Extractos de las visiones de Maria Valtorta:
En contraste, extrañamente con su evidente vejez, su embarazo es bastante visible, a pesar de su ropa holgada. Ella observa, tapándose los ojos con la mano. Apenas reconoce a María, levanta los brazos al cielo con un “¡Oh! sorprendida y alegre y corre lo más rápido que puede hacia María. También María, que siempre caminaba tan tranquila, ahora corre, ágil como un cervatillo, y llega al pie de la escalera al mismo tiempo que Isabel. Con cálidas efusiones recibe a su prima, que llora de alegría al verla.
Se quedan un momento abrazadas, luego Isabel se separa y suelta un grito, mezcla de dolor y alegría y se lleva la mano sobre el vientre crecido. Inclina la cabeza, palidece y se sonroja alternativamente. María y el siervo extienden sus manos para sostenerla, porque ella se tambalea como si se sintiera mal.
Pero después de permanecer un minuto como si se contemplara a sí misma, Isabel alza el rostro tan radiante que parece rejuvenecida, contempla a María, sonriendo con veneración como si viera un ángel, luego se inclina en un profundo saludo, diciendo: "Bendita tú entre ¡todas las mujeres! ¡Bendito el fruto de tu vientre! » (…)
Dos lágrimas brotan como perlas de los ojos risueños de María hacia sus labios que también sonríen. Con el rostro vuelto hacia el cielo y los brazos en alto –en la actitud que tantas veces tomará su Hijo Jesús– exclama: "Mi alma engrandece al Señor" y continúa su himno tal como ha sido transmitido. Al final, cuando pronuncia el versículo: “Él levanta a Israel su siervo”, etc., junta las manos sobre su Corazón y se arrodilla, postrada en tierra, adorando a Dios.
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