La izquierda deshumaniza: «Si votan por Bolsonaro no son gente»
La nueva izquierda se denomina a sí misma progresista. Con ese sobrenombre pretende ostentar progreso. Sin embargo, en la práctica muestra cómo consiste de los pasos progresivos hacia el totalitarismo. Semanas atrás el periodista Xico Sá acusó a los seguidores del presidente brasileño de ser nazis "o casi". Ahora de plano establece que los votantes de Bolsonaro no son gente.
Las elecciones presidenciales en Brasil están llegando en un clima cada vez más polarizado y ya desde la oposición se ha hecho hincapié en mancillar la reputación de líder brasileño y candidato a la reelección, Jair Bolsonaro. El caso más destacado se dio cuando el periodista Francisco Reginaldo de Sá Menezes, conocido como Xico Sá, espetó: «Si votan por Bolsonaro no son gente».
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El reportero ha sido un acérrimo crítico del mandatario brasileño y no ha desaprovechado alguna ocasión para cargar contra él desde cualquier espacio. En esta oportunidad, usó Twitter para atacar a su militancia, aunque posteriormente eliminó la publicación, no sin antes obtener una respuesta de Bolsonaro. Desde el humor, el presidente contestó: «Son Power Rangers». Es decir, retrató a sus votantes como súper héroes. Y al hacerlo expuso cómo cuenta con el respaldo de un público diverso.
Bolsonaro obtuvo la mayoría de los votos, ¿son de subhumanos?
En vista que 57.797.456 personas votaron por Bolsonaro en el 2018 —el 55,13 % del padrón electoral— el periodista se está dirigiendo a buena parte de la población. Al hacerlo, pone en evidencia de qué lado está la violencia, pues a pesar de su destrato contra millones, no sufrió ninguna represalia más que las críticas en redes sociales.
La nueva izquierda se denomina a sí misma progresista. Con ese sobrenombre pretende ostentar progreso. Sin embargo, en la práctica muestra cómo consiste de los pasos progresivos hacia el totalitarismo. Semanas atrás el periodista Xico Sá acusó a los seguidores del presidente brasileño de ser nazis «o casi». Ahora de plano establece que los votantes de Bolsonaro no son gente.
Al respecto, el Pastor Alexandre Gonçalves (que tiene como foto de portada en el Twitter una frase del también pastor, Dietrich Bonhoeffer, que fue privado de su libertad por el régimen nacional socialista alemán) anunció satíricamente: «Gente, me acabo de enterar que soy nazi para unos lunáticos del PT (Partido de Lula). Ni siquiera mi mujer, que tiene carné del PT y vota todos los años para elegir un directorio, piensa eso».
Acorde Bolsonaro repunta en las encuestas aumenta el odio hacia sus simpatizantes
El patriotismo es antagónico al espíritu internacionalista del socialismo. Por ende acusan de nazi o casi a quien defienda su bandera. En Brasil incluso le impidieron a la selección de fútbol femenina portar la bandera de Brasil, pues acusaron que era «proselitista», dado que Bolsonaro exclama que su color es Brasil, por lo que el estandárte nacional es su insignia.
Y es que crece la amenaza. Bolsonaro está repuntando en las encuestas. Una incluso lo destacó como ganador. Asimismo, el Estado le da el triunfo electoral. Esto contradice los índices que favorecen al expresidiario Luiz Inácio Lula Da Silva. No conviene retratar al votante de Bolsonaro como el vecino, el panadero, el conductor de bus, el policía en la esquina. No. Es menester restarle su humanidad, retratarlo como un peligro para la sociedad.
Lo cierto es que hay una preocupación que comparten todos los brasileños, sin distinción de clase, edad ni sexo: la lucha contra la delincuencia. Por ello, luego de sufrir un atentado contra su vida, previo a las elecciones del 2018, Bolsonaro lideró las encuestas en Brasil. Bolsonaro repuntó entre pobres y ricos, hombres y mujeres.
Sus detractores no pueden arriesgarse a permitir esa unidad nuevamente. Entonces optan por exacerbar las divisiones. Llevan décadas haciéndolo. Una vez que los socialistas obtienen el poder, como en Cuba, crean el delito de contrarrevolución. Quien cuestione a la revolución es una amenaza para la misma y por ende debe pagar con su libertad, propiedad y en muchos casos también con su vida.
El candidato presidencial Lula Da Silva, por quien aboga el periodista Xico Sá y sus semejantes, ya dejó en claro en al menos nueve ocasiones que en caso de ganar no habrá libertad de prensa, sino que esta será restringida.
Ahora los brasileños deberán elegir en las elecciones presidenciales de octubre en qué modelo político quieren vivir: dónde se deshumaniza al opositor o donde los opositores tienen la libertad hasta de deshumanizar al otro sin represalias, gracias a un bien preciado llamado libertad de expresión que actualmente está en riesgo.
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