, auge y declinación en la Venezuela del siglo XX forma parte del libro de próxima publicación La política en el siglo XX venezolano, editado por la Fundación para la Cultura Urbana y que llevaron también a la modalidad de curso junto con el Proyecto Base. Se trata de una compilación de textos de Diego Bautista Urbaneja, Andrés Stambouli, Carole Leal, José Alberto Olivar y Edgardo Mondolfi, quien además coordina el proyecto.

Guillermo Tell Aveledo: “En Venezuela lo anormal ha sido el gobierno de partidos”
Este es el primer libro que publica la Fundación para la Cultura Urbana de una investigación enciclopédica sobre el siglo XX que incluye el estudio de la sociedad, urbanismo y arquitectura.

Tell Aveledo repasa así los dos órdenes políticos predominantes en el país en el siglo pasado: la era de las autocracias apartidistas y la de los grandes partidos de masas, en su emergencia, auge y declinación.

“Hubo partidos que tenían figuras que generaban enormes pasiones y eso no era lo que generaba éxito. El carisma de los líderes de los partidos democráticos es más un accidente su éxito político que algo inherente a ellos, una suerte de don sagrado que tenían para eso. El tipo de fidelidad carismática es algo más del caudillismo y del personalismo”, desmitifica para El Diario el doctor en ciencias políticas.

¿Cuáles fueron, a su juicio, los hallazgos más importantes que se consiguió en su proceso de investigación?

—Creo que lo que pude aportar yo en ese ensayo inicialmente, como diferencia de la bibliografía tradicional sobre los partidos, es que muchas de ellas, especialmente a finales del siglo XX, eran excesivamente críticas de los partidos. Ciertamente era muy desdeñosa tanto de la idea de partido —en medio de la crisis política de los años noventa y de la decepción política de los años ochenta—, como del prodigio histórico que significaron para el país. Y en Venezuela lo anormal ha sido el gobierno de partidos. Lo raro, lo peculiar, han sido los gobiernos de partidos. Detrás de toda esta literatura y de toda esta creencia contraria a los partidos —que viene de las ideas políticas, un poco menos de la historia, porque más bien se ha contado poco de la historia contemporánea con detalles—, hay que verlos en su justa dimensión.  Lo que para algunos son errores estructurales de los partidos, podían verse también como la fuente de su éxito.

—¿Y qué otros hallazgos consiguió que quizás desconozcamos?

—Yo creo que se sobreestimaron las expectativas de variación, de modificación, de liderazgos de los partidos que había en los noventa. Había una gran expectativa con respecto a la descentralización, y eso no funcionó. No estoy diciendo que el federalismo sea injusto o incorrecto, es que la expectativa de la descentralización como alternativa para reformar la democracia en sí mismo no tuvo mayor sentido ni mayor aplicación. Y ciertamente hizo daño a la estructura partidaria. Por otro lado, suele concentrarse el análisis de los partidos, y esto sí es un hallazgo, en la figura del liderazgo, en los candidatos presidenciales y en las dinámicas en torno a eso, pero no se analizaba a los partidos ni desde su dinámica interna, ni desde las dinámicas que, más allá del partido, condicionaban su funcionamiento especialmente en los cuerpos legislativos.

Se reconoce al Partido Liberal como el primer partido de la historia de Venezuela. ¿No hubo antecedentes, algún intento previo, para formar un partido?

—Eso depende de cómo lo veamos. El Partido Liberal tiene un intento embrionario de ser el primer partido de oposición. Considerando que, si hay partidarios del gobierno, debe haber lógicamente unos partidarios de oposición. El planteamiento original del Partido Liberal era justamente eso, la Sociedad Liberal de Caracas, como se llamó originalmente. Y luego de eso fue prendiendo, con todos los que estaban descontentos con el gobierno, alrededor del país. Lo que pasa es que en la práctica nunca se realizó, no porque los liberales fueran incapaces de hacerlo, sino porque había cierta práctica vedada de ellos. 

