Yuca y cultura, por Pablo M. Peñaranda H.
Twitter: @ppenarandah
En mis largos años de experiencia en el campo de la psicología, todavía no me atrevo a dar por finalizada la polémica entre la experimentación en el laboratorio y quienes se niegan a trabajar con constructos basados en hallazgos biológicos sobre todo en esa cadena causal que arranca de las estructuras anatómicas y fisiológicas particularmente en los ganglios basales y la corteza.
Estructuras que cada día se escudriña con mas exactitud. Esto no minimiza la presencia con éxitos, de la Psicología Social y muchísimo menos la presencia de Freud y sus seguidores, en los estudios de la conducta. En fin, que esa unidad todavía está por verse y tal parece que es la meta de las nuevas generaciones de psicólogos.
Es evidente, que en esta polémica, los legos juegan un papel no despreciable con sus simples deducciones, es decir, el viejo hueso donde se han probado los dientes de las argumentaciones fácticas.
Ahora bien, algunas conductas están unidas a la cultura, Así ocurre con los sabores en los alimentos. De esta unidad recuerdo una experiencia ocurrida en Holanda, más concretamente en la ciudad de Nyjmegen.
Una queridísima amiga, con motivo de nuestra visita, preparó una parrilla o una barbecue como se conoce internacionalmente.
Nuestro ángel benefactor, había incorporado sabiamente una cantidad sustancial de yuca, que luego de mucha búsqueda había localizado en otra ciudad en un mercado con productos africanos. Mi familia no dejaba de alabar el esfuerzo por tan amable gesto, que para los efectos, los pedazos de yuca se asomaban como danzando entre los borbotones del agua hirviendo, en una olla de gran tamaño. Al llegar el momento de la repartición de los panes, yo le insistí a la única holandesa, a la sazón esposa del hijo de mi amiga, que probara aquel maravilloso tubérculo.
Para mi sorpresa, su opinión era que aquello no tenía sabor y que prefería no incorporarla a su plato de carnes y chorizos humeantes.
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Mi terquedad por defender a la deliciosa yuca, me llevó a solicitar un recipiente para freír unos cuantos pedazos. Al terminar mi faena, coloqué en un plato unos dorados y armoniosos pedazos que eran como sacados de un desfile de estrellas y ella amablemente volvió a probar, pero esta vez fue tajante: «esto no tiene sabor» y colocó el plato con los pedazos de yuca frita, lejos de su entorno como para que yo no insistiera más. Total, fui yo el que rescató el plato y me dediqué a disfrutar con mi familia, una de las combinaciones que mejor se da con las carnes.
Y ese fue el aliciente para comprender por enésima vez que los sabores en la gastronomía están unidos a la cultura o en todo caso a ese pedazo de tierra en el cual hemos nacido.
En mi caso siempre agradecí el gesto de mi amiga, al localizar para nuestro deleite aquéllos tubérculos que en esa ocasión, siendo africanos están muy cerca de nuestra mesa criolla.
Sólo eso, quería contarles.
Pablo M. Peñaranda H. Es doctor en Ciencias Sociales, licenciado en Sicología y profesor titular de la UCV
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