De Omar González es el
artículo que publicó El Nacional el 13 de octubre de 2020 con el mismo título
del capitulo de nuestros trabajo investigativo, y que se transcribe
íntegramente a continuación:
El régimen venezolano pruduce el éxodo más
grande de toda América Latina, tan grande que hace recordar el pasaje bíblico
del éxodo del pueblo judío cuando salió de Egipto y recorrió el desierto.
Por culpa del desastre económico y la
crisis humanitaria millones de venezolanos toman una mochila y emprenden la
gran caminata hacia un destino mejor.
Movidos por el hambre, por la miseria y la
desesperación, jóvenes y no tan jóvenes optan por iniciar una caminata hacia
Colombia, Perú, Ecuador, Bolivia, Uruguay, Paraguay y hasta Argentina; así
miles y miles huyen de las consecuencias de eso que llaman el socialismo del
siglo XXI.
Los caminantes de la miseria exponen sus
vidas, su dignidad y dejan atrás su existencia y quereres (familia, padres,
amores) por el sueño de una vida diferente y mejor a la que estaban llevando en
el suelo nacional. Y todo, por culpa de un modelo que solo se centró en
destruir lo que estaba en pie en Venezuela.
(La narcodictadura ha afirmado, erróneamante,
que las sanciones contra el ominoso régimen y sus corruptos y criminales son la
causa de la diáspora y la crisis humanitaria que la ha inducido. Para desmentir
ese manipulado discurso, basta saber que desde el gobierno del teniente coronel
® Hugo Chávez hasta el de Nicolás Maduro, del tesoro nacional han sido
extraídos más de 70 mil millones de dólares para comprar voluntades políticas
internacionales. Millones de dólares de los venezolanos han mantenido la
dictadura de los hermanos Fidel y Raúl Castro en Cuba, país que adeuda a
Venezuela más de 20 mil millones de dólares. Igualmente, a costa del hambre del
pueblo, la narcodictadura ha financiado el partido Podemos de España. En tiempos
de la tiranía de Chávez, su gobierno pagó parte de la deuda externa de
Argentina con el Fondo Monetario Internacional. Y gran parte de quienes les
deben a Venezuela han sido exonerados caprichosamente del pago de su
compromisos. Allí reside el origen de la diáspora y el estado de pobreza en el
que se encuentra más del 90% de la población, con pensiones de vejez miserables
e ingresos por concepto de sueldos y salarios inferiores a cinco dólares
mensuales. Con razón la valerosa dirigente gremial magisterial, Elsa Castillo, ha
declarado que en Venezuela no hay bloqueo sino saqueo. Vale la pena citar el
siguiente pensamiento del sabio Confucio: “En un país bien gobernado, la
pobreza avergüenza. En un país mal gobernado, la riqueza es algo que avergüenza”.)
Con
cada empresa expropiada, con cada negocio cerrado, con cada tierra invadida,
con cada industria nacionalizada empezó el caos que se fue extendiendo, con
cada reconversión se le quitaba ceros al bolívar y se vaciaban los bolsillos de los
venezolanos, con cada billete impreso se perdía el poder adquisitivo y se
profundizaba el desastre.
Fue así que millones empezaron a caminar
hacia otras tierras, y en eso iniciaron los movimientos desestabilizadores en
Argentina, en Chile, Perú y Ecuador –todos financiados, orquestados y
auspiciados por la tiranía venezolana– e hizo su macabra aparición el covid-19
como el regalo chino para la humanidad.
Y entonces, muchísimos venezolanos víctimas
–desde hace mucho– de la xenofobia peruana, chilena, ecuatoriana, colombiana y
de otras latitudes, y perdiendo sus empleos y hogares como resultado de la
pandemia, decidieron emprender nuevamente la caminata de regreso.
Han sido, sobre todo, los venezolanos
emigrados a Colombia quienes tuvieron que retornar desde los distintos
departamentos neogranadinos, poniendo –nuevamente– su integridad en juego, así
como las de muchos más.
Y no retornaron porque en Venezuela se viva
mejor, no. Retornaron porque no tenían más remedio, porque la realidad de la
pandemia los obligaba.
Ahora, esta tragedia,
de ida y de vuelta, es simplemente los resultados de una política económica
atroz, inhumana, cruel y corrupta; debido a la aniquilación de Pdvsa, de la
pulverización de nuestros aparato productivo, del despilfarro de la política de
“luz de la calle, oscuridad de la casa” es que se empuja a muchísimos
venezolanos a empacar de nuevo su vida y caminar rumbo a la frontera.
Los caminantes de la miseria no son
cuestión del pasado, sino un presente vivo. Las condiciones de vida en
Venezuela obligan a muchos a probar suerte nuevamente en otras partes y en
países donde el emprendimiento, el esfuerzo y el trabajo honrado sean
recompensados como debe ser.
Solo cuando la nación sea libre
nuevamente, millones podrán regresar, abrazar a sus padres y hermanos, ver a
sus amigos y ayudarnos a recomponer a este país luego de tantos años de un
sistema que tomó un país próspero y lo hundió en lo que ellos llaman el
“paraíso socialista”.
Sé que vendrán tiempos mejores, sin
pandemia, sin hambre, sin miedo y sobre todo sin socialismo. ¡Confío en esto!
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