Claro está, el Partido Liberal tomó el poder por la vía de las armas, y en cierto punto condena la historia a su propia historia. Es decir, la historia de Venezuela era la historia del Partido Liberal, de su nicho y de su éxito. Incluso en la independencia se leía desde esa perspectiva cuando se asociaba el gobierno de (Antonio) Guzmán Blanco con el culto a (Simón) Bolívar. Eso simplemente monopolizó la política venezolana, por una parte, pero a la vez escondía el hecho que en la práctica el Partido Liberal era el partido de los jefes caudillistas en cada localidad. No era realmente un partido parlamentario, no era deliberante, no era un partido que se enfrentaba a la opinión ni que se postulara ante la opinión pública.

Guillermo Tell Aveledo: “En Venezuela lo anormal ha sido el gobierno de partidos”
Antonio Leocadio Guzmán, fundador del Partido Liberal Venezolano. Retrato de Martín Tovar y Tovar

¿Cuáles cree usted, entonces, que fueron los principales aportes del Partido Liberal en la vida política venezolana del siglo XX?

—Si hay algo positivo que destacar del Partido Liberal —y no me refiero a las gestiones gubernamentales porque eso ya es otra historia, sino como partido— es, primero, la articulación ideológica –incumplida, pero en todo caso dicha- de que en Venezuela hacía falta pluralismo. Es decir, que es normal que un sistema republicano y libre tuviese gobierno y oposición, por lo menos. Por otro lado, que esa expresión es la expresión del pueblo. Por supuesto, allí se usa la palabra pueblo parcialmente, pero en todo caso abre esa discusión que, a su vez, durante mucho tiempo la noción de pueblo era limitada. Lo primero que tratan al menos de conseguir es un voto universal masculino y lo instituyen son los gobiernos del Partido Liberal al final del siglo XIX. Esos son aportes. Pero claro, la memoria de su desastre o más bien el desprestigio de su ejercicio, es lo que nos llevó al comienzo de la dictadura en el siglo XX.

—Por otra parte, destaca usted que, a pesar de los movimientos extremistas o críticos del liberalismo en la región y en otras partes del mundo, los partidos que surgirán en Venezuela luego tienen una profunda raíz democrática.

—Cuando se van a formar los grandes partidos para la década de los cuarenta, cincuenta, setenta, ochenta y noventa, en el mundo estaban vigentes, con absoluto poder y prestigio, las ideologías fascistas y comunistas. Ellos han podido ser eso, pero más bien los liderazgos reaccionaron en contra de eso. En el caso de Acción Democrática –primero del Partido Democrático y luego Acción Democrática como su cara legal-, era un proyecto redistribuidor. Hoy lo llamaríamos socialista, quizás, pero no revolucionario en el sentido de que no intentaba conculcar al capitalismo, porque aceptaba la propiedad privada y demás; y también nacionalista en términos antiimperialistas, contrario a la impronta extranjera económica en Venezuela. Acción Democrática no llega a la socialdemocracia copiándose de los partidos socialdemócratas de Europa, sino que van decantándose porque son nacionalistas, democráticos populares y redistribuidores, y eso es lo que asumen que son.

En el caso de Copei, unos muchachos conservadores con una orientación católica –sin embargo, tienen una gran conciencia social derivada de la doctrina social de la Iglesia-, se asoman desde esa perspectiva de participación política importante, que es lo que hoy llamamos democracia cristiana. También Copei llegará a la democracia cristiana eventualmente, pero por otra ruta distinta a la de AD: no es que se dan cuenta que son demócratas cristianos en la práctica, sino que, siendo parte de un movimiento mundial católico de laicos para la acción política, que desde El Vaticano y el mundo se estaba organizando y gestando inspirado por la doctrina social de la Iglesia. Es decir, Copei no hace esto a la saga de lo que están haciendo en Europa o en otros países latinoamericanos, sino que lo hacen al mismo tiempo o antes que esos países, al punto que puede decirse que una de las fuentes de la democracia cristiana, los pioneros, está en Copei.

Tomo a AD y a Copei como los partidos importantes porque realmente lo fueron. Uno puede hablar del PCV, de URD, pero realmente los grandes partidos son AD y Copei, y no hay nada que diga que eso estaba sobredeterminado a que iba a ser así.

—¿Y en dónde radica el éxito de AD y Copei, que los otros no pudieron replicar? ¿Tiene que ver con un tema solo ideológico o también estructural como organización?

