SECUESTRO Y TORTURA DEL ACTIVISTA EN DERECHOS HUMANOS
JOSÉ VICENTE HARO
El 27 de agosto de 2018
TalCual reportó:
-La ONG Acceso a la Justicia divulga el
testimonio del abogado José Vicente Haro que da cuenta de la vulnerabilidad
civil ante unos cuerpos de seguridad cada vez más represores.
Y
agregó:
-Nadie está a salvo del
siniestro patrón. Cualquiera que no comulgue con el chavismo forme parte o haya
participado en alguna actividad de protesta contra el Gobierno, puede ir
caminando tranquilamente por la calle o manejando su vehículo, ser interceptado
por algún grupo armado y durante un tiempo indeterminado desaparecer; como si
se lo hubiese tragado la tierra. Después de días o incluso meses puede
aparecer, torturado, ya sea, porque lo liberaron en alguna carretera oscura, o
resulte encarcelado acusado de algún delito que no cometió.
El testimonio que se
leerá a continuación y que fue recogido en exclusiva por Acceso a la Justicia,
es tan solo un ejemplo de lo que actualmente y con mucha frecuencia sucede en
nuestro país, en términos de una represión gubernamental convertida en una
política de Estado para neutralizar o incluso aniquilar a todo aquel que
disienta de una ideología que cada vez responde menos a un ideal político y se
usa sólo como medio para justificar el mantenerse en el poder.
“Ser secuestrado y
torturado por cuerpos de seguridad del Estado le puede pasar a cualquier
venezolano, sea defensor de derechos humanos o no (…) cualquiera está expuesto
y hay gente menos pública que ha sido objeto de agresiones gravísimas, mucho
más que las que yo he sufrido. El concejal (Fernando) Albán no
vivió para contarlo. Yo estoy narrando mi historia a través de medios de
comunicación, tengo abogados y la posibilidad de ir a instancias internacionales
a denunciar, pero el ciudadano de a pie no, está desprotegido porque en
Venezuela no hay respeto hacia la integridad física de una persona, a la vida”,
asegura el abogado constitucionalista José Vicente Haro.
Después destacó:
-El también profesor
universitario denunció que fue secuestrado durante 36 horas entre los días 3 y
5 de octubre de 2018. En la actualidad busca internacionalmente, a través de la
Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH), lo que en su propio
país se le niega: Justicia.
Luego formuló las
siguientes preguntas:
-¿A qué
organismo internacional acudió y cuál fue la denuncia presentada?
-Con motivo de los
hechos ocurridos entre 3 y el 5 de octubre de 2018, cuando fui objeto de una captura por parte
de las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES), adscrita a la Policía Nacional
Bolivariana (PNB) y de las torturas, vejaciones y tratos
crueles, inhumanos y degradantes a los cuáles me sometieron, además de la
detención arbitraria de 36 horas, acudí ante la CIDH, en vista de que este
organismo emitió una medida cautelar a mi favor desde agosto de 2015 y está
vigente. En esa ocasión (2015) denuncié ante la CIDH amenazas serias de
muerte, probadas, por parte de órganos de seguridad del Estado venezolano, por
acusaciones que había realizado sobre torturas a presos políticos por parte de
funcionarios.
-¿Qué
respuesta ha recibido de los órganos de administración de justicia en Venezuela
ante las amenazas y agresiones de las cuáles ha sido víctima?
-Cuando se ha tratado
de una amenaza real he decidido hacer las denuncias correspondientes ante el
Cicpc, el Ministerio Público (MP) y finalmente la CIDH. En estos momentos en
Venezuela los defensores de derechos humanos y las ONG han sufrido amenazas,
ataques, persecución, hacia sus abogados y activistas y no podemos encontrar un
órgano independiente que realice una investigación y proteja y garantice la
vida de estas personas, así que uno está obligado a acudir a la CIDH porque es
la única vía que nos queda.
