Manuel Barreto Hernaiz: ¿Una historia de oportunidades perdidas?
El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad. Víctor Hugo.
Ya es inocultable el fracaso del régimen, al no cumplir con el deber que tiene todo gobierno responsable como lo es el prodigar bienestar, seguridad, salud, educación, empleo, paz y concordia a sus conciudadanos. Una sociedad que se precie de tal, no puede ni debe permanecer por más tiempo impasible ante tanta barbarie política e institucional como hoy se está produciendo en nuestro país. Y por supuesto, mucho menos, ante el sufrimiento ciudadano que de ello se viene derivando, ya que, más pronto que tarde y de no ponerle freno a tiempo a tanto mal uso y abuso de poder, ello acabará afectando y creando una terrible decadencia y mayor sufrimiento a toda la Nación venezolana.
Cada quien está en lo suyo tratando de sobrevivir, sin percatarse que en la desunión hemos sido cada vez más débiles e indefensos ante un régimen totalitario que no respeta leyes, principios ni derechos. En todo activismo hay inviernos. Momentos de crisis cuando, debido a las dificultades, nuestros esfuerzos parecen fracasar. Ante esto, la respuesta está en la perseverancia. Hoy muchas personas con buenas intenciones están desorganizadas, desilusionadas y necesitan una dirección de activistas que sea viable y coherente. Para eso se hace necesario que prevalezca la confianza de los unos en los otros.
Es necesario recordar que muchas veces a los demócratas no les falta entereza moral, honestidad, sino firmeza y verticalidad para enfrentar al diablo, tal como calificaba Václav Havel al totalitarismo.
El más grande error que se puede cometer con estos regímenes es menospreciarlos, desestimar la gravedad de sus amenazas, pretender entender sus comportamientos bajo un raciocinio netamente intelectual.
La razón que prevalece para inmiscuirse en la política es que los ciudadanos seamos cada vez más conscientes de la realidad que nos circunda, que intentemos comprender la historia que nos toca vivir, para poder prepararnos a cambiarla, parodiando el estribillo de aquella canción… “Nosotros hagamos la historia, y otros que la escriban en un tiempo mejor…”.
Esta sempiterna crisis política no es responsabilidad de unos o de otros, sino que es responsabilidad de todos. Se hace impostergable llegar a un acuerdo con todos los actores para saber cómo se articulan representación y participación.
Se puede ser de una tendencia o de la otra, pero allí es donde empieza la discusión y allí es donde uno decide si vale la pena intervenir o no lo. Cuando nos definamos debemos decirlo y defender nuestra posición con argumentos, que ciertamente los hay. Pero si la discusión política está en los simples rumores, o en razón de que considero que me asiste la razón, entonces, las posibilidades de logro se irán al desaguadero.
Se hace, por lo tanto necesario, modificar actitudes, estilos, formas y hasta lenguajes, en pro del fortalecimiento de la obligatoria unidad. Ya no hay espacio para discursos que giren alrededor de “yo, el único”; sólo un verdadero “nosotros” será capaz de convocar a toda nuestra carajeada Nación a construir la verdadera democracia y a recuperar el país que le debemos a nuestros hijos.
Se suele decir que toda crisis es una oportunidad. De ser así, en nuestro caso sería un insensato masoquismo enumerarlas.
Etimológicamente, la palabra oportunidad equivale a la expresión latina “estar delante de un puerto”. Es como avistar el faro que habrá de conducirnos a la tierra firme, que nos alejará del peligro que representa el mar bravío; luego, la oportunidad es ese momento o lugar en donde podemos pasar de la incertidumbre a la seguridad. Las oportunidades perdidas son las que se dejamos pasar y solemos evocar con pensamientos que van de la melancolía a la indignación, más aún cuando se nos presentan huérfanas de padre y madre.
Nuestro país no puede seguir siendo el país de las oportunidades perdidas por tantos desaciertos e incoherencias de una dirigencia que no asume o posterga las responsabilidades que la sociedad, en su justa razón, exige; no puede seguir dando tumbos entre la esperanza y la incertidumbre.
Pronto se nos convocará para elaborar una política con destino y esperanzas, con capacidad de creación y perspectiva tangible. Sólo y de este modo podremos construir una salida que no tenga que ser un episodio más de incoherencias y desaciertos; de indiferencia y desunión, pues siempre dependerá del serio compromiso nosotros, los ciudadanos en concordancia con todo el estamento político, que la nuestra no sea una historia de oportunidades perdidas y de posibilidades no aprovechadas.
Sociólogo de la Universidad de Carabobo. Director de Relaciones Interinstitucionales de la Universidad de Carabobo.
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