miércoles, 22 de febrero de 2023

Rodulfo González. LA DIÁSPORA EN EL SOCIALISMO DEL SIGLO XXI

 

PREFACIO

 

          Hasta la llegada al poder del teniente coronel ® Hugo Chávez por vía del voto popular en febrero de 1999, tras fracasar en un cruento intento de golpe de Estado Militar para derrocar al presidente Carlos Andrés Pérez el 4 de febrero de 1992, Venezuela había sido un país receptor de migrantes procedentes de Europa y América Latina.

            Pero a partir de esa nefasta fecha, que hizo retroceder a la República a etapas ya superadas de su historia en materia económica, calidad de vida,  habitacional, cultural, social, servicios de salud, educativos, electrificación, telefonía, agua potable, gas, gasolina, y diésel;  infraestructura vial, agroindustria, comercio, seguridad pública, militar, respeto a la propiedad privada, mantenimiento de edificaciones públicas, transporte aéreo, marítimo, terrestre, fluvial, lacustre y subterráneo, servicios penitenciarios, derechos humanos, etc., por primera vez los venezolanos, que antes de la implantación del socialismo del siglo XXI, viajaban al exterior como turistas, para tratarse en los establecimientos hospitalarios de alto nivel científico, los pudientes, claro está,  o bien a estudiar pregrados o posgrados en universidades prestigiosas de Europa o de Estados Unidos, ante la debacle socio-económica inducida por el régimen a los fines de pauperizar a la población y facilitar el control colectivo mediante dádivas y bolsas de comidas, que según los expertos médicos, no cubren ni el 10% de las necesidades nutricionales de quienes las reciben.

            Todas esas calamidades han convertido a millones de venezolanos en emigrantes, luego de caminar millares de kilómetros, exponiéndose a diversos peligros, que van desde la trata de personas, abusos y arbitrariedades de las autoridades, robos, violaciones, a la muerte cruzando caudalosos ríos, cruzando la región del Darién o por parte de criminales e inclusive funcionarios,  etc.

            Y como van en tan calamitosas condiciones, en los países donde logran establecerse son objetos, muchos de ellos,  de ataques de xenofobia o aporofobia, término éste acuñado en 1995 por la profesora española Adela Cortina, que significa “rechazo, aversión temor y desprecio hacia el pobre”. En países como Argentina los profesionales venezolanos, por su cualidad de extranjeros, reciben una paga inferior al nativo, aunque el trabajo sea el mismo. Cabe recordar que millares de argentinos recibieron acogida en nuestro país cuando la hora negra de los gorilas militares y no fueron discriminados ni en la administración pública ni en el sector privado.

            La historia de Venezuela si registra  tres migraciones internas. La primera ocurrió en el siglo XIX, concretamente el 7 de julio de 1814. Se le conoce como la Emigración Oriente, y se produjo a raíz de la serie de derrotas sufridas por el ejército independentista de parte de las fuerzas realistas bajo el mando de José Tomás Boves.

            En efecto, y como estrategia de Simón Bolívar para enfrentarse al ejército realista, tras la opinión favorable de las Juntas de Arbitrios y de Guerra creadas a tal fin, numerosas familias caraqueñas se desplazaron hacia el oriente del país a fin de dejar la plaza libre y de ese modo derrotar a los realistas.

            Entre las migrantes iba la joven Luisa Cáceres, quien se residenció en la isla de Margarita, contrayendo nupcias luego con el general Juan Bautista Arismendi, héroe de la independencia, sometida a prisión en el Castillo de Santa Rosa, sito en La Asunción,. La heroína, conocida después como Luisa Cáceres de Arismendi, prefirió la cárcel antes que traicionar la causa patriótica.

            La segunda migración interna comenzó a mediados  del siglo XX, como consecuencia de la explotación petrolera, cuando millares de agricultores dejaron sus sembradíos para buscar trabajo en los campos petrolíferos de los estados Monagas, Anzoátegui y Zulia y mejorar su calidad de vida. Se le denominó éxodo campesino y la economía basada en los productos del campo dio paso a la economía petrolera.

