Pornografía estatal de Larreta financiada por los contribuyentes porteños
El precandidato presidencial de Juntos por el Cambio quedó en el ojo de la tormenta por un espectáculo polémico financiado por el área de cultura de la Ciudad.
Ante el cambio de clima de ideas políticas en Argentina, que generó el colapso del estatismo exacerbado, los programas financiados con recursos públicos quedaron en el ojo de la tormenta. Lo que siempre fue inaceptable, pero que mucho tiempo pasó desapercibido, ahora es discutido y cuestionado fuertemente, por una ciudadanía que comienza a vincular el despilfarro estatal (ya sea nacional, provincial o municipal) con las problemáticas estructurales como la inflación y la deuda.
No es ninguna novedad que el PRO desde que gobierna la Ciudad Autónoma de Buenos Aires ha dedicado millones a propuestas «culturales» progresistas, para evitar la crítica de la supuesta pertenencia a la «derecha» que el kirchnerismo le imputó toda la vida. Pero con el surgimiento de espacios liberales, la gestión de Horacio Rodríguez Larreta ahora debe enfrentar cuestionamientos más serios: lo que hacen realmente con el dinero de los ciudadanos porteños.
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Por estas horas, el escándalo que enfrenta el intendente capitalino está vinculado a un burdo espectáculo que podría denominarse como pornografía estatal. Una «performance» que debería haber tenido lugar en otro espacio, financiada por un inversor privado y alejado de cualquier órbita municipal. Se trata del «espectáculo» Barroco Furioso y su capítulo «Sirenas en jardines electrónicos». La realización vendría a ser una «ópera prolífera», donde existe «un cruzamiento entre pintura, artistas sonoros, teatro, ópera, música electrónica y género». Los directores de la producción son Pablo Foladori y Gerardo Cardozo.
Pero, más allá de la descripción de sus realizadores, ¿de qué se trata la «obra»? Por lo que trascendió, Barroco Furioso consta de unas mujeres semidesnudas que realizan movimientos sexuales, mientras que el que lleva la voz cantante, proclama:
«Qué importa la pobreza si tenés la pija dura. Qué importa la pobreza si tenés la concha hambrienta».
Más allá del escándalo en concreto del espectáculo de pornografía estatal en el clásico Museo Fernández Blanco, en lugar de limitarnos a debatir el contenido de este show, bien vale debatir la raíz de la cuestión. Lo cierto es que, con un Estado absolutamente quebrado, de impuestos inviables, deuda e inflación, lo cierto es que las actividades todas del sector público deberían finalizarse. Al menos durante un período de emergencia.
Sin opinar sobre el buen o mal gusto de esta presentación, si tenemos en cuenta la problemática económica nacional, lo cierto es que para el caso es lo mismo «la pija dura» que un concierto de música clásica. Los argentinos, sobre todo los más necesitados, requieren desesperadamente que la política repiense de nuevo el Estado, reduciéndolo a lo indispensable.
El arte toda la vida fue un asunto del sector privado y la estatización del mismo no es más que una amenaza al arte en sí. Mientras más crece el Estado, abordando cuestiones que no debería, la sociedad se empobrece y cada vez menos tiene recursos para actividades artísticas. En este sentido, los únicos beneficiados son los burócratas y los artistas oficiales, cómplices del gobierno.
Una buena propuesta para los candidatos presidenciales, sobre todo los de orientación liberal, podría ser la eliminación de los ministerios y secretarías vinculados a este tema. Si existe un acuerdo que debe haber un mecanismo para que las personas sin recursos puedan acceder a espectáculos artísticos, bien vale la propuesta de Milton Friedman para el ámbito de la educación: los vouchers, entregados en mano al beneficiario y que éste elija en libertad que espectáculo desea ver.
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