El Espectador

Desde que la Sala de Casación Civil del tribunal supremo oficialista declaró procedente la segunda fase de la demanda del número tres del régimen en contra de El Nacional, el periódico no tiene edificio. El lineamiento lo había recibido con claridad y con mucha anticipación: el capitán de El Furrial quería por todos los medios quedarse con las instalaciones de Los Cortijos.

No hay que ser adivino para vaticinar que esa estructura en la que hace 14 años se instaló una de las rotativas más modernas de Latinoamérica, en la que trabajaron más de 100 periodistas cuyas firmas siguen siendo referentes, en donde se ejercía día a día la libertad de expresión y de información, va a tener el mismo destino que todas las propiedades que han usurpado los rojitos.

Entretanto, un grupete tarifado afirma que allí funcionará una universidad internacional de la comunicación, un objetivo tan falaz que no merece que se pierda tiempo, espacio ni palabras en traerlo a discusión. Pero esos invasores resultaron ser peculiares. Tienen problemas con el agua y llamaron al gerente general de El Nacional para que los ayudara a resolver. Es una desfachatez, eso se llama no tener vergüenza.

Daría hasta risa si la situación no fuera tan grave. Pero, además, se pregunta uno si estar rodilla en tierra no les permite ver que las fallas de los servicios públicos son única y exclusivamente responsabilidad del régimen que apoyan, de la falta de mantenimiento y de gerencia que tanto los caracteriza.

Los trabajadores de El Nacional no fueron la excepción, así como los venezolanos en cualquier rincón del país también padecieron por años la escasez y el mal servicio que presta Hidrocapital. Lo mismo ocurre con la electricidad. Cuando tomaron la sede también se apropiaron a la fuerza de la planta que estaba reservada para asegurar las operaciones cada vez que fallaba el suministro. Así que llamen a las empresas responsables del agua y de la electricidad y eleven su queja.

Si aceptan otra recomendación, contraten cisternas como hace el común de los caraqueños; compren su provisión de gasoil para la planta eléctrica, si es que lo consiguen. Una dosis de realidad no viene mal de vez en cuando. Todo cuesta, señores. No sigan el ejemplo del saqueo y de la obtención de propiedad de otros de manera ilegal.