Ante el MP tramité
denuncias desde 2013, cuando el colectivo llamado La Piedrita de la parroquia
23 de enero, me amenazó por unos señalamientos que realicé contra el Plan de la
Patria 2013-2019, que incluía a los colectivos como parte fundamental para
atacar a la población civil disidente. En ese entonces personas armadas se
presentaron a mi oficina, fui al MP, pero este solicitó la desestimación de la
denuncia ante un tribunal.
En una segunda ocasión,
en 2014, se dieron amenazas sistemáticas, primero a través de twitter, donde
colocaban mensajes que me atacaban por defender algunos presos políticos y
colocaron fotos de cadáveres diciéndome: así va a amanecer usted mañana. No le
presté mayor atención, hasta que en dos hechos con el Sebin (Servicio
Bolivariano de Inteligencia), fui abordado por sus funcionarios armados
identificados, quienes me invitaban a renunciar a la defensa de esos presos, yo
llevaba un total de cinco casos. Esto lo denuncié a la CIDH y se emitió
la medida cautelar en 2015. Desde entonces y hasta el más reciente secuestro lo
he reportado ante la Comisión.
-¿Qué
le ocurrió entre el 3 y el 5 de octubre?
-El 3 de octubre cerca
de las 7:45 de la noche, desplazándome en Caracas desde Santa Fe para llegar a
la zona de Los Naranjos de Las Mercedes fui interceptado, primero por una
alcabala del FAES donde se me hizo una primera identificación. Luego sigo mi
curso a través de una calle que tiene nombre de Carretera de Baruta, adyacente
a los campos de golf y fui abordado en mi carro por otro vehículo, una
camioneta con luces altas, cuyas características no me permitieron identificar.
Sentí que el carro se iría contra el mío
de frente, giré a la derecha y logro ver por el retrovisor otro carro y en
fracciones de segundo me doy cuenta que estoy atrapado. Vi a una persona
uniformada con chaleco, arma larga, subiendo por el capó de mi carro, otro
rompe el vidrio, otro abrió la puerta y me colocaron un suéter negro que yo
cargaba en la cabeza. Me dan un cachazo y después recibí tres golpes muy
fuertes en la cabeza con la culata del arma. Sentí que me desmayaba, aunque
traté de no perder el control.
No podía ver pero supe
que me subieron a una camioneta, dos funcionarios se colocan a cada lado, dos
más adelante, gritaban, me agarran por el cuello, me lo doblan y empiezan a
darme más cachazos. Ellos se identificaron y me identificaron a mí, me decían
quédate tranquilo, yo no opuse resistencia. Me decían, no se mueva somos del FAES, ¿usted sabe lo que es el FAES?
Fuerzas de Acciones Especiales. Siguieron
los cachazos.
Sentí
que el vehículo rodaba mucho, fue casi una hora hacia algún lugar. Colocan el
vehículo en una plataforma y lo bajan. En el trayecto, estas personas me insultaban
y golpeaban, yo trataba de respirar. El vehículo entra a un lugar, bajamos unas
escaleras como de caracol hacia una especie de sótano. No podía ver nada. Me
llevan hacia un lugar, me sientan y vuelve una persona que parecía el jefe, más
agresivo, me pregunta si entendía la situación y que si sabía que ellos tenían
órdenes de ejecutarme. Yo trataba de enfocarme y no entrar en pánico.
Después
de quitarme mis objetos personales, me colocan una granada en la mano y me
hacen colocar el dedo en el dispositivo que la activa, me ponen una granada en
cada mano, me levantan la capucha y me las muestran. Con eso no se te va a
ocurrir moverte, me dijeron. Nunca me ataron de manos y pies.
-¿Le dijeron por qué lo habían capturado, por qué lo
golpeaban?
-Logro
escuchar, decían que tenían que llamar a sus jefes, hablaban de un director, o
decían que el ingeniero estaba llamando por el satelital. También hablaban de
un doctor. Percibí que estaban como pidiendo instrucciones a tres personas.
Identifiqué como siete voces distintas, subían y bajaban, entraban y salían,
nunca pude ver sus caras y no me atreví a quitarme la capucha.
