Robo de automóviles a quienes llegan a sus viviendas (mejor conocidos como portonazos), robo a mano armada, arrebatos y hurtos son los delitos más reseñados en todos los medios de comunicación chilenos. Cada uno con un nivel de violencia distinta, pero con tal frecuencia que ha alarmado a las autoridades y a la ciudadanía, incluyendo a los migrantes venezolanos.

Estéfani González tiene más de cuatro años en Chile. Allí ha logrado ejercer su profesión como ingeniera industrial en una empresa de comida. En el último año se cuidaba un poco más en las calles porque percibía que se estaba viendo mucha delincuencia en la capital chilena. 

El pasado 10 de junio de 2021 a las 7:45 am, mientras abordaba el autobús para dirigirse a su trabajo, Estéfani sacó su celular para solicitar el pasaporte sanitario -su cargo le exige viajar a otras entidades del país para supervisar las tiendas de la cadena de alimentos. En ese momento sintió una mano que tomó su teléfono e intentó arrancarlo. 

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Autobús eléctrico en Santiago de Chile. Foto: AFP / Referencial

“Mi corazón se aceleró y mi reacción fue no soltar el teléfono y lo tumbé al suelo. Vi que todos en el autobús nos miraban mientras que yo agarraba al hombre y gritaba al chofer que cerrara las puertas para que no se escapara”, recordó la mujer, de 27 años de edad, en entrevista con El Diario.

Su intento en retener al ladrón se mantenía firme hasta que el hombre le dio una patada en la pierna que la tumbó al suelo y él corrió con el celular.

Me golpeó muy duro, me caí, pero ahí me levanté y me bajé del autobús para seguirlo, pero en ese momento el hombre se volteó y me amenazó con un cuchillo para que no lo siguiera más. Ahí sí temí por mi vida”, dijo.

Recordó con indignación que nadie en el autobús interviniera para ayudarla y el chofer tampoco reaccionara para que el asaltante no huyera. 

“Me fui a mi casa y solo quise llorar. Mi vida estuvo en peligro y no hubo solidaridad (…) mi mamá me dijo que por qué saqué el teléfono y yo de verdad no me pienso justificar, creo que todos deberíamos tener el derecho de usar nuestros celulares en la calle sin temor a que nos ocurra algo”, manifestó. 

Sin cumplir condena

De acuerdo con un reportaje realizado por el medio digital de BioBioChile, se conoció que actualmente más de 11.000 sujetos que tienen orden de detención por diversos delitos no han sido ubicados por las autoridades, por lo que se mantienen en calidad de prófugos. 

El medio explicó que 4.371 delincuentes fueron sentenciados, pero no se encuentran dentro de la cárcel, mientras que al resto les dieron condenas que no los priva de su libertad. La Región Metropolitana de Santiago es la que lidera la lista de entidades con más número de órdenes de detenciones con prisión efectiva.

Según lo publicado en el reportaje, cerca de 20.000 personas aparecen en el Registro Nacional de Prófugos de la Justicia, de los cuales 1.834 están por no haber ingresado a cumplir la condena de cárcel emitida por un tribunal y quienes existe la posibilidad de que vuelvan a delinquir.

Un disparo y una madrugada en la comisaría 

Gabriel Herrera, de 26 años de edad, llegó a Chile el 15 de abril de 2019 luego de pasar más de ocho días por carretera desde Venezuela. Muchos fueron los motivos que lo impulsaron a migrar, pero la delincuencia en la ciudad de Caracas fue el primero en su lista.

El miedo de sufrir algún secuestro o perder su vida en un robo era constante mientras vivía en una residencia ubicada al oeste de la capital venezolana. 

Al llegar a Chile comenzó trabajando como taxista de aplicaciones (Uber, Beat, Didi y Cabify son las que están disponible en el país sureño), empleo que le generaba el dinero suficiente para cubrir sus gastos, ahorrar y enviarle ayuda económica a sus familiares que viven en Venezuela. 