—Venezuela ha podido ser un sistema de partidos basados más bien en un conservadurismo laico, liberal-tradicional, como fueron los partidos posgomecistas, especialmente durante el medinismo, el Partido Democrático Venezolano (PDV); y un partido de izquierdas como el Partido Comunista u otros partidos socialistas. ¿Por qué fueron estos? Por una parte, creo que representaban elementos de la nacionalidad muy importantes y, por otro, por una mayor capacidad organizacional, mayor tesón de actuar en la democracia de masas como partidos organizados electoralmente activos, pero también activos durante el tiempo. Eso no lo tuvieron los otros partidos, a excepción, quizás, del Partido Comunista, que es por su propia naturaleza pequeño.

—¿Y no hubo intentos importantes de reagrupar en los partidos políticos a los seguidores de los regímenes autoritarios y dictatoriales después de sus respectivos derrocamientos? El Partido Liberal siguió después de Juan Vicente Gómez y el perezjimenismo tuvo la Cruzada Cívica Nacionalista. ¿Por qué fracasaron al no perdurar en el tiempo?

—Hay diversos factores aquí. Por una parte, te revela que esos gobiernos no fueron especialmente populares, había un techo de cuánto podían manifestar y hasta ese punto se canibalizaban. Es muy probable que parte de la votación a Arturo Uslar Pietri en el año 1973 haya ido en Cruzada Cívica Nacionalista en el año 1978; una votación muy de clase media independiente, muy caraqueña, porque en realidad donde obtienen victorias es en Caracas y más nada. Al fin y al cabo, Caracas es la ciudad más poblada, con mayores representantes, y le da una representación importante en los congresos que siguieron, pero eso no duró. Se canibalizaron por una parte.

Pero a la vez se trata de un tema de organización. Eran partidos que estaban creados para contiendas electorales. Y aún con una importantísima presencia parlamentaria, no tuvieron mayor incidencia en la legislación, en los debates de presupuestos. Siempre se dice que los partidos están activos en las elecciones, y justamente lo que muestran AD y Copei es que eso no era así.

Por otro lado, ¿el no ser gobierno pudo haberlos perjudicado? Eso pudo haber sido así. Pero es más bien extraño que un sistema como el venezolano en términos electorales, con votación proporcional, que está casi diseñado para el multipartidismo, decantase en un bipartidismo. Eso es rarísimo. Y eso demuestra lo buenos partidos que fueron AD y Copei en algún momento. Justamente lo dramático es que la frustración con AD y Copei, que se empieza a ver en los años ochenta, no es superada por partidos también democráticos.

Guillermo Tell Aveledo: “En Venezuela lo anormal ha sido el gobierno de partidos”
Alfonzo Acero, senador por Cruzada Cívica Nacionalista. Foto: Elite

Y en el caso del Partido Liberal, sus reivindicaciones o logros resultaban anacrónicos después.

—Hubo un intento en los años treinta, hasta los años cuarenta, de revivir al Partido Liberal. Y todavía hasta los años noventa existía el Partido Legalista, del general Joaquín Crespo, en una figura muy singular que era Francisco Pedroza. Hubo una alianza del Partido Nacionalista y del Partido Liberal en una suerte de liga anticomunista, llamándose como los partidos de la defensa de los venezolanos frente a las ideologías extranjeras que tenían estos jóvenes, pero no solo era gente mayor, sino incluso los jóvenes que estaban cercanos a ese partido hablaban con los debates del siglo XIX. El Partido Liberal alegaba en su defensa las banderas de la revolución federal. En 1936, casi un siglo después. Eran tan remotos a esa Venezuela moderna, que no tenían ningún asidero práctico.

¿El tener líderes carismáticos es una condición para el éxito de los partidos políticos en el siglo XX y no la intelectualidad? Por otra parte, ¿No cree que es eso también uno de los importantes problemas de nuestra historia? Pareciera que siempre se prefirió al líder mesiánico que al de mejores ideas.