Me
preguntaban por qué yo estaba ensañado con (Néstor) Reverol, por qué yo atacaba
tanto al ministro de Interior y Justicia, y a diferentes funcionarios que yo
había denunciado, Gustavo González López entonces director del Sebin, entre
otros. Yo no contestaba a los insultos. En algún momento respondí: por
torturas, tratos crueles y degradantes. Entonces replicaron, ¿quieres saber lo
que es una tortura? Me levantaron la capucha, me mostraron una Uzi y con la
culata me dieron fuertemente en las rodillas, luego en la cabeza. Yo les
repetí: son torturadores, son los que trabajan activamente en la tortura en el
Sebin.
Yo
trataba de aguantar y respirar porque sentía problemas de oxigenación. Cuando
yo pedía agua y ellos me la daban, aprovechaba para respirar, me servían el
agua en un vaso grande y trataba de percibir si era agua contaminada con alguna
sustancia.
El
maltrato físico iba y venía, acompañados de interrogatorios sobre algún tema en
particular. Luego había lapsos de silencio, percibía que comían, se encerraban
en una oficina. En algún momento pregunto si hay alguien allí, una voz joven no
policial me contesta, le pido agua y en una oportunidad me pasó un pedacito de
pollo del tamaño de un puño de una mano, me dijo no diga nada. Esa misma
persona, en la mañana porque hablaban de desayuno, me coloca en la mano algo de
masa, él me susurra que era un pedacito de arepa que echaron a la basura. Nunca
llegué a dormir.
En
la tercera ola de agresiones un tema recurrente fue el de la Asamblea Nacional
(AN), preguntaban si yo trabajaba para la AN, si pertenecía a algún partido,
por qué defendía tanto la inmunidad parlamentaria, eso no lo entendí.
La
cuarta ola de agresiones tuvo que ver con unas declaraciones dos días antes de
mi captura, en las que afirmé que el borrador de la nueva Constitución que
estaba circulando era la respuesta política de un personero del gobierno a
palabras de la embajadora de EEUU ante la Organización de Naciones Unidas (ONU)
Nikki Haley en las que lo acusaba de estar involucrado en narcotráfico,
corrupción, terrorismo y legitimación de capitales.
Durante
las 36 horas de cautiverio hubo tres ocasiones muy difíciles. En una de
ellas me llevaron a la playa, percibí que era de noche, me pusieron un arma en
la nuca, me dijeron que hasta allí había llegado, que ellos sólo cumplían
instrucciones. En ese momento hice mentalmente un repaso de mi vida. Pero
dijeron que tenían que llamar para verificar, y al final dijeron que estaba
abortada la operación. De nuevo me llevaron al sótano.
Luego
la última oleada de agresiones. Ellos me desnudan, me llevan como a una
habitación porque oí la puerta, me lanzan de espalda al piso y acostado caigo
en cuenta que una de las torturas que yo tanto había denunciado era la que iban
a cometer contra mí. Una de las torturas más usadas en el Sebin, era coaccionar
físicamente a la persona, si son hombres, tirarlos de espaldas, abrirle las
piernas e introducirle un palo por el ano, una violación en términos concretos.
Empiezan
a pasarme un palo por la espalda y cuando pensé que venía lo peor, lo que sentí
fue un mazazo en la costilla, del lado del pulmón izquierdo en la espalda,
durísimo, que todavía hoy en día me duele, no hubo fractura pero quedé
lesionado. Fue el momento más indignante como persona, como ser humano y como
hombre. Al rato sentí que me tiraron el interior, la franela, poco a poco me
dieron las cosas para vestirme y me dieron de nuevo las granadas.