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Foto referencial

Sin embargo, de lo que tanto se estuvo cuidando se presentó en junio de ese mismo año. Tres sujetos que se hicieron pasar por clientes, lo llevaron hasta una zona catalogada como roja por las autoridades, en donde desenfundaron un arma de fuego y lo despojaron del vehículo que era alquilado. 

“Sentí que me iban a matar cuando pusieron la pistola en la cabeza. Uno de los que estaba sentado en la parte de atrás me agarró por el cuello, me insultaba y me estaba asfixiando, mientras los demás me revisaban a mí y al carro para ver qué encontraban de valor. Escuché un ruido muy fuerte y un intenso olor a pólvora y fue cuando me di cuenta que me habían disparado en la cabeza”, contó el joven en exclusiva para El Diario.

Herrera recordó que luego de sentir que le habían disparado, logró bajarse del carro para ponerse a salvo y dejó que los sujetos se llevaran el automóvil junto con su teléfono que era parte de su herramienta de trabajo.

“Apenas me bajé me toqué la cabeza y tenía muy poca sangre y me olía a quemado. Vi a unas personas a lo lejos que me ayudaron a contactar a mis primos para que me fueran a buscar e ir a una comisaría a hacer la denuncia del robo del vehículo”, relató.

El dueño del carro también era venezolano, quien en todo momento lo apoyó en el proceso de denunciar lo ocurrido y tramitar la documentación que solicitaron los policías para hallar el vehículo.

Fue una noche eterna, tenía demasiado frío, eran las tres de la mañana y aún seguía en la comisaría dando el testimonio. Los oficiales fueron muy amables, aunque es ilegal trabajar en esas aplicaciones si no se cuenta con una licencia chilena, no me realizaron ninguna multa, sino que me ayudaron en todo, hasta a enviarme a un hospital para que me revisaran la herida de la cabeza que gracias a Dios solo fue una quemada”, resaltó.

Luego de esa experiencia, Herrera no quiso laborar más como taxista, eran muchos los riesgos y cada día veía en la televisión cómo agredían y hasta asesinaban a compañeros para quitarles los carros. Consiguió empleo en una empresa, en donde ganaba menos dinero que cuando trabajaba con el carro, pero siente que su vida ya no corre peligro.

Tanto Estéfani como Gabriel coincidieron en que, aunque sabían que en Venezuela la violencia es más ruda, nunca vivieron situaciones similares en las que vieran que su vida corría peligro. La adrenalina de ambos los impulsó a defenderse, pero el temor los llevó a permitir que los antisociales cumplieran sus objetivos, robar. 

Delincuencia en Chile

En un trabajo realizado por la Agencia Anadolu (AA) la ciudad de Santiago pasó de ser la más segura de América Latina, a tener asaltos a plena luz del día, robos de vehículos en sectores más acomodados de la capital, sumando además los homicidios y enfrentamientos con armas de fuego en zonas populares. 

“Teníamos una tasa de dos a cuatro homicidios por cada 100 mil habitantes, éramos el segundo país menos violento después de Canadá, pero ahora hay un aumento en los homicidios entre organizaciones criminales o bandas por encuentros entre grupos que se quieren apropiar de territorios o conflictos asociados a las drogas, lo que ha implicado un alza del 33% de los homicidios”, dijo el exsubsecretario de Prevención del Delito, Antonio Frey. 

Calles de Chile. Foto: La Tercera / Referencial

Según declaraciones del director de la Fundación San Carlos de Maipo, Marcelo Sánchez, al medio de comunicación AA, se han recibido 390.000 denuncias al año de delitos contra las personas.

“Vemos más violencia en delitos donde antes no la veíamos, como el robo con sorpresa o el hurto simple. Hoy por un celular pueden llegar a matar, incluso si no oponen resistencia”, resaltó Sánchez. 

Por iniciativa del presidente Sebastián Piñera, el gobierno chileno propuso en 2020 un proyecto de ley que “moderniza los delitos que sancionan la delincuencia organizada y establece técnicas especiales para su investigación”, en los que destacan crímenes como la ciberdelincuencia, narcotráfico y criminalidad organizada que han surgido tanto a nivel nacional como internacional.