Así nació el lago de Maracaibo
El 24 de agosto de 1499, hace hoy 523 años, llegaron los europeos al lago de Maracaibo. El espejo de agua, uno de los principales símbolos del zuliano, tiene una historia que nace en el que fue conocido como período Terciario, cuando todavía el hombre no había aparecido en la Tierra
Mientras en el centro del actual territorio venezolano un hundimiento dio lugar a la aparición del golfo Triste (entre Falcón, Carabobo y Yaracuy) y se desprendía del continente lo que es hoy la isla de Trinidad, como parte del mismo fenómeno geológico, en el extremo occidental otro hundimiento ocasionó la aparición del lago de Maracaibo.
Este espacio lacustre de la región zuliana está rodeado por la cordillera de los Andes, extendida en el sur y el sureste, y por una de sus prolongaciones, la sierra de Perijá, en el oeste. Ambas cadenas montañosas comenzaron a emerger hace aproximadamente 40 millones de años, en el Eoceno, segunda época del Terciario, muy recordado porque durante su devenir aparecieron los monos en el planeta.
En la última época del Terciario, en el Plioceno, una depresión o hundimiento entre la serranía y la cordillera se hizo visible: toda una zona selvática fue desapareciendo hacia el foso y en su lugar apareció, ya en el período Cuaternario propiamente dicho, el lago de Maracaibo. Este hecho tan significativo para la vida posterior de la región sucedió poco tiempo después de sumergirse las tierras ubicadas entre Cuba y Jamaica y las actuales penínsulas de Yucatán y Honduras.
En el lago de Maracaibo, visto destacadamente con forma de saco en cualquier mapa de Venezuela, cabría Maracaibo 30 veces y holgadamente la mitad de El Salvador. Sus 12.870 kilómetros cuadrados lo hacen ser el mayor lago de Suramérica y el más grande del mundo con comunicación al mar.
El lago se hizo presencia radical y absoluta para señalar horizontes y futuro. Los primeros habitantes quisieron explicar el origen de las aguas que fueron centro de sus días y responsables de su identidad de hombres lacustres: surgieron así mitos y leyendas que les permitieron a los indígenas hermanarse con tan vasta presencia natural.
Los wayús fueron los primeros que hablaron de un lago creado por Maleiwa, uno de sus dioses, quien repartió entre sus hijas las tierras que le pertenecían. Pero en la repartición se olvidó de una de ellas, quien inmediatamente reclamó su cuota. Maleiwa fue entonces hasta una explanada y extrajo una porción. De inmediato, en el espacio hueco apareció el lago.
También otros pobladores han buscado su identidad en las aguas lacustres para profundizar con ello en los elementos de la zulianidad. Por esa razón existe la Virgen de Chiquinquirá, cuya imagen llegó a Maracaibo por la vía del lago. Ella es el máximo símbolo de la religiosidad del zuliano y uno de los que más han marcado su cultura.
Según lo asevera el Hermano Nectario María, historiador que indagó en documentos relativos a la Virgen, el retablo con la imagen de la Chiquinquirá fue traído a Maracaibo en el bergantín de unos piratas que la habían robado de una iglesia de las costas de Colombia, antigua Nueva Granada. Se cree que la tabla cayó de la embarcación y fue arrastrada por las olas hasta la playa, donde ya con la imagen bastante diluida fue localizada por una lavandera. El martes 18 de noviembre de 1709, Nuestra Señora de Chiquinquirá apareció iluminada en toda su magnificencia en la misma tabla descubierta en la orilla del lago. La figura fue llevada después a la iglesia San Juan de Dios, convertida posteriormente en basílica.
El espacio lacustre ha dejado huella perenne porque fue el mejor canal de comunicación entre los distintos pueblos fundados en su entorno. El lago definió desde un primer momento un rumbo histórico y un carácter de región. Gracias a él se ensancharon los caminos económicos y culturales, y los asentamientos que conformaron la cuenca lacustre se unieron, por obra del intercambio diario, en un único espacio reconocible.
Como muy bien refieren los cronistas, el lago se hizo puerta abierta para que llegaran algunos indígenas, los españoles en sus barcos, los piratas saqueadores y los que quisieron instaurar nuevas formas comerciales y de vida. Por el lago entraron la política, la ciencia y la tecnología. Las maneras culturales, el ser y el sentir que se adentraron en el hombre de la cuenca.
Del lago salieron derrotados los realistas y de esta manera la independencia venezolana quedó definitivamente instaurada en el siglo XIX. Sin la puerta de agua, la región quizás hubiese sido un claustro. Una introversión como tantas otras de la provincia venezolana. Un territorio de pocas palabras. Un desierto arrollador en el norte.
Pero la suerte estuvo echada. El lago emergió y en su lecho quedó una selva sepultada cuya transformación originó los hidrocarburos, previstos como un tesoro millonario por el científico Adolfo Ernst, «si hubiera la posibilidad de que el hombre se aprovechara de ellos», según vaticinó en 1889. Y así ocurrió en el siglo XX. Esa selva sumergida y su vida animal hicieron del estado Zulia el mayor productor petrolero del país, que fue uno de los más significativos del mundo.
La suerte estuvo echada. El Sur del Lago, drenado por cuantiosos ríos, ubicado estratégicamente donde la nubosidad acarrea abundancia de lluvias, ofrece una de las mejores tierras de Venezuela para la agricultura. La suerte estuvo echada. La cuenca creció espigada cuando se abrió la puerta del lago.
SARITA CHÁVEZ | @Lago80Sara
Periodista (LUZ), licenciada y magíster en filosofía (LUZ)
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