Lula da Silva se acerca a las posturas con la UE sobre Ucrania pero insiste en el “diálogo”
El presidente brasileño recuerda el impacto de la Revolución de los Claveles en su país en el día de su 49 aniversario
En un estrado cubierto de claveles rojos y con uno de ellos en la solapa, el veterano luchador y presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, evocó en la mañana de este martes ante el Parlamento portugués lo que supuso para la oposición a la dictadura brasileña la revolución lusa de hace 49 años.
El líder brasileño aprovechó la magna efeméride para recordar que la insurrección supuso el fin del imperio portugués, después de que la guerra colonial desangrase al régimen autocrático. En alusión a la guerra de Ucrania, el presidente de Brasil sostuvo que este ejemplo “nos muestra que una política armada que enfrenta a un pueblo en lucha por la libertad jamás podrá vencer”. Y, si bien condenó la violación de la “integridad territorial ucraniana”, se desmarcó de nuevo de la OTAN y la UE, aunque con suavidad, abogando por “la negociación política y el diálogo”.
Tras lograr la exoneración del proceso por corrupción que lo mantuvo 580 días preso en Curitiba y conseguir la absolución electoral con su victoria sobre su antecesor en la jefatura del Estado, el ultraderechista Jair Bolsonaro, Lula da Silva acomete su fase de la rehabilitación como líder mundial, con visitas como las que ya hizo a Argentina o China y la de mañana a Madrid.
Antes ha estado tres días en Portugal, remarcando que “Brasil ha vuelto”, para indicar la recuperación de la plena conexión con la antigua metrópoli, tras el enfriamiento de la etapa anterior. En sus intervenciones en suelo luso destacó que Portugal representa para Brasil la puerta de Europa.
Sin embargo, esa apuesta estratégica se enfrenta con el obstáculo de las claras divergencias entre el Gobierno de Brasilia y los de la Unión Europea, como el de Lisboa, que quedaron claras hace poco más de una semana en las fuertes críticas de Lula a Estados Unidos y la UE por contribuir a prolongar la guerra al armar a Ucrania. En los días siguientes, el presidente brasileño fue matizando sus palabras, con ese desmarque de Rusia al rechazar la violación de la “integridad territorial” ucraniana.
Estos días en Portugal, ya desde la declaración conjunta con el Gobierno luso del primer día de la visita, se puso el traje de “Lulinha amor y paz”, lema de su campaña del 2002, con el que trató de superar su aguerrida imagen de líder sindical metalúrgico, encarcelado por la dictadura.
Ese Lula fue el que en la mañana de este martes proclamó que “es preciso admitir que la guerra no podrá seguir indefinidamente. Cada día que los combates prosiguen aumenta el sufrimiento humano, la pérdida de vidas y la destrucción de casas”. Pero también en una línea de reconciliación consideró que “la integración de la Unión Europea es un patrimonio democrático de la humanidad”.
Sin embargo, Lula no claudica en su apuesta por formar un grupo de países que pongan a Rusia y a Ucrania a negociar, a fin de evitar la prolongación indefinida de la guerra. “Ninguna solución de cualquier conflicto nacional e internacional será duradera sino está basada en el diálogo y la negociación política”, concluyó el presidente brasileño.
La jornada de alto voltaje que se esperaba con la intervención de Lula en la conmemoración del 25 de abril, si bien en un pleno parlamentario especial previo a la sesión solemne, no alcanzó una dimensión tremendista. Hubo manifestantes de la ultraderecha frente al Parlamento, diciendo que el lugar del “ladrón” es la prisión, reclamando así la vuelta de Lula a la cárcel.
En el hemiciclo los parlamentarios de la extrema derecha del Chega mostraron pancartas en esa dirección y protestaron durante el discurso del invitado, quien tuvo también sus propios partidarios en la plaza exterior.
El jefe del Estado brasileño también ajustó sus cuentas con el Gobierno negacionista de Bolsonaro y su gestión de la pandemia al afirmar que “en Brasil murieron 700.000 personas. La mitad se pudieron evitar”. Con el mismo tono grave aludió al ataque sufrido por la democracia con el asalto en enero de las sedes de los poderes de la república en Brasilia, resaltó que el sistema político de derechos y libertades resistieron.
Esa democracia brasileña, que no llegó hasta 1985, se vislumbró el 25 de abril de 1974, explicó Lula, cuando llegó del otro lado del Atlántico la noticia de los sucesos de Lisboa. “Nosotros, los brasileños, asistimos con admiración y esperanza a la Revolución de los Claveles”, declaró.
La Vanguardia de España
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