—Yo más bien quisiera contradecir eso. Hubo partidos que tenían figuras que generaban enormes pasiones y eso no era lo que generaba éxito. El carisma de los líderes de los partidos democráticos es más un accidente su éxito político que algo inherente a ellos, una suerte de don sagrado que tenían para eso. Muchos años se confundió el carisma con un elemento de mercadeo. Entonces no, yo más bien diría que los partidos democráticos tenían muy escasamente una tradición al carisma y eran más racionales. El tipo de fidelidad carismática es algo más del caudillismo y del personalismo que decir que estaban las masas adorando a un candidato. Eso está bien, pero si tú ves, eso pasaba con candidatos que después no ganaban elecciones. ¿Por qué no ganaban? Porque las elecciones no se ganan en mítines, se gana en la organización, en la adhesión de las personas. Cualquier partido podía llenar la redoma de El Silencio o la avenida Bolívar. Eso era normal. La política de masas causa ciertos espejismos y uno de esos es el del mitin.

Guillermo Tell Aveledo: “En Venezuela lo anormal ha sido el gobierno de partidos”
Carlos Andrés Pérez en la Plaza Monumental de San Cristóbal durante la campaña electoral de 1988 | Créditos: Archivo Cadena Capriles

¿Hay algún registro de cuántos partidos políticos ha habido en la historia de Venezuela?

—En muchas democracias hay partidos singulares, raros, de un solo tema. Eso no es tan anormal ni es algo peculiar de Venezuela. Lo que pasa es que aquí, con el sistema proporcional hubo muchísima gente que se lanzaba, incluso podemos decirlo, con partidos que llamamos de maletín, que son básicamente tarjetas electorales. Si tú ves qué partidos llegaron a la Cámara de Diputados, entre los años 1959 y 1999 hubo 37 partidos. ¿Cuántos de esos duraron más de una elección? Menos de una docena. ¿Y cuántos de esos lideraron las Cámaras? Menos de media docena. Pero si vamos a la cuenta que hace el profesor Manuel Vicente Magallanes hasta el año 1983 de partidos en Venezuela, señala unos 300.

Menciona usted en su ensayo solo algunos casos curiosos, particulares.

—Hay partidos que son tan peculiares que no tuvieron mayor eficacia. Tienes, por ejemplo, al Bloque Artístico Musical y Folclórico para las elecciones municipales de 1979; había otro que era las Fuerzas Espirituales Venezolanas Orientadora, que era el partido del famoso brujo en los años ochenta; hubo uno llamado Fórmula 1, que llegó al Parlamento. Eran partidos sin ninguna incidencia parlamentaria, simplemente una persona con un micrófono básicamente. Hubo partidos extremistas, intentos de partidos ecologistas en los ochenta y noventa, un partido nacionalista cuyos dos primeros partidos eran asiáticos-venezolanos y el símbolo era el círculo del Yin y el yang. Y luego eran simplemente tarjetas. Con la descentralización eso aumentó más porque entonces había partidos locales y a finales del siglo pasado y comienzos de este, se notó en algunos estados. Hoy lo estamos volviendo a ver con el debilitamiento del sistema de partidos o, en todo caso, los efectos autoritarios, que es otro fenómeno.

Encuentro que hay tres grandes aspectos que determinan el funcionamiento e ideología de los partidos políticos de masas en Venezuela durante el siglo XX. Uno, es el de la instauración de regímenes antidemocráticos; otro es el boom petrolero, el petroestado y todo lo que eso significó; y, por último, sus respectivas llegadas al poder político. A grandes rasgos, ¿cómo influyó cada uno de estos aspectos en la vida de los partidos?

—Hemos redefinido el pueblo, pero aquí siempre hemos hablado que el gobierno es el pueblo. Quién es el pueblo es contencioso, pero que el gobierno es el pueblo ha sido siempre una demanda. Y cuando tú tiendes a decir eso, es muy difícil que tú vuelvas a encajonar al pueblo hacia un solo sector de la sociedad. Entonces el pueblo se va a identificar con las mayorías, con las masas, que antes típicamente estaban excluidas. Así que esa expansión, que es la expansión democrática, eso que Germán Carrera Damas llama La larga marcha hacia la democracia, es un camino que dicten los partidos la voluntad y la necesidad de ganarse a esa masa, de ganarse a ese electorado. Eso condiciona también su mensaje, su aspiración y también su ideología. Si tú estás preocupado por la política y ves en esa parte de la sociedad un reclamo justo, pues tu orientación va a ser retributivista. Y eso es potenciado por el segundo factor, que es el petrolero.

