La historia detrás del He-Man más caro del mundo (que además es argentino)
El universo del coleccionismo puede parecer muy irracional para los que no tienen el vicio. Pero incluso, hay anécdotas demasiado extrañas para los mismos coleccionistas.
Como coleccionista de discos de Queen, siempre tuve curiosidad sobre los fetiches que tienen las personas que coleccionan otras cosas. Conocer las historias y sus personajes despierta una empatía inevitable. Aunque por lo que ellos pagan fortunas a mí me parezca una locura, en el fondo nos reconocemos como pares: somos gente que, vaya a saber uno el motivo, nos desvivimos por conseguir cosas que se caracterizan por su inutilidad práctica. El mundo de los “muñecos”, como decimos en Argentina, (“action figures” para el resto del planeta), es sorprendente. Pero la sorpresa que no me esperaba era que el He-Man más caro que existe es argentino. Hablamos del “Kobra-Khan camuflado”.
El mundo de Masters of the Universe ya tiene algo de particular desde el inicio. A contramano de todas las historias del mercado, donde primero surge la mitología en dibujos animados o película, y luego aparece el merchandising que termina de explotar un éxito, con el caso de He-Man todo sucedió al revés.
A principio de los ochenta, Mattel luchaba por mantenerse en la cima con grandes productos como el clásico Hot Wheels y las Barbies, pero sabían que el mercado estaba cambiando. Hicieron una apuesta millonaria en 1981 con la licencia de Furia de Titanes, que representó excelentes ganancias cuando se estrenó la película. Sin embargo, la fiebre terminó cuando desapareció de las salas el mismo mes del estreno.
Ahora, esto no fue lo más doloroso que le tocó vivir a la empresa por aquellos años. Decididos a buscar una historia instalada, que le represente un mercado estable, comenzaron a hablar con George Lucas y la gente de Star Wars para hacer sus figuras. Ellos aceptaron, pero el presidente de Mattel se lamentó al oír de su staff que los juguetes estarían en las góndolas en marzo del año que próximo. La producción era imposible para navidad, como quería el titular de la compañía. Frustrado, dejó pasar el negocio.
Bernie Loomis, que estaba a cargo de la estrategia de la competidora Kenner, fue más osado. Puso el dinero para la licencia y sacó a la venta un vale para las fiestas. Sí, un cupón que prometía ser canjeado en el futuro por una de las primeras figuras de Star Wars disponibles. En Mattel se enloquecieron cuando vieron que niños de cinco y seis años se desesperaban por conseguir para navidad un papel impreso a modo de garantía con la promesa escrita de Kenner, que les daría su juguete físico en febrero.
El negocio necesitaba una vuelta de tuerca y valentía para pensar fuera de la caja. Consultando con sus estrategas de marketing, las espadas, el espacio exterior y los hombres musculosos, eran la debilidad de los chicos. Conan El Bárbaro tenía detrás una historia con violencia y sexo, por lo que la compañía no pudo tampoco cerrar el trato, a pesar de haber negociado la licencia. Fue entonces cuando decidieron dejar de lado la fórmula clásica de «historia-juguete» para invertir el orden de los factores.
He-Man fue pensado desde el muñeco, que terminó siendo el éxito reivindicatorio de Mattel. El mercado aceptó a las figuras que traían un pequeño comic explicativo sobre quiénes eran los personas y de qué se trataba el mundo de Eternia. Sin embargo, con solo mirarlos, los niños identificaban perfectamente a los buenos y a los malos. El boom fue mundial. Por primera vez, luego de la demanda de los productos llegaron los dibujitos animados y la película.
Las versiones argentinas y el santo grial del coleccionismo internacional
Top Toys fue la empresa que acertó con el negocio y se puso a fabricar los He-Man, Skeletors y otros en Argentina. Como ocurrió en todo el mundo, los pequeños estábamos desesperados por tenerlos a todos. Pero, a diferencia de lo que ocurría en otros países, los fabricantes locales se volvían locos con los pigmentos, colores y materiales, en el marco de una de las tantas crisis económicas del país. En la segunda mitad de los ochenta, el alfonsinismo generó una hiperinflación, que para los fabricantes de juguetes se complicaba aún más por la política absurda de sustitución de importaciones. La misma historia de hoy.
