NO ES
XENOFOBIA, ES APOROFOBIA
El 17 de febrero de
2020 Samir Azrak publicó en El Nacional
el artículo que transcribo a continuación titulado “No es xenofobia, es aporofobia”:
-La historia de la reciente
emigración de venezolanos –expresó en el inicio del texto- ha sido objeto de
estudios interesantes por parte de muchos, dadas las peculiares características
que la diferencian de éxodos ocurridos
en otros países y otras épocas.
Y continuó:
-Empecemos por recordar que una de
las peculiaridades es que en Venezuela nunca hubo emigración, sino inmigración
procedente de todos los rincones del mundo, especialmente de los países vecinos
de Suramérica y el Caribe. Asimismo, como consecuencia de los efectos de la
Segunda Guerra Mundial llegaron muchos de Europa y en menor grado de Asia. Es
importantísimo destacar aquí que la gran mayoría de los que vinieron eran de
ínfimas condiciones económicas, es decir, pobres; y con niveles culturales
medios o bajos. Laboraron en el campo, como empleados o en tierras cedidas por
el estado, u ocupadas temporal o definitivamente. También trabajaron según la
profesión u oficio que traían, como carpinteros, mecánicos, panaderos,
albañiles, zapateros, costureros, etc. Incluso trajinaron en la economía
informal o la buhonería. Se desempeñaron con entusiasmo y mucho esfuerzo porque
era indispensable el surgimiento y la superación de la crítica situación
económica traída. Progresaron, se integraron a la sociedad venezolana, y se
mantuvieron en el país por generaciones.
("No rechazamos a los extranjeros si son turistas, cantantes o
deportistas de fama, los rechazamos si son pobres".
Irene Hernández Velasco. BBC MUNDO,
30-10-2020)
Luego explicó:
-Con referencia a la emigración de
venezolanos, ésta se inició gradualmente en la primera década del presente
siglo, pero es a partir del año 2013 cuando se observan las salidas de las
primeras olas importantes hacia Norteamérica (Miami, Montreal), Europa (España,
Italia, Portugal) y Latinoamérica (Colombia, Perú, Chile, Ecuador, Brasil y
Argentina). Estos primeros grupos eran profesionales que ofrecían sus servicios
para desempeñarse como empleados en universidades, empresas, clínicas u otras
organizaciones afines con su profesión; o disponían de cierto capital para
emprender un proyecto en el nuevo país. Es decir, fue una emigración selectiva
que ofrecía una profesión o capital para la inversión. Hasta ahí no se presentó
ningún inconveniente, más bien los demás países aspiraban recibir más
venezolanos.
Desde 2017, dada la
situación crítica nacional, al éxodo venezolano
se suman otros sectores de la población: carpinteros, albañiles,
mecánicos, servicios de hogar, etc. e incluso los que sin tener oficio alguno,
se ofrecían para cualquier labor del campo o la ciudad. Estos viajeros
venezolanos sólo se trasladaron por tierra, no era posible económicamente por
aire, los países destinos fueron los latinoamericanos. Los emigrantes, después
de grandes sacrificios, llegaban al país destino en su mayoría sin recursos y
en desesperada búsqueda de trabajo. Es decir, pobres. El lamentable final de
los que no conseguían trabajo fue la indigencia u otras indignas actividades.
Posteriormente
indicó:
-La actitud de algunos países
latinoamericanos empezó a cambiar, surgiendo un clima de rechazo hacia el
venezolano por parte de las sociedades y una política restrictiva por parte de
los estados, de tal manera que en la actualidad sólo se permite la entrada de
venezolanos a esos países si se ha cumplido con la previa tramitación y
aprobación de visa, exigencia claramente limitante y barrera efectiva para
frenar la entrada de venezolanos. Actualmente, el ciudadano venezolano requiere
visa para entrar a Chile, Ecuador y Perú en Suramérica; Trinidad y Tobago,
Aruba, Bermuda, Santa Lucía, El Salvador, Honduras, República Dominicana,
Guatemala, Cuba, Panamá y Puerto Rico en Centroamérica y el Caribe.
Se ha denunciado la actitud xenófoba
de los países, ciudades, pueblos y sociedades latinoamericanos contra los
venezolanos. Eso es discutible puesto que no existía el rechazo al inicio del
éxodo venezolano, sino que se presentó con la llegada masiva de estratos
inferiores. La actitud de rechazo no ha sido en contra de la nacionalidad, sino
en contra de la condición, es decir, en contra de la pobreza.
A esta situación la filósofa
española Adela Cortina le asignó el nombre “aporofobia”, que lo define como “el rechazo a los pobres”,
término aceptado por la Real Academia de la Lengua Española en 2017. La doctora
Cortina fundamenta su criterio al afirmar que el individuo como ser humano por
naturaleza está en contra de quien no puede ofrecer nada: “Los seres humanos
somos animales reciprocadores, estamos dispuestos a dar con tal de recibir, y
por eso la raíz de nuestra sociedad es
el contractualismo. Estamos en una sociedad de contratos, es decir, de
intercambio, de dar y recibir en compensación.
Como el pobre no tiene nada para dar, entonces es rechazado y marginado. Eso
ocurre en todas las sociedades, pero va en contra de los principios de
convivencia, de la dignidad humana y de la democracia”. Asimismo,
y como justificación de la conducta aporófoba por parte de sus practicantes, se
afirma que los inmigrantes vienen a quitar el trabajo, que colapsarán los
servicios, o cualquier otra justificación que no es más que un bulo, o
intencionada falsa afirmación (fake-news en inglés), que se divulga con la
intención de dañar a los inmigrantes y refugiados. Soberanas patrañas,
expresiones claras de la aporofobia latente en esas sociedades. Todos esos
criterios son falsos.
Seguidamente apuntó:
-Y como muestra clara que niega y
contradice esa actitud, recordemos la entrada a Venezuela en la segunda mitad
del siglo pasado de miles y millones de personas provenientes principalmente de
los países vecinos y demás naciones latinoamericanas, así como de Europa y
Asia. Y si hablamos de casos actuales, empecemos por el millón y medio de
refugiados sirios que hoy viven en Líbano, país de apenas 6 millones de
habitantes. Como segundo ejemplo actual, la entrada a Colombia de la mayor
cantidad de venezolanos en país alguno en toda nuestra historia, un millón
trescientos mil, de los cuatro millones de venezolanos que abandonaron el país
hasta julio 2019 (según la OIM y Acnur).
En ninguno de estos casos se habla
de usurpación de trabajo ni colapso de servicios.
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