Me
movieron otra vez, subí a la patrulla, se montaron ellos, sentí que se pusieron
los chalecos, que tomaban las armas, me pregunté de nuevo si me ejecutarían. El
carro empezó a dar otro recorrido muy largo, como una hora, me bajan en un
sitio, me tiran en el piso, me ponen las manos en la cabeza, pensé que me
dispararían. De repente, oigo pasos, que cierran con mucho ruido las puertas de
un carro, luego que arrancan, no escuchaba nada, no me atrevo a quitarme la
capucha, el carro ya se escuchaba lejos, empiezo como a moverme prudentemente,
preguntaba ¿hay alguien allí? Pensé en que quizás me estarían probando, después
me quito con cuidado la capucha, decido mirar a un lado, luego hacia otro y me
di cuenta que estaba en una carretera rudimentaria, me habían quitado los
lentes y yo soy miope, percibía una luz muy lejana y dije: parece que me
liberaron. Me sangraba la cabeza.
-¿Hay alguna investigación abierta por su
secuestro?
-Yo
fui voluntariamente a la División Antiextorsión y Secuestro del Cicpc en el Alto
Hatillo, el mismo 5 de octubre, mis captores me liberan como a las dos de la
madrugada y a las 5 pm voy a rendir declaración para tener la constancia y
llevarla a la CIDH. Pero cuando yo digo que fue el FAES, el jefe de la División
no me quiso tomar la declaración, que tenía que pedir autorización y me dice
que vaya el lunes. Así lo hice pero sólo registraron la cuarta parte de lo que
dije, omitieron todo lo relacionado con el FAES, las referencias a Reverol, a
las armas y a un alto funcionario. Pedí a mis abogados que prepararan un
escrito y eso fue lo que llevé a la CIDH.
Pasé
al día siguiente a la medicatura forense y el examen se limitó a que el
médico me preguntara qué tenía, no me examinó, no observó el estado de mis
rodillas, de mi espalda, de mi cráneo y dijo que lamentaba lo que me ocurrió, y
que llevara un papelito que firmó a la División Anti Extorsión y
Secuestro. Finalmente, según informaciones de mis abogados, el caso lo
maneja la Fiscalía 74 del Área Metropolitana de Caracas.
-¿Qué consecuencias tuvo el hecho sobre su salud
física y mental?
-Sufrí
múltiples contusiones. En el cráneo se me originó un edema cerebral, pero según
el TAC (tomografía computarizada) que me realizaron, no se generó fisura o
fractura, pero sí un derrame de sangre interno, que con el tratamiento asignado
por los médicos superé, actualmente puedo decir que ese edema no existe según
los exámenes. En cuanto a las rodillas los dolores fueron fuertes los primeros
días, tampoco hubo fisura, ni fractura según el traumatólogo. En las costillas
sí hubo algunas fisuras que todavía hoy día generan dolor.
En
lo mental, hasta ahora no puedo negar que hay un efecto, pero de las dos
entrevistas que he tenido con una psiquiatra de forma preventiva se ha
descartado que exista una situación que se pueda calificar como estrés post
traumático o depresión. Sí se me recomendó una especie de terapia que consiste
en tratar de dejar a un lado los pensamientos recurrentes sobre el hecho y
dedicarme a ver hacia el futuro para que no se convierta en un trauma y hasta
ahora ha sido favorable para mí. Agradezco a Dios porque no sufrí grandes
consecuencias.
Lo
que sí se mantendrá en mí es la convicción de seguir luchando como defensor de
derechos humanos en Venezuela, seguir con los casos de presos políticos que
llevo, tomando las precauciones debidas.
(En la narcodictadura
de Nicolás Maduro es peligroso ejercer el oficio de defensor de los derechos
humanos, porque le resulta incómodo y el régimen lo ve como a un enemigo al que
hay que hostigar, torturar y privar de libertad. Antes de este caso, se produjo
la detención arbitraria del profesor Javier Tarazona, quien al momento de
redactar este capítulo, 18 de enero de 2023,
cumplió 565 días detenido en las
mazmorras del siniestro Sebin, según recordó Crisbel Varela, del portal 800 Noticias. Lo insólito de esta
detención es que fue hecha por el organismo encargado de evitar abusos de los
cuerpos de seguridad, el Ministerio Público, al momento de hacer una denuncia
contra la Faees)
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