Gehard Cartay: Por muchísimo menos
Nunca está de más recordar -en medio de esta descomunal tragedia nacional- que por muchísimo menos de lo que está ocurriendo ahora quienes hoy mandan “justificaron” entonces su intentona golpista del 4 de febrero de 1992.
Aquella fue una actitud hipócrita, cobarde y de desconocimiento a la voluntad popular, mediante la cual una logia de conspiradores “iluminados” se creyeron portavoces de todos, sin que nadie los hubiera autorizado en tal sentido.
Lo cínico de todo este asunto es que, ciertamente, si se aplicaran los criterios con los cuales aquéllos felones encabezados por Chávez “justificaron” su intentona de golpe de Estado de entonces, hoy sobrarían razones para hacerle lo mismo que ellos le hicieron al segundo gobierno de CAP.
Sólo que ahora la oposición mayoritaria es democrática y apela a los mecanismos constitucionales para cambiar al régimen. Por supuesto que este -que no es democrático, sino abiertamente dictatorial- bloquea cualquier salida pacífica al efecto.
¿Cuáles eran esos razonamientos de los golpistas encabezados por Chávez y publicados en la prensa nacional el 24 de junio de 1992? Todos eran de orden político, por cierto. No hubo ninguno de carácter social o económico, lo que revela que no existía entonces el gravísimo drama social y económico que hoy nos golpea a casi todos, o eran temas que, por lo visto, no les interesaban a los golpistas. Porque lo suyo siempre ha sido el disfrute del poder y, como se ha demostrado en estos 23 años, sólo para satisfacer sus concupiscencias y deseos de enriquecerse y permanecer allí de manera vitalicia.
En todo caso, aquellos felones intentaron “justificar” su crimen apelando a las siguientes “razones”: 1) Que el gobierno de Carlos Andrés Pérez “había devenido en una dictadura, que como tal se arroga todos los poderes del Estado”. Ahora es peor que lo que entonces le enrostraban al gobierno de CAP. 2) Que era necesario “asegurar la estabilidad de las instituciones democráticas y el respeto a la Constitución y las Leyes, cuyo acatamiento estará siempre por encima de cualquier otra obligación”. Ahora es peor, pues usan la Constitución como papel sanitario. 3) Otra razón era que el gobierno de CAP “violaba de manera diaria y sistemática la Constitución y las Leyes que juraron cumplir y hacer cumplir”. Ahora es peor, con la diferencia de que los golpistas que mandan han llegado al colmo de violar a su propia hija: la mal llamada “Constitución Bolivariana”.
Hoy la crisis que sufrimos es peor en todo sentido que la de entonces. En aquella época, como durante toda la República Civil entre 1959 y 1998, se conseguían alimentos sin mayores problemas, por cuanto no había escasez, desabastecimiento y racionamiento, como ahora sucede, mucho menos gente pasando hambre en las proporciones actuales. Si se tenía con qué, se compraba de todo, entre diversas marcas y productos, y, por supuesto, a precios muchísimo más baratos que los de hoy.
No había tanta inseguridad personal como ahora y la seguridad jurídica y social existían. Hoy no hay seguridad de ningún tipo en Venezuela. La inflación era insignificante si se la compara con la actual, una de las más elevadas del mundo. Los servicios públicos, sin ser una maravilla, funcionaban mejor, pues los de hoy empeoran cada día. Ciertamente, sin decir por eso que vivíamos en el mejor de los mundos, lo cierto es que no padecíamos este infierno en que nos ha metido el castrochavomadurismo en estos 23 años nefastos de su régimen.
En aquella Venezuela de la mal llamada Cuarta República (1959-1999) había divergencias y pugnas políticas, como es natural en cualquier democracia, pero no existía el odio entre por razones políticas, como lo ha impuesto el actual régimen desde 1999. Se respetaban las diferencias de cualquier tipo, los adversarios conversaban y podían llegar a acuerdos en función del país. No se inhabilitaba a los adversarios para impedir que fueran candidatos. No se secuestraban partidos políticos opositores por vía judicial para entregarlos a agentes del gobierno. No se utilizaban los tribunales de justicia para inventar delitos y poner en prisión a los líderes opositores. Y las Fuerzas Armadas estaban al servicio de la Nación y no de una persona en particular, ni de parcialidad política alguna.
Y es que ni siquiera cuando se produjo el alzamiento subversivo de la extrema derecha y la posterior subversión terrorista y guerrillera de la extrema izquierda castrocomunista en los años sesenta hubo tanto odio desde el poder contra los disidentes, como sucede desde 1999, sin obviar las violaciones de derechos humanos que ambos bandos cometieron en la guerra de aquellos años. Y una vez derrotadas militarmente las guerrillas, la política de pacificación ejecutada por el presidente Caldera incorporó a sus líderes a la lucha democrática y los venezolanos disfrutaron varias décadas de paz y tranquilidad.
Muy pocos pensaban en emigrar de aquel país, por no decir que nadie, salvo para estudiar. Venezuela siempre fue un país abierto a los emigrantes, pero nunca sus nacionales emigraron a otras partes buscando oportunidades que se les negaran aquí. Y la única vez que lo hicieron unos cuantos miles, fue bajo la conducción de Simón Bolívar para luchar por la independencia de buena parte de América del Sur.
No deja de ser cínico que ahora el país esté peor por culpa de aquellos golpistas que se alzaron contra la democracia en 1992 criticando -y “justificando” con ello sus crímenes de entonces- todo lo que ellos mismos han empeorado, desde que, desgraciadamente, llegaron al poder en 1999.
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