Soplan desde La Habana unos vientos de valentía, de despertar; soplan unos aires de cambio que pudieran refrescar a todo el continente.

Después de más de 60 años bajo uno de los regímenes más criminales de la historia, los cubanos se ponen de pie y están dando una demostración de coraje y de fuerza.

Los cubanos se están quitando de encima más de 6 décadas de modorra, de un peso que los oprimía y los paralizaba. Sí, la sociedad cubana no tiene miedo.

Los cubanos ya no le temen a los esbirros, a los policías, a los soplones que están dentro de todos los barrios. ¡Ya no más! Los cubanos están en la calle y con ellos el apoyo, la solidaridad y la confianza de todos los demócratas del continente.

Esos aires se pueden convertir en un huracán que termine de mover del poder a los regímenes comunistas que siguen asolando a Venezuela, Nicaragua y, por qué no decirlo, a la misma Argentina con un Alberto Fernández que solo habla para justificar a sus «camaradas».

Díaz-Canel –enfurecido– dice que hará «lo que sea» para salvar la revolución; sin embargo, veo que los cubanos ya no dan para más. Esa sociedad no está dispuesta a seguir pisada por un modelo enfermizo y que enferma a las naciones.

Esos vientos de cambio se pueden convertir en un ejemplo que sea emulado por los venezolanos, los nicaragüenses y por los argentinos. Un ejemplo que evite que Colombia caiga en manos de Gustavo Petro y que los bolivianos mantengan bajo vigilancia a su nuevo presidente, «Lucho».

Si Cuba rompe las cadenas de la opresión heredada del Fidelismo, entonces todos caerán como un castillo de naipes; si Cuba –que es una especie de reinado del terror– cae, entonces Maduro y Daniel Ortega quedarían huerfanos y a merced de un gran despertar de sus respectivas poblaciones.

La «orden de combate» que anunció Díaz-Canel es sin duda una reacción desesperada de un hombre que lo agarraron –diríamos en beisbol– entre primera y segunda.

Será que el continente americano y Europa seguirán siendo mirones de palos ante lo que sucede en América Latina, ¿será qué dejaremos que asesinen presidentes como ocurrió en Haití, que se violen todos los estándares de derechos humanos y libertad política como ocurre con el régimen yerbatero de Daniel Ortega o que persista la represión y la crisis humanitaria en nuestra Venezuela?

Cada día es más necesario que el mundo actúe, que las grandes potencias no sigan actuando como simples espectadores de un show que se torna cada vez más parecido a un circo romano, donde los cadáveres de apiñan para el disfrute de los poderosos.

Se aspira que Cuba sea la precursora de un cambio, y que los cubanos puedan lograr su libertad al igual que los nicaragüenses y los venezolanos. Sin que esto signifique que olvidemos esa frase que es una verdad del tamaño de una catedral: ¡Solos no podemos!

Es hora que ponernos de pie. Es hora de hacer un cambio y de conquistar un mañana de libertades para todas nuestras naciones.