¿Paz autoritaria?, por Félix Arellano
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Ante el creciente deterioro de la imagen internacional de China, el presidente Xi Jinping, consolidado a nivel interno, está tratando de retomar algunos rasgos de la cara amable de su política exterior, el «soft power», que promovió inicialmente el gran líder Deng Xiaoping, y trataron de mantener los siguientes presidentes chinos, hasta la llegada de Xi Jinping a la presidencia, quien ha desarrollado una posición más agresiva, incluso militarista.
En este sutil cambio, se está privilegiando el papel de la mediación y el pacifismo, particularmente orientada a regímenes autoritarios y con claros fines geopolíticos. Un intento de construcción de paz, que nada tiene que ver con la llamada paz positiva o estructural de la década de los sesenta (Johan Galtung) o la paz neutra de los noventa (Francisco Jiménez).
Asumiendo una dosis de audacia, la podríamos definir como una paz autoritaria o, recordando el pasado, una paz armada, como se definió en Europa el periodo de 1871 al 1914, del fin de la guerra franco prusiana al inicio de la Primera Guerra Mundial.
En los incipientes esfuerzos de mediación destacan, su labor en la reciente suscripción de un acuerdo para reanudar las relaciones diplomáticas entre Arabia Saudita e Irán (10/03/2023), potencias de alcance regional en permanente enfrentamiento en el Medio Oriente. Por otra parte, la estrategia en pleno desarrollo para promover un acuerdo de paz entre Rusia y Ucrania. Al respecto, ha presentado un plan de paz de 12 puntos y, en estos momentos, el presidente chino se encuentra de visita oficial en Rusia (del 20 al 22 de este mes), para fortalecer las relaciones bilaterales y tratar de avanzar en la mediación china frente al conflicto de Rusia con Ucrania.
Estamos conscientes que resulta prematuro profundizar sobre esta línea de acción pacifista en la política exterior china, pues resulta muy limitada y pronto pudiera diluirse, en el contexto de la tendencia agresiva que caracteriza la acción del presidente chino. Ahora bien, no obstante, lo reciente del esfuerzo, no podemos dejar de reconocer que puede constituir un aporte, cargado de dilemas y desafíos.
Entre las contradicciones, estamos conscientes que no constituye una tendencia orientada a la construcción de un mundo más humano; empero, no podemos negar que, superar la masacre de inocentes, como está ocurriendo en Ucrania, constituye un paso indispensable y un avance humanitario.
El acuerdo entre Arabia Saudita e Irán, constituye un éxito, que puede contribuir a reducir tensiones en una región caracterizada por la constante violencia. Abre un espacio de diálogo entre rivales históricos, que representan posiciones divergentes en el islam. Arabia Saudita encabezando la visión sunita, mayoritaria en el mundo musulmán e Irán como líder de la visión chiita. Pero además son potencias que compiten a nivel regional, lo que ha sido calificado como «la guerra fría del Medio Oriente» y se enfrentan en diversos escenarios (entre otros Siria y Yemen).
En estos momentos, el acuerdo ha recibido un importante respaldo con la reciente declaración del gobierno teocrático iraní, que dejará de enviar armamentos al grupo rebelde de los Hutiés en Yemen; empero, para los críticos del acuerdo, las diferencias entre ambos gobiernos son tan profundas, que reducen las posibilidades de su estabilidad en el tiempo.
Seguramente tal acuerdo puede contribuir a la paz y seguridad internacional, pero para China constituye un éxito en su expansión y liderazgo internacional. Incorporando el factor geopolítico en escena, al fortalecer su presencia en el Medio Oriente y, en alguna medida, debilitar el proceso de los Acuerdos de Abraham que, bajo la mediación del gobierno de los Estados Unidos, ha logrado el reconocimiento del Estado de Israel por parte de los Emiratos Árabes Unidos y Bahréin (septiembre 2020).
*Lea también: Ucrania: los cuatro bloques de la guerra, por Fernando Mires
En el marco de tales acuerdos se esperaba avanzar en los reconocimientos de Israel por parte de Arabia Saudita, Sudan y Marruecos; pero la diplomacia china ha generado una disrupción y, aprovechando las diferencias de la administración del presidente Biden con Mohamed bin Salman, príncipe heredero de Arabia, marcado por la violación de los derechos humanos, logró orientar al poderoso país árabe a negociar con su principal rival en la región, desplazando el reconocimiento de Israel.
Xi Jinping juega a la mediación y al pacifismo, entre regímenes plenamente autoritarios y tratando de avanzar en su liderazgo geopolítico internacional, orientado a erosionar los valores libertarios, la democracia, los derechos humanos y, en consecuencia, el orden internacional liberal.
En el escenario de la guerra en Ucrania el papel de mediación de China puede resultar más cuestionable, pues si bien se define como neutral, es una neutralidad totalmente desequilibrada. Es cierto que China mantenía una relación económica interesante con Ucrania, pero previo a la invasión rusa, en la visita del presidente Vladimir Putin a Pekín, para la inauguración de los juegos olímpicos de invierno (04/02/2022), ambos gobiernos suscribieron una declaración en la que destacaron mantener «una amistad sin límites».
Pareciera que inicialmente el presidente chino asumió la narrativa de Putin: la invasión como una «operación especial», que representaba una necesidad histórica, en defensa de Rusia ante la expansión de la OTAN y que sería fácil y rápida. Se esperaba que el presidente Volodimir Zelensky de Ucrania saldría huyendo a las pocas horas de la invasión y Rusia asumiría el control del país, siguiendo el precedente de Crimea en el 2014.
Pero la realidad ha resultado radicalmente opuesta y el gobierno chino, si bien asume este escenario de invasión para sus planes frente a Taiwán, ya ha expresado su malestar con una guerra que se extiende, afectando sus proyectos geopolíticos.
El gobierno de Estados Unidos resalta que el reciente activismo chino por la paz, se presenta cuando Rusia presenta algunos avances militares en el territorio ucraniano (en el norte de Bajmut), lo que le permite una posición de fuerza. Una lectura que nos lleva a un círculo vicioso, que elimina la posibilidad de una paz negociada.
Es evidente que China no juega un papel neutral, pero también es cierto que, ante la masacre de población inocente en Ucrania, que ha llevado a la Corte Penal Internacional a emitir una orden de captura contra el presidente Vladimir Putin por crímenes de guerra, es necesario generar espacios al diálogo y a la construcción de una paz negociada.
Estamos conscientes que toda negociación genera resistencias, pero parar el baño de sangre exige de un esfuerzo de todos, incluyendo la comunidad internacional. Convendría conformar una mesa de negociación con diversos acompañantes, China juega un papel importante, que adopte el inmediato el cese de las hostilidades e inicie el proceso de definición de las condiciones de paz, que requieren de concesiones de ambas partes.
Félix Arellano es internacionalista y Doctor en Ciencias Políticas-UCV.
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