Pero los coleccionistas de Argentina y el mundo tienen una obsesión más grande que las diferentes ediciones de Skeletor, con la cabeza blanda o dura. El “Kobra-Khan camuflado” se trata de la figura más buscada y deseada, por la que se pagan fortunas, si se encuentra algún vendedor dispuesto a deshacerse de una.
El personaje pertenece a una de las camadas posteriores al inesperado boom inicial. Acompañaron a He-Man y Skeletor en 1981 otros nombres como Man-At-Arms, Teela o Battle Cat, pero la malvada cobra apareció en 1984. El éxito, ya acompañado por la serie televisiva, llevó a la empresa y sus subsidiarias a inventar nuevos personajes, para seguir abasteciendo a una demanda creciente e insatisfecha.
Como ya reconocieron los titulares de Top Toys Argentina, el contrato que tenían con Mattel les exigía, sobre todas las cosas, un estándar de calidad en sus productos. Por eso, al conseguir los materiales aprobados, la sede local se podía tomar ciertas licencias, como ocurría por necesidad a la hora de los colores, a causa de la falta de las tintas adecuadas en el mercado local. Pero lo que ocurrió con el Kobra-Khan improvisado los sorprende hasta el día de hoy.
Para 1988 la fiebre estaba mermando, y el fabricante local se encontró con piezas sobrantes y la necesidad comercial de liquidar stock. Pero… ¿qué hacer si los chicos que deseaban los He-Man y, por ejemplo, el Kobra-Khan, ya los tenían en sus casas? En sintonía con las jugadas osadas del mercado que mencionamos antes, pero con estilo argento, Top Toys «inventó» un personaje ensamblado con piezas de otras figuras. Le puso la cabeza de la tradicional cobra, pero le pintó el pecho y le puso los brazos de otro personaje: las tenazas de Buzz-Off. ¿Las piernas? Algunas de Skeletor y otras de Mer-Man, eso era lo de menos. Lo importante era liquidar el stock, mientras se pensaba en negocios futuros.
El nombre del “Kobra-Khan camuflado”, al no existir como tal, era pegado con una etiqueta amarilla por encima de otros cartones, pertenecientes a las figuras «reales» en Estados Unidos y el mercado internacional. Este engendro era argentino solamente y así de informal tenía que ser presentado en sociedad, claro.
Como había que liquidar los stock de esas cabezas sofisticadas, que escupían agua simulando ser el arma letal del personaje, Top Toys lanzó tres versiones hasta terminar con el remanente. La primera con las tenazas y las “piernas flacas”, la segunda con piernas “musculosas” y la última, que fue denominada por los fans y coleccionistas como “brazos comunes”. Es decir, con cualquier brazo pintado con el verde camuflado que le dieron a este personaje. Cabe recordar que varios modelos diferentes, como los antagonistas He-Man y Skeletor, tenían diferentes solamente la cabeza y el color, ya que compartían los moldes del cuerpo.
Los Masters of the Universe originales cotizan muy bien en el mercado. Han sido reeditados en varias oportunidades y, algunas de esas ediciones, directamente se fabricaron como réplicas de las originales para alimentar la nostalgia. Ahora, los argentinos sabemos que el más valioso e inconseguible de todos, es nuestro. Como el dulce de leche y otros tantos inventos de prestigio internacional. Aunque parezca difícil de creer, coleccionistas de todo el mundo viajan aquí para ver si consiguen un ejemplar del “Kobra-Khan camuflado”. Sin embargo, hay que tener mucho cuidado, ya que los que dan vueltas en el mercado son ensamblados posteriores. Y para el misterioso mundo del coleccionismo, el ensamblado improvisado original cotiza fortunas, pero los posteriores fabricados por particulares, no valen nada. Locura imposible de justificar desde la ciencia económica, sino fuera por los aportes de la Escuela Austríaca de Economía y la verdad indiscutible de la subjetividad del valor.
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