Gustavo Coronel: Víctor García Maldonado e Isaías Ojeda ¿Hermanos gemelos?
Cuando me llegó el momento de entrar a la educación secundaria mi mamá, Filomena, nunca dudó que debía enviarme al Liceo San José en el pueblo de Los Teques, donde vivíamos, quizás el plantel educativo de mayor prestigio en el país. Fue una decisión lógica, pero, además basada en consideraciones sentimentales. Mi mamá, Filomena, me decía que el padre Isaías Ojeda, salesiano, encargado de la dirección de ese colegio, se le parecía mucho a su hermano menor Víctor, quien – como buen hermano menor – era su favorito.
En efecto, Víctor mi tío e Isaías, mi maestro, eran físicamente muy parecidos y es una lástima que no haya logrado encontrar fotos de ellos para mostrarlas. Tendrán ustedes que confiar en mis palabras. Víctor, mi querido tío, e Isaías, mi querido maestro, eran muy parecidos no solo físicamente sino también en su manera de hablar y hasta en la leve sonrisa que siempre tenían cuando hablaban con nosotros.
Esa similitud fisonómica y hasta de personalidad contribuyó a que mi mamá me pusiese en manos de los salesianos del Liceo San José de Los Teques. Me llevó a la oficina del padre Isaías Ojeda y le dijo: “Padre Ojeda, aquí le traigo a mi hijo Gustavo para que me lo eduque, no para que me lo convierta”.
Nosotros éramos una familia no religiosa, algo poco común en las pequeñas comunidades de la Venezuela de esa época. El Padre Ojeda sonrió al escuchar a mí mamá y le dijo que así sería y, en efecto, así fue. A pesar de sus diferencias en creencias religiosas mi madre y Ojeda eran aliados en diversas iniciativas comunitarias en Los Teques y mantenían una buena amistad.
Estuve en el Liceo San José por los primeros cuatro años de secundaria, durante los cuales recibí una educación excepcional, rodeado de profesores y estudiantes inolvidables, entre quienes recuerdo a Isaías Ojeda, Jorge Losch, Simonchelli, González, Vollmer y el Dr. Mendoza, entre los profesores y a Antonio Pasquali, Carlos Alberto Moros, los hermanos Melo, los hermanos González Barreat, Juan Roger (El Pollón), el “Gordo” Pineda, los hermanos Segnini, el “Gordo” Acevedo Berti, Román Chalbaud entre los estudiantes. Si pudiera regresar aI país, una de las primeras cosas que haría sería visitar los corredores del viejo liceo, donde todavía podrán verse las fotos de los cursos de los años 1946-1949.
Víctor García Maldonado e Isaías Ojeda vivían en mundos muy diferentes. Quienes tanto se parecían en muchos sentidos tenían también importantes diferencias.
Víctor fue, junto con los hermanos Fortoul y José Antonio Mayobre, fundador de la primera o la segunda célula del Partido Comunista Venezolano. Fue comunista toda su vida, siempre soñando en proyectos comunitarios dominados por el idealismo, soldado voluntario republicano en la guerra civil española, muy bondadoso y siempre de buen humor, pero casi siempre incapaz de concretar sus sueños. Mientras lo conocí y pude interactuar con él siempre logré de él excelentes ideas para mejorar nuestra sociedad y lo amé profundamente como mentor y guía.
Isaías Ojeda, sacerdote salesiano de origen valenciano, hizo huella muy profunda en la sociedad venezolana como maestro de miles de venezolanos honestos y buenos ciudadanos. Entre otros milagros incluía el hacernos pensar a todos sus alumnos que éramos su preferido. Nos recordaba y nos relacionaba siempre con algún momento especial. Y, cuando ya con Alzheimer nos preguntaba: ¿“Quién eres tú” ?, al decir nuestro nombre, una luz le iluminaba el rostro que parecía decir: “tú eras mi favorito”. A mí siempre me decía: “Debes estudiar filosofía”.
A Víctor fui a llevarle un último recuerdo mientras agonizaba en una choza de la isla de Margarita, acostado en una humilde cama colocada en él único cuarto de la vivienda. Le llevé un Cristo colonial y lo dejé en sus manos, diciéndole que ese era su retrato, lo cual lo hizo sonreír. En esa choza murió poco después.
¿Eran Víctor e Isaías polos opuestos? Sé que no. Eran almas gemelas. Ambos derrochaban amor por el prójimo