Maduro

Está llegando la hora de comenzar a realizar un inventario para contrastar los legados que van dejando a su paso los gobernantes que ha tenido Venezuela. Páez nos dejó una república, Chávez y Maduro se han dedicado a destruirla. Juan Vicente Gómez se ocupó de integrar aquel país deshilachado y repartido entre caudillos civiles y militares que se sentían dueños de sus patios, Chávez y Maduro están dejando a Venezuela en manos de una «corporación criminal» que la saquea y utiliza su territorio para prácticas narcoterroristas. Los generales Eleazar López Contreras y Medina Angarita asumieron la transición posgomecista con una indiscutible voluntad de producir cambios, dejando bien colocadas las insignias de las Fuerzas Armadas a las que pertenecían, Chávez las desvirtuó y Maduro se ha encargado de corromper a sus élites protocolarias.

Rómulo Betancourt dejó un balance en el que se dan señales que prueban que ese proceso, iniciado en 1945, dejó una impronta verdaderamente revolucionaria, comenzando a consagrar en Venezuela una verdadera democracia, con derecho al sufragio para todos los ciudadanos y novedades plausibles en los campos de la educación, la salud, la infraestructura, la moral y ética a la hora de administrar la cosa pública. El maestro Gallegos dejó una senda democrática que trataron de borrar los movimientos sediciosos, emulados por Chávez y Maduro, que usurpan los poderes públicos y castran a los ciudadanos de ese derecho a elegir libremente y han hecho de las corruptelas la regla general en vez de la excepción. Pérez Jiménez, más allá de sus dislates dictatoriales, dejó una gestión que aún da de qué hablar; Chávez y Maduro, además de torturar y matar como Pedro Estrada, no tienen nada que mostrar, que no sean los gallineros verticales cuya eficiencia es todo un misterio. Wolfgang Larrazábal dejó un ejemplo de lealtad a la confianza que en él se depositó, no manchó su blanco uniforme y en poco tiempo ejecutó ese Plan de Emergencia, que con todo y sus fallas, por lo menos fue superior al Plan Bolívar 2000 que no pasó de ser «un saco roto» del que sacaron proventos los primeros ladrones de esta falsa revolución.

En la era democrática de Rómulo, Caldera y Jóvito, se firmó el demonizado Pacto de Puntofijo, que fue una brújula que indicaba el camino transitado conjuntamente para poder edificar las instituciones que ahora Chávez y Maduro han demolido, mientras cacarean el fallido Plan de la Patria. Rómulo Betancourt dejó un país con esencia democrática, venció los brotes invasionistas de los Castro y se negó a regalarles nuestro petróleo; Chávez y Maduro pagan con nuestro crudo para que nos invadan las fuerzas de los Castro, como lamentablemente sucede ahora. Raúl Leoni los venció en Machurucuto, ambos edificaron escuelas y universidades, tendieron puentes sobre el Orinoco y sobre el lago de Maracaibo, libraron al país de endemias; ahora Chávez y Maduro se pillaron los dólares para los nuevos puentes y han provocado el retorno ¡hasta del paludismo! Rafael Caldera pacificó el país, mientras que Chávez y Maduro lo convierten en tierra de nadie, un país somalizado y guarida de narcos, terroristas y delincuentes comunes. De la apertura petrolera pasamos a la ruina de Pdvsa y al quiebre de las refinerías que antes vendían gasolina en buena parte del mundo y ahora, con Chávez y Maduro, no podemos producir, siquiera, la que necesitamos consumir internamente.

Luis Herrera Campins nos dejó el Metro, cuya construcción arrancó con gobiernos democráticos anteriores y también inauguró el Teatro Teresa Carreño; Chávez y Maduro lo politizaron, convirtiendo sus salas en espacios para vandalismos y proselitismo partidistas. Ah, y el Metro de Caracas en vagones incendiados, pasillos y andenes atomizados. Jaime Lusinchi reconoció que se habían entregado dólares preferenciales y se dispuso a dar cuentas de adónde se entregaron esos dineros para mantener la paz social y evitar el colapso de la economía, por lo menos no esquivó el debate; mientras que Chávez, y menos Maduro, rinden cuentas para saber adónde fueron a parar los mil millones de millones de dólares que ingresaron, solo por la renta petrolera, para no citar las cuantiosas sumas de dólares que se esfumaron desde el Fondo Chino, Bandes y otras menudencias.

Carlos Andrés Pérez dejó al país con crecimiento económico de 9 puntos de PIB; Chávez y Maduro, en cambio, son responsables de una caída que supera los 84 puntos. CAP dejó al país con programas sociales como la Beca Alimentaria, el PAMI, los útiles y uniformes escolares, con claros índices de bajar la pobreza; Chávez y Maduro están arrinconando en esa franja de miseria a más de 94% de la población. CAP en un año incrementó la producción petrolera en más de 1 millón de barriles diarios; Chávez y Maduro, al día de hoy, la tienen estornudando apenas 500.000 barriles diarios. CAP logró renegociar una deuda externa que no pasaba de los 30.000 millones de dólares; Chávez y Maduro nos dejan un monumental gorila que sobrepasa los 170.000 millones de dólares y una moneda devaluada, más bien desaparecida, y un salario de 2 dólares por mes, muy distante a los más de 300 dólares que se pagaban en los tiempos de CAP. También dejó un país en pleno proceso de descentralización, con una tasa de desempleo menor al 8%; Chávez y Maduro nos dejan el más aberrante centralismo y la figura de las comunas.

Que cada quien saque sus propias conclusiones.

@Alcaldeledezma