            Para ese momento las posibilidades del venezolano de ascender en la escala social y mejorar su calidad de vida eran ínfimas por cuanto los recursos provenientes del campo eran insuficientes y no permitían la creación de escuelas, liceos y universidades en número  suficiente para la formación ciudadana, el atraso era evidente, escaseaban las carreteras asfaltadas, así como los servicios hospitalarios, de acueductos, de alcantarillados para las aguas servidas, que iban directamente a al mar, a los ríos y a los lagos, de electrificación y de gas, por citar algunas carencias, sólo disponible en los campos petroleros y en los llamados mechurrios.

            La tercera,  a partir de la caída de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez, el 23 de enero de 1958, cuando millares de campesinos y desempleados se trasladaron a Caracas, ubicándose en viviendas improvisadas (ranchos), u ocupando los bloques habitacionales de  la entonces llamada urbanización 2 de Diciembre convertida luego en lo hoy en día es la Parroquia 13 de Enero, y en otras ciudades, con miras a lograr una mejor calidad de vida.

            Estas dos últimas migraciones marcaron la decadencia de la agricultura del país.

            Y con el socialismo del siglo XXI,  por primera vez el país pasó de ser receptor de migrantes de diversas partes del mundo a proveedor de éstos, sin estar en guerra interna ni externa y en plena bonanza económica debido al exorbitante aumento de los precios petroleros, recursos que no fueron empleados por el teniente coronel ® Hugo Chávez para mejorar la calidad de vida del pueblo, como tampoco lo hizo su sucesor, el exconductor del Metro de Caracas Nicolás Maduro, sino para alimentar el monstruo de la corrupción y ganar la adhesión de los miembros del Caricom, de las fuerzas armadas, de Cuba, que de hecho convirtió a Venezuela en una de sus provincias, de Nicaragua, Brasil en tiempos de Lula da Silva, Nicaragua, Ecuador, Argentina, etc.

            Para dar una idea de la magnitud de esta diáspora, cuantitativamente ha significado una merma en la demografía del país, según datos de la ONU divulgados en febrero de 2023, de 7,1 millones de habitantes, que cada día aumenta porque la emigración no cesa debido a la miserización constante  del salario, y cualitativamente ha significado la pérdida de millares de profesionales en medicina, enfermería, en todos los niveles educativos, electricidad, ingeniería, telefonía, petróleo, periodismo, trabajo social, gastronomía, computación y otras ramas del conocimiento humano formados en universidades e institutos técnicos, lo cuales han sido aprovechados por los países receptores con sueldos dignos.

            Para llegar a sus destinos, en muchos de los cuales no han sido bien acogidos, han tenido que recorrer a pie grandes distancia con la esperanza de encontrar la calidad de vida que el socialismo del siglo XXI les ha negado por una razón obvia, arruinar al país para controlarlo mediante los colectivos, los patriotas cooperantes, la corrupción institucionalizada y la cubanización.

            Muchos han tenido éxito haciendo posible las remesas a los familiares que quedaron en Venezuela de Dios, de las cuales la narcodictadura, como en la tiranía cubana, han querido pechar. Otros, han fracasado en el intento, inclusive con la vida o sometidos a tráfico de personas.

            La xenofobia o la aporofobia han estado presentes en la diáspora venezolana, especialmente en Chile, Perú y Ecuador, a pesar de la deuda que ambos países tienen con Venezuela a raíz  las dictaduras de Augusto Pinochet y Manuel Odría, en los dos primeros países, y por una mejor calidad de vida, Ecuador.

            En modo alguno pretendo agotar el tema de este libro, que forma parte de un proyecto de investigación dirigido a dejar para la posteridad el testimonio de la barbarie del castro-chavismo-madurismo-militarismo, que no  sólo originó la diáspora sin estar en guerra, sino que despedazó a todo el país retrotrayéndolo a horas oscuras de su historia.

           

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