POESÍA
¡Cuán generosa,
poesía, de luz vestida, has sido conmigo, barco a la deriva, nómada
impenitente, huérfano de amor, fracasado guerrero, trovador atormentado! Tu
brillantez me hizo vencer las sombras que interrumpían mi viaje sin destino y
la oscurana que entorpecía, con su negritud de susto, el fluir exacto de las
ideas escondidas en lo más recóndito del alma. Tu dulzura de miel silvestre,
que tan copiosamente me diste cuando la amargura quiso apoltronarse en mi débil
corazón, me puso en contacto con el prodigio de la alegría y así abatí mi
tristeza milenaria. Tu gracia, poesía de encanto encinta, me trasmitió la
fuerza vital con la cual libero mi memoria, longeva ya, la creatividad que hago
navegar en el ciberespacio.
Tu don, poesía
ataviada con un primoroso traje de sueños, hizo el milagro de la ubicuidad para
estar en mi solitaria orilla y en la orilla de mi amada, sin que ella lo sepa.
Tu vigor, poesía
cargada de belleza única, con sólo presentirte, me ha insuflado fuerza para ser
dueño del tiempo y del espacio, del lucero que aparece en la noche para
acompañar a la luna en su brillantez nocturna, del camino que parece no tener
fin, de la imaginación con la que fabrico fabulosos palacios donde moran
princesas que no envejecen, fantasmas que no asustan, bufones fastidiosos y
sapos esperando el beso de la amada para convertirse en príncipes y de ti,
poesía graciosa.
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