Foto: @CeballosIchaso

El régimen encabezado por Nicolás Maduro ha derivado a un estado de desvergüenza que ya ninguno de sus desafueros, abusos y corruptelas les produce la más mínima vergüenza. Mucho menos les mueve su fibra humana para pensar en rectificar, y por supuesto, jamás se plantean reconocer su responsabilidad ante la tragedia y pedir perdón a una nación que la  padece diariamente.

En medio del dolor de millones de familias que no tienen alimentos en sus hogares, en medio del dolor de otros miles por el padecimiento de virus, obligando a sus familias a salir desesperadamente a pedir ayuda para comprar medicamentos, oxígeno y otros implementos porque no hay nada en los escuálidos hospitales de la revolución, Nicolás Maduro monta una fastuosa fiesta de cumpleaños y decide traer al palacio al conocido cantante dominicano Bonny Cepeda.

Se conoció que el solista cobró 60.000 dólares por venir a la fiesta, aunque después haya desmentido su primera confesión. Lo que denota el evento es el nivel de insensibilidad al que ha llegado aquel modesto trabajador del Metro, ahora en el palacio presidencial, empeñado en perpetuarse allí así nuestro pueblo muera de mengua, y lo poco que queda de país termine de derrumbarse. Al evidente comportamiento de “burbuja de cristal” se añade la creciente incapacidad de Maduro y su entorno para gobernar. Es eficiente en el manejo del terror, en el control policíaco de sus cuadros, en burlar la ley para ejercer el mando. Pero cada día es más evidente su falta de pericia para gobernar.

Con Maduro no hay gobernanza en ninguna de las facetas de la vida social. Ya estaba más que demostrado su incompetencia en el manejo de la economía. La forma como permitió el saqueo de las finanzas públicas, el enriquecimiento grosero de su entorno, cuyo más reciente chivo expiatorio, el coronel Luis Augusto Piligra Jiménez, (expresidente de Lácteos Los Andes) muestra a un aprendiz en la tarea del saqueo, al lado de personajes como Alex Saab, Diego Salazar, Alejandro Andrade y una lista más que centenaria de personajes, cuyas fortunas han ido a parar a los odiados países del capitalismo internacional. A ello se suma el colapso de la infraestructura y los servicios.

Las excusas se acabaron. Nadie le cree a Maduro y sus voceros los cuentos chinos de la oligarquía, la guerra económica, o el bloqueo. Todo el mundo sabe, aún sus más cercanos, que todo este desastre es de su  absoluta responsabilidad; por supuesto compartida con toda esa extensa lista de personajes que desde diversas posiciones de poder han cooperado y avalado tamaño crimen.

Pero su  impúdica e inexistente  gobernanza acaba de estallarle en la cara en el campo militar.

Un régimen que ha basado su accionar en la consigna de la “unión cívico militar”, para justificar la abusiva presencia de cuadros militares colonizando la administración pública y buena parte de los poderes públicos, ha dejado en evidencia, ahora,  la destrucción de la institución armada.

Lo ocurrido en Apure con la dolorosa y vergonzosa rendición de la Fuerza Armada Nacional ante una pequeña facción disidente de las guerrillas de la FARC, evidencia hasta dónde han destruido esta institución del estado venezolano. La retirada de nuestros soldados del costado fronterizo sur occidental para entregar en la práctica el control del Alto Apure a la facción disidente de la FARC organizada en el Frente décimo de ese grupo guerrillero, comandado por alias Gentil Duarte, luego de desplazar a la Segunda Marquetalia liderada por alias Iván Márquez y alias Jesús Santrich, constituye un hecho de una gravedad aún no valorada, ni comprendida por nuestra sociedad.

Un saldo de soldados heridos y muertos, otros prisioneros de guerra y la penosa retirada para lograr la liberación de los últimos, constituyen un acontecimiento desmoralizador para nuestra institución armada que en un estado democrático estaría siendo objeto de un debate intenso en la opinión pública y en el parlamento. La férrea censura de prensa hace que el tema no se comente en los grandes medios de comunicación, controlados desde el poder, ni mucho menos habrá debate en el parlamento porque allí no hay voces capaces de solicitarlo, y mucho menos voluntad de examinar en detalle y con apego a la verdad lo ocurrido.

Lo cierto es que derrotada nuestra fuerza armada en el Apure, la faceta que faltaba para evidenciar sin posibilidad de excusa el deterioro de nuestra capacidad de defensa y en consecuencia potenciar la ingobernabilidad del régimen, ha quedado formalmente demostrada. Hoy nuestro país no cuenta con una institución militar capaz de garantizar su verdadera seguridad. La derrota de Apure deja al descubierto su destrucción.

Es el resultado de su partidización. Haberla convertida en el partido político en armas sostén de un régimen corrompido e incapaz la condujo  a esta situación, y le ha generado un elevado rechazo en el corazón de nuestro pueblo. Venezuela necesita recuperar su capacidad de defensa y seguridad tanto del territorio, como de sus activos materiales, ambientales y de infraestructura. Para ello requiere de una fuerza armada institucional, preparada para esa responsabilidad y respetada por la sociedad.

Ello sólo es posible con un cambio político. Los militares son tan venezolanos como los civiles. Son ciudadanos que viven junto a nosotros esta tragedia. A ellos también les será útil la activación del Referéndum Revocatorio presidencial. Si tienen derecho a votar, tienen también derecho a revocar. Estoy seguro que en su gran mayoría los militares venezolanos desean se abra el cauce de la democracia para poder ejercer ese derecho y poder revocar al Comandante en Jefe que los condujo a la más vergonzosa derrota de este siglo.