Vienen acompañados todos los miedos de la humanidad, por Luis Ernesto Aparicio
Twitter: @aparicioluis
Algunos capítulos los he dedicado al cómo la globalización ha beneficiado a la humanidad y cómo, a su vez, deja al descubierto sus debilidades como un gran riesgo. Ambos, han tenido un pronunciado protagonismo, bien sea a través de la confrontación o por la modificación del ambiente producto de sus actividades, industrialización, movilidad, etc.; sin olvidar las afectaciones de origen natural, como el caso de la aparición de ese misterioso virus, que sigue siendo un acertijo para la ciencia.
En todo caso, tanto la presencia del covid, el cambio climático, como la guerra de Putin en contra de Ucrania, están convirtiéndose en realidad todos los miedos que la humanidad ha supuesto durante tantos años de permanencia en el mundo civilizado. Dos de los peores ya están en el terreno, presionando en la apuesta por definir cuál de ellos será el que lleve al extremo la vida en la tierra. Dos son de fácil identificación: el hambre y la enfermedad. Son muchas organizaciones de relevancia mundial que ya están advirtiendo sobre las consecuencias de una y otra.
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Las guerras, porque, aunque no lo creamos están en desarrollo muchas, sobre todo en aquellos rincones en donde el interés del resto del mundo se ha perdido, quizás porque en cada uno de esos lugares no hay elementos que pongan en riesgo a todo el vecindario mundial, o sencillamente porque no hay un protagonista con un perfil casi cinematográfico. Sudán, Etiopia, Libia, Siria, Congo, son algunos de los países en los que la guerra se ha extendido por mucho tiempo, lanzando fuera de sus fronteras a cientos, miles de refugiados, y a los que no a la tortura o muerte en su propio país. Pero esas guerras son invisibles.
Cada una de esas guerras, no tienen tanta repercusión como la que ocurre en estos momentos entre Putin y Ucrania. Rusia y Ucrania, poseen la calificación de ser los graneros del mundo, de allí entonces que comience a aclararse la visión y división en cuanto a las guerras antes mencionadas ya que por sí misma es un riesgo global.
Ambos países producen tanto alimento, que se habla de la cobertura para unos 400 millones de sus 7.7958 billones que habitan la tierra.
Y es que, observando los números que se ofrecen en la página web de Reuters, según datos de la ONU, entre Ucrania y Rusia se concentran los siguientes porcentajes de producción: 24% del trigo, junto a 57% de la semilla de girasol para la producción del aceite comestible (ese con el que usted cocina) y un 14% del maíz, del consumo mundial.
Con esas cifras, queda claro que el pan y todo lo que se produce a base de trigo, anda en riesgo de disminución para los próximos, quizás, meses o años. Algunos dirán que se puede sustituir ese carbohidrato por algún otro alimento, incluso mucho más sano. Eso es cierto, pero solo en aquellos países en los que puede hacerse. No obstante, en aquellos que solo dependen de ese grano para la sobrevivencia, verán la sombra de la inanición muy de cerca, porque incluso los organismos encargados de suplir los alimentos necesarios en esos países ya están atravesando dificultades para encontrar otra vía que les ayude a conseguir los granos necesarios. Sin contar con el aumento en su costo, por simple ley de mercado.
La guerra (Putin-Ucrania), está colapsando la disponibilidad de los granos mencionados y ayudando a presionar el aumento de ellos. Así que puede que estemos camino a la tormenta perfecta para la humanidad, porque no solo los combustibles están al alza, también la poca disposición de alimentos básicos, pero indispensables para la dieta de la humanidad, sobre todo de aquellos lugares donde ha existido un esfuerzo para combatir al hambre y se vive a cuenta de ellos.
A las estadísticas se agregan los aumentos en el costo de los cereales en países productores como Estados Unidos, que en estos momentos transita por más de un 14.4% de aumento en su índice de precios. Y hay más alarma en estos números; Egipto, por ejemplo, tiene uno mucho mayor que es de más de un 35.4%. Para Latinoamérica, solo encuentro el dato de la Argentina, con más de 161.2%, en lo que va de 2022, lo que debería llamar la atención a toda Latinoamérica, puesto que es un suplidor principal para la región, junto a Norteamérica. Este panorama va alejando la disponibilidad del alimento para el consumidor, mucho más para quien sobrevive a base de los cereales.
Los daños a la infraestructura para la movilidad en Ucrania, representa un gran problema para el abastecimiento de granos que intenta ser distribuido desde ese país para el mundo. Cuestión que Putin sabe muy bien y lo comienza a manejar para su beneficio y como retaliación por las medidas a las que ha sido sometida Rusia. El dictador ruso sostiene el dedo en el gatillo alimentario y eventualmente lo presionará.
Pero hay un poco más, a estas alturas, los agricultores ucranios, no saben, a ciencia cierta, sí podrán programar los cultivos para la cosecha del próximo año ya que no están muy dispuestos al riesgo que representa cultivar en medio de los constantes bombardeos. A esto se suma el embargo que pesa sobre las exportaciones de todo lo producido en Rusia y la probabilidad de que la alterada naturaleza haga lo suyo, dejando un panorama poco alentador para 2023.
A la guerra, le viene a acompañar otra circunstancia que ha encendido las alarmas en el mundo, y es que el cambio climático ha generado serios problemas de cultivos en aquellos países que suelen ser suplementarios. Grandes sequias, intensas e inesperadas lluvias con sus consecuentes inundaciones, están limitando la producción en sus campos, como es el caso de la India que enfrenta temperaturas extremas y una ausencia de lluvia que pone en riesgo toda su producción.
Puede que América entera esté medianamente un poco alejada del panorama que se describe –Salvo el alza de los precios–. Sin embargo, la onda expansiva que proviene desde rincones europeos y África, la tocará y de manera muy seria. Incluso, puede que ella figure en las palabras dichas por el encargado del Programa Mundial de alimentos de la ONU, David Beasly, que como consecuencia de la situación alimentaria que venía ocurriendo, la pandemia y ahora la guerra, 323 millones de personas que actualmente estén en «camino hacia la inanición» y 49 millones se encuentran al borde la «hambruna». Datos que, según él, puede que no sean tan certeros.
Lo que, si tendrá puntería será el aumento de la desnutrición que ya va marchando con pasos largos y peligrosos, así como también los grandes desplazamientos de seres humanos de un lugar hacia otro, para buscar la posibilidad de sobrevivir en otro lugar, ante la embestida de lo que el mismo Beasly ha llamado «la crisis humanitaria más grande que se haya vivido desde la segunda guerra mundial».
Esperemos que tal advertencia se esté equivocando. Mientras, las instancias responsables deberían ir ajustando sus decisiones sobre los gastos, para así concentrar los esfuerzos hacia los lados más débiles. No será fácil estar al frente de cualquier gestión de gobierno, incluyendo la más poderosa del mundo.
Luis Ernesto Aparicio M. es Periodista Ex-Jefe de Prensa de la MUD
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