Diciembre 2001: verdades a medias, falta de contexto y golpistas indultados
La serie de Star+, que relata los hechos de la caída de Fernando de la Rúa, es incompleta con una finalidad muy concreta.
Si uno repasa los seis capítulos de Diciembre 2001 llega a la impresión que el kirchnerismo quiere. Aunque la serie no menciona ni a Néstor Kirchner o a Cristina Fernández, y termina en el interinato de Eduardo Duhalde, la conclusión del espectador ingenuo sería la siguiente: la convertibilidad era inviable, Fernando de la Rúa estaba extraviado y no estaba a la altura ni del cargo ni la crisis y el peronismo, rosquero y ambicioso, aparece para sacar las papas del fuego. Sin embargo, la complejidad de los hechos indica otras cosas. Puede que lo más verosímil de la producción de Star+ sea el presidente radical perdido y la confianza absoluta e irracional depositada en Domingo Cavallo.
¿La convertibilidad es inviable?
La inviabilidad de la convertibilidad, la “mentira” que se le achaca y la debacle inevitable merece un análisis un poco más detallado. El “1 a 1” no es más que una regla monetaria que limita al banco central en su capacidad de emisión. Bajo esta regla, no se puede imprimir ni un peso, salvo que no ingrese un dólar como respaldo. El resultado inmediato de esta iniciativa fue el período sin inflación más extenso de la historia moderna argentina. Sin embargo, la convertibilidad tiene mala fama y se le achacan cosas que no tienen nada que ver con la regla monetaria en sí misma.
La coalición que reniega de todo esto es la alianza entre los industriales y los políticos: los que aseguran que se necesita un “tipo de cambio competitivo” para poder producir y los que pretenden hacer uso de la falsificación monetaria para financiar su política. Aunque parezca increíble, estos dos grupos lograron convencer a la mayor parte de los argentinos que tener una moneda sana es en contra de sus propios intereses.
La única relación entre la convertibilidad y la crisis del 2001 es que, al no poder emitir pesos libremente, la problemática del déficit fiscal explota al no poder financiarse con deuda. Claro que cuando la banca central puede emitir libremente, no es que no pasa nada. El proceso de empobrecimiento de la población es gradual y permanente. Es por esto que, lo que se le achaque a Carlos Menem y a de la Rúa vinculado con aquel diciembre, también habría que imputárselo a todos los gobiernos desde el primer peronismo.
A veces la problemática fiscal termina en crisis de deuda, a veces en inflación (o híper como con Raúl Alfonsín) y en otras oportunidades una mezcla de ambas. Apagarle la máquina de imprimir al monopolio monetario lo único que garantiza es que el Estado no se podrá financiar de manera espuria a costa de los ciudadanos de a pie. Pero para que funcione, lógicamente, tiene que haber un equilibrio fiscal. Esto es lo que el kirchnerismo no cuenta y por algo es: el populismo no es compatible con las cuentas públicas en orden.
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¿Quién volteó a López Murphy?
Aunque la serie pone el énfasis en las protestas generadas por el programa de recorte del gasto de Ricardo López Murphy al momento de su salida, lo cierto es que el rol de Domingo Cavallo por aquellos días fue bien distinto al que muestra la serie. Aunque se muestra al exministro de Economía del menemismo como un interesado en sumarse al gobierno para colaborar, lo cierto es que el Mingo (que en la pantalla dice que no tiene problemas en trabajar con el bulldog) se dedicó a convencer a de la Rúa que él era el hombre adecuado para el ministerio. Con sus acciones cotizando luego de su primera gestión en la cartera, Cavallo convenció al último presidente radical que con su intervención, Argentina salía “sin ajuste”.
Atemorizado por las críticas en el gabinete, el expresidente confió en el cordobés y le pidió la renuncia a López Murphy. Pero el plan de Cavallo se vino a pique cuando el Fondo Monetario Internacional le suelta la mano a la Argentina. Antes de morir, en muchas charlas íntimas, Fernando de la Rúa le dijo a varios interlocutores que quitarle el apoyo a Murphy y poner a Cavallo fue el peor error político de su vida.
Los golpistas edulcorados
En Diciembre 2001 Eduardo Duhalde y Raúl Alfonsín son dos figuras centrales y lo cierto es que lo fueron durante esos años. Pero la historia es demasiado benévola con ambos. La serie muestra al caudillo radical como un estadista preocupado ante un gobierno que se hunde y al peronista como un poco escrupuloso dirigente opositor que se niega a tirarle el salvavidas a un mandatario desesperado. Hay que decir que la verdad fue distinta. Aunque ambos políticos hayan salido impunes de aquellos años, lo cierto es que tanto Duhalde como Alfonsín, no solo se negaron a colaborar con de la Rúa sino que contribuyeron con lo que en realidad fue un golpe de Estado, por ahora no reconocido por la historiografía oficial.
Ambos iban por la convertibilidad y la caída del gobierno de la Alianza, más allá de una impericia muy parecida a la que tuvo el gobierno de Mauricio Macri. Es decir, estas personas ya tenían sus sponsors interesados en el cambio de política monetaria y a un sector de la dirigencia dispuesto a conseguirlo a cualquier precio.
Los protagonistas ausentes
Para diciembre de 2001, grandes jugadores de la economía nacional contaban con un pasivo en moneda dura importante. Los grupos Clarín (medios) y Techint (construcción) fueron dos de los grandes beneficiados con la devaluación y la pesificación asimétrica del 2002. Ambas empresas tuvieron una fuerte presencia por aquellos días. El ejemplo más claro puede ser cómo las protestas populares desaparecieron al momento que Duhalde asumió el Poder Ejecutivo. Durante los breves interinatos, como el de Adolfo Rodríguez Saá, quien no tenía intención de devaluar, “El gran diario argentino” seguía relatando diariamente el descontento popular, que parece haberse terminado cuando asumió el mentor de los Kirchner.
La crisis de 2001, además de los perdedores (la gente que vio su dinero atrapado en los bancos, los que no recuperaron sus dólares y los asalariados tenedores de pesos devaluados), la salida de la convertibilidad fue el salvavidas de los grandes grupos económicos argentinos, que tienen más que ver con la prebenda y los beneficios del gobierno que con el capitalismo competitivo de libre mercado.
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