Uno de los elementos que más favoreció a la democracia en torno a la explosión retributivista en Venezuela era que el sistema petrolero exigía pocos costos en ese sentido. Aquí, pese a intentos parciales con el presidente (Raúl) Leoni y con el presidente (Luis) Herrera Campins de establecer un sistema tributario más moderno -y que luego con la etapa de los gobiernos reformistas liberales o de esas medidas en los noventa va a tener otro cauce-, lo que tú tenías era una gran fortuna petrolera que te permitía distribuir sin costos en la sociedad. Y eso era distribuir a las masas, pero también a los sectores sociales acomodados y esos entonces también apoyaban al sistema. Eso condiciona a los partidos.

En cuanto a la llegada al poder, condiciona parte del éxito. En el caso de Acción Democrática, llegando al poder sin mayores limitantes, deviene en un partido extraordinariamente popular, lo que puede tener que ver con su preparación previa pero también con su despliegue de su poder en ese tiempo. Y en el caso de Copei, se hace alternativa política justamente porque se diferencia al no poder tener el poder absoluto, entonces tiene que asumir los costos y responsabilidades de su gobierno él solo.  

¿Y cuándo comienza la decadencia de los partidos políticos venezolanos en la era democrática?

—Es difícil decir un punto, porque siempre podría decirse que hay otro punto en el horizonte de empeoramiento. En Venezuela el pensamiento predominante de nuestras élites y de nuestras clases medias es antipartidista, pero también está ese culto a lo mesiánico en lo popular. Entonces todo ello conspira con la idea de un partido estable. Por otro lado, creo que los propios partidos al desdibujarse ideológicamente; al no ser capaces, porque cambiaron de partidos de masas a partidos de gran carpa como lo fueron en el bipartidismo, hasta cierto punto perdieron diferenciación. Esto hacía que para algunos no pareciera que era una alternativa. Es decir, su éxito fue parte de su propio fracaso y no se reinventaron.

El Caracazo, 27 de febrero de 1989. Foto: Francisco Solórzano

Pero hay que decir otro elemento. A los partidos también se les juzgó no tanto por la eficacia de su gestión, sino por las promesas incumplidas de su gestión. Los partidos están atados a la idea de la redistribución, era parte de su proyecto ideológico, y cuando eso se trunca con la crisis económica en la década de los ochenta, la responsabilidad cayó en ellos y como eran su única competencia, era un tiempo de terribles acusaciones mutuas. El contacto con la renta petrolera exacerbado en los años setenta, derivó en muchas oportunidades de corrupción que si bien pocas veces afectaron a las cúpulas de los partidos –hay excepciones, por supuesto- lo cierto es que afectaron a las gestiones de los partidos y la idea que había sobre los partidos es que eran nidos de corrupción. Y eso si bien ha podido ser injusto, era una mancha suficiente para, primero, motivar los mutuos ataques y luego decir como Teodoro Petkoff en los años ochenta: si lo que AD dice de Copei es cierto, y lo que Copei dice de AD es cierto, entonces ninguno tiene derecho a gobernar. 

Por último, ¿por qué cree usted necesario el estudio o revisión por parte de la población de la política venezolana del siglo XX?

—Aunque ya la política del siglo XX no puede ser nuestro modelo porque somos una sociedad distinta con otras aspiraciones y con otras dificultades, la idea de un gobierno por el pueblo en una política pluralista y un Estado responsable electoralmente es algo que sigue siendo una aspiración cultural importante y viendo el siglo XX nos podemos dar cuenta de qué fue lo que funcionó y qué es lo que fracasó. No se trata de verlo con nostalgia, no es oír un álbum viejo y decir “qué bueno sonaba y vamos a seguir poniéndolo”. No. Se trata de ver los aciertos y desaciertos de los partidos. Claro está, eso no solo se puede ver solo en los partidos por sí mismos. Los partidos no son solo su actividad partidista, es su gestión política, es su posición de liderazgo, es su autoridad, algo que va más allá de la propia organización.