Diego Sánchez: un icono de Caracas que sobrevive vendiendo sus artesanías
- Piezas electrónicas, tapas de plástico y flores son la materia prima de Diego. Llegó a la plaza El Venezolano en la década de los años ochenta y desde entonces es una cara conocida para quienes concurren el casco central de la capital
La plaza El Venezolano, en el centro de Caracas, ha sido durante varios años el lugar de trabajo de Diego Sánchez. Lo estableció frente a una escaleras para poco a poco, y sin quererlo, arraigarse como uno de los iconos o personajes culturales más reconocidos por su artesanía del casco central.
Aunque su trabajo se basa principalmente en la elaboración de figuras con cobre, su arte también está enfocado en el reciclaje y la naturaleza. Lo conocen como el señor de los insectos mágicos. Confecciona arañitas y libélulas, además de otras figuras a las que le da forma con un par de pinzas y sus manos.
Pero más allá de sus obras, está la historia de un venezolano que se niega a abandonar su afición por la artesanía. Se niega a hacerlo porque reconoce el aporte cultural que le otorga a la ciudad. También porque siente el compromiso de compartir su arte con los niños. Todos los días hace sacrificios por estar allí, en la plaza a la que llegó en la década de los años ochenta.
Su historia
Diego confiesa que no está casado y tampoco tiene hijos. Agrega, entre risas, que la vida no le otorgó ese don. Es oriundo de Acarigua, estado Portuguesa. Llegó a Caracas por pura casualidad y se quedó en ella porque quedó enamorado de la ciudad. Su interés por la artesanía nació por iniciativa propia y siempre ha estado arraigada con la necesidad de promover la cultura sobre todas las cosas.
Diego comenta que actualmente no tiene casa propia. Todos los días, después de salir de la plaza El Venezolano, se las arregla para dirigirse a una zona rural cercana a El Junquito. Muestra un manojo de llaves y dice que vive momentáneamente en ese lugar. Se trata de un trayecto largo: usa el Metro para llegar a la estación Propatria, de allí se sube a un jeep que lo lleva hasta la parte más alta del cerro. Muchas veces, confiesa, lo hace con el estómago vacío.
El artesano indica que hay días en los que la suerte no está de su lado y no vende ninguna de sus obras. En esos casos, dice, no tiene otra opción más que pasar hambre. “Hay veces que me ha tocado fuerte. Estoy tratando de ahorrar para comprar un cable que me permita tener luz propia en el rancho porque me toca en algunas oportunidades alumbrar solo con la linterna del teléfono. También quisiera comprarme una cocinita eléctrica que me permita cocinar en las noches”, explicó.
Diego afirma que depende de la comida que venden en las calles, pues no puede cocinar donde reside. Resuelve con empanadas, tequeños o cualquier comida que sea económica. Por eso también valora a la gente que da a conocer su trabajo, porque más allá de poder subsistir, es consciente de que hay personas que reconocerán el valor de sus artesanías.
Reciclaje e ingenio
Ser artesano en Venezuela es sortear la crisis. En el caso de Diego, el no tener recursos lo hizo buscar alternativas para conseguir materiales. Su idea principal se basó en reutilizar productos que se consideraban basura. De allí nació la idea de hacer artesanía que tuviera material reciclado de distintas partes de la ciudad. También constantemente usa flores de lugares característicos de la ciudad. Así ha recogido pedazos del árbol de parapara de El Calvario y de los pinos de la plaza Bolívar.
El ingenio nunca le ha faltado. También utiliza botellas de plástico y pedacitos de piezas electrónicas que le donan. El proceso comienza cuando le da forma al insecto mágico que elige. A lo largo de su trayectoria ha aprendido a elaborar varios animales de la geografía nacional.
Las arañitas son más fáciles de elaborar, pero el proceso es más largo. Es perfeccionista y una pieza no la muestra al público hasta que considere que está lo suficientemente linda y delicada. Él las lija y las decora de manera que ninguna pieza sea igual.
Uno de los puntos a favor, dice Diego, es que al estar en una zona tan céntrica mucha gente, sobre todo extranjeros, pasan y se fijan en su trabajo. Comenta que algunas de sus obras han viajado a España, México y Rusia. Aunque existen muchas razones para que Diego se dedique a otro oficiio, él se niega a abandonar lo que le apasiona a pesar de la crisis del país. El artesano, a quién muchos catalogan como un icono de la ciudad, desea que este año sea positivo para él y para su trabajo, al que le ha dedicado tantos años, con constancia y fe.
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