Defensa, sin final feliz, de unos partidos lapidados sin misericordia
“Los partidos atacados han fallado en la explicación de su conducta. (…) Que a estas alturas de la borrasca un escribidor espontáneo trate de lavarles la cara deja mucho que desear, insonoros y taciturnos dirigentes de AD, PJ y UNT”.
No deja de ser extraño que, debido a una opinión que ha prevalecido después de la liquidación del gobierno interino, se considere al conjunto de los líderes que la promovieron como parte de una logia de farsantes impresentables, o simplemente como un club de hampones y traidores que merecen la quinta paila del infierno republicano. Tal vez el fenómeno se pueda entender si lo confinamos en el interior de las redes sociales, en cuyo seno pululan la superficialidad y los dardos envenenados, pero cuando se manifiesta a través de juicios hechos por personas cultivadas, o en editoriales de unos portales dedicados a análisis que parecen profesionales, topamos con una conducta muy alarmante.
Una primera situación sobre la cual conviene reflexionar se refiere a la trayectoria de los partidos que ahora son vapuleados. Los antecedentes de un partido como Acción Democrática (AD), antiguos no solo en la defensa de la democracia sino también en la creación del republicanismo contemporáneo, no permiten la alternativa de una degeneración como la divulgada por los apedreadores del día. De la vitalidad trasmitida a la lucha contra la dictadura por Primero Justicia (PJ), una organización caracterizada por la moderación de su ideario y por la contención de sus voceros, no se llega a la oscura empresa de desunión que ahora se le atribuye. El arraigo regional de Un Nuevo Tiempo (UNT), las soluciones prácticas que ha propuesto en diversas ocasiones frente a numerosos contratiempos y su acierto en el manejo de las oportunidades, hasta el punto de transformarse en una referencia alejada de lo lugareño, no invitan a pensar que sus dirigentes hayan confundido la praxis con la prisa.
Y ahora lo más curioso del asunto: mientras crece el empeño en el fusilamiento colectivo de los dirigentes de esos partidos, sin considerar siquiera los sacrificios y los aprietos que han soportado en sus batallas contra las dictaduras de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, con el mayor de los entusiasmos se ventila el cuadro de honor del interinato. No hay dudas sobre la banalidad del gobierno encabezado por Juan Guaidó, caracterizado por la precariedad de sus realizaciones concretas, pero pareciera, debido a las veleidades de centenares de opinantes, que ha sido el aporte estelar de la oposición en los últimos años. Ciertamente su bautismo en la Oficina Oval y su confirmación por democracias esenciales de Occidente anunciaban espléndida cosecha, pero ¿dónde está realmente esa cosecha? En materia de ideas ha sido más tierra yerma que parcela productiva, pero sobran los comentarios alentadores sobre lo que supuestamente se ha escrito y dicho desde su tribuna. Han circulado denuncias susceptibles de atención sobre manejos extraños o fraudulentos de dinero, llevados a cabo por el elenco más cercano al interino; pero el público no se detiene en el escándalo que pueden significar, y en el perjuicio que le causan a la oposición democrática. Por último, calamitosos errores de conducción política, provocados por una dirección unipartidista, o por un voluntarismo personalista que ignoró a sus aliados del principio, en lugar de advertirse en toda su magnitud se tratan con benevolencia o pasan como nimiedad, a pesar de la pesada roca que atravesaron a las luchas democráticas, a las distancias profundas que cavaron hasta llegar a un remiendo imposible, al reventón de nuestros días que no podía esperar.
La posición tan banderiza que están leyendo, dispuesta a ignorar matices y peleada con el freno, se debe a cómo los partidos atacados han fallado en la explicación de su conducta. Tal vez temerosos de nadar contra la corriente, o apabullados por una campaña rica y ubicua que se ha orquestado para provocar su desprestigio en términos abrumadores, se han limitado a proteger los rabos con las piernas. Solo un libro de necesaria lectura, escrito por Julio Borges antes de divorciarse formalmente de Guaidó y al cual dediqué una reseña aquí hace poco, ha ofrecido un análisis convincente de los motivos que condujeron a los desgarramientos de la actualidad. Un análisis personal que ni siquiera involucra del todo a su partido, conviene recalcar.
Las aludidas organizaciones no han redactado un documento formal sobre el asunto. Que a estas alturas de la borrasca un escribidor espontáneo trate de lavarles la cara deja mucho que desear, insonoros y taciturnos dirigentes de AD, PJ y UNT. Así las cosas, se puede dar el portento de que el limbo que han desmantelado vuelva por unos fueros insostenibles. Están avisados.
LA GRAN ALDEA
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