MIGRANTES
VISIBLES E INVISIBLES EN PERÚ
El 23 de mayo de 2020 el portal Costa
del Sol, con información del diario español El País, publicó un reportaje sobre la presencia de migrantes
venezolanos en Perú, donde la xenofobia y la aporofobia han alcanzado
dimensiones altamente peligrosas estimuladas por las autoridades y la llamada
prensa sancionalista o chicha.
-Johan Rodríguez (24 años) y su
pareja, la peruana Leidy Vasquez (15 años), embarazada de cuatro meses, -comenzó
diciendo- miran la televisión en la habitación que alquilan por 15 soles (unos
cuatro euros) diarios. Antes del estado de emergencia ambos trabajaban como
dependientes en diferentes comercios, pero desde mediados de abril, debido a la
falta de ingresos, van a pedir comida a las parroquias del centro de Lima. Los
dos se ha quedado sin ahorros y ya no saben cómo podrán pagar el alquiler del
mes.
Luego indicó:
-En el Perú viven casi 1.000.000 de venezolanos exiliados y la mayoría
trabaja en el sector informal sin contratos ni protección laboral. Esto los
hace muy vulnerables a los impactos económicos y de salud de la pandemia de
Covid-19
Con más de 860.000 venezolanos
viviendo en él y alrededor de 394.000 que han solicitado la condición de
refugiado, Perú es el primer país de acogida de estas personas con necesidad de
protección internacional y el segundo destino de refugiados y migrantes
venezolanos en el mundo, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para
los Refugiados (ACNUR). La mayoría de ellos, el 86.6%, viven en Lima; y el
93.1% trabajan de manera informal, sin contratos ni protección laboral.
Y a continuación explicó:
-La falta de estabilidad laboral
convierte a la comunidad venezolana en Perú en especialmente vulnerable a los
impactos económicos y de salud de la pandemia de covid-19. Gastan lo que ganan
al día en costear el alojamiento en un hostal en el que pasan la noche, y con
el cierre de actividades del país debido a la cuarentena, son muchos los que se
han quedado en la calle porque ya no pueden pagar la renta. Su condición de
extranjeros sin ingresos e informales, además, les dificulta el acceso al ya de
por si precario de sistema de salud peruano.
Otros ejemplos:
-Alejandro Cepeda (29 años) y su
esposa, Jessica Oviedo (27 años), esperan en la avenida Abancay, en el Centro
de Lima, el autobús que los llevará hasta el distrito de San Juan de
Lurigancho. Llevan consigo sus escasas pertenencias. Ellos fueron desalojados
de la habitación que alquilaban por 15 soles (cuatro euros) al día. Antes de la
pandemia de la covid-19, Alejandro trabajaba limpiando parabrisas en los
semáforos, pero el inicio de la cuarentena hizo que tuviera que dejar de
hacerlo. Jessica, por su parte, trabajaba en un restaurante y está embarazada
de dos meses.
Sin ningún tipo de ingresos, este
colectivo subsiste gracias a la ayuda que recibe de diferentes parroquias
situadas en el centro de Lima. La ONG Remar, por ejemplo, reparte cada día una
media de 300 almuerzos diarios y la cifra sigue creciendo. A primera hora de la
mañana son muchos los venezolanos que hacen su cola para recibir alimentos
junto a un grupo de peruanos que están en la misma situación, y aunque no
forman parte de ninguna estadística oficial, todos los organismos de ayuda
humanitaria que trabajan con ellos coinciden en afirmar que el número se ha incrementado
exponencialmente desde el inicio de la pandemia.
Andrés Mendoza y su esposa, Yoli de
Mendoza, junto a sus mellizos Alexander y Jeremías, de un año y nacidos en
Lima. La familia vivía en Argentina, pero decidió regresar a Venezuela al no
encontrar en su nuevo país las condiciones de vida que buscaban. La cuarentena
les atrapó cuando atravesaban Perú de regreso a Caracas, motivo por el que
tuvieron que quedarse en la habitación que alquila la madre de Yoli en Lima.
Ambos han perdido los pasaportes, ya no tienen ahorros y sobreviven gracias a
la comida que reciben de las parroquias del centro de la ciudad.
La fuente igualmente precisó:
-Los migrantes venezolanos en Perú
son los grandes ausentes de la agenda social. Al no ser peruanos no reciben el
bono social de 760 soles (aproximadamente 200 euros) que el Estado otorga a las
familias vulnerables que no pueden salir a trabajar por el estado de emergencia
nacional y la situación de excepción relativa al brote de covid-19 que desde el
16 de marzo comprende cuarentena, suspensión de actividades laborales y
escolares, cierre de fronteras y toque de queda. Como venezolanos tampoco
reciben ningún tipo de atención por parte de la embajada de Venezuela en Perú.
Alberto Mendoza (30 años) llegó hace
año y medio a Perú y trabajaba haciendo las labores de limpieza de un local de
la avenida Abancay, hasta que con la cuarentena perdió su trabajo. Al no tener
dinero para pagar su cuarto tuvo que abandonarlo y ahora duerme en la calle.
Desde que el 16 de marzo comenzara el Estado de Emergencia en Perú, la ONG
Remar reparte, de lunes a sábado, unas 800 raciones de comida a peruanos y venezolanos
en situación de indigencia.
Frednaida Pérez (20 años), su hijo y
su amiga Ruby regresan a casa con la comida que recibieron de Remar. Ambas
llevan en Perú dos años y cuatro meses, son madres solteras y comparten un
cuarto alquilado en el distrito de La Victoria, en Lima. Las dos vendían aguas y bebidas gaseosas
en la calle, pero tuvieron que dejar de trabajar con el inicio de la
cuarentena. Al no tener ingresos con los que pagar su alquiler el dueño de la
habitación quiere echarlas a la calle.
Más casos.
Javier Navea rabajaba en una
llantería pero lo despidieron cuando se inició el aislamiento obligatorio. Él
relata con tristeza la xenofobia que ha sentido desde que llegó al país y, por
ese motivo, ha pensado regresar a Venezuela cuando termine la pandemia y abran
de nuevo las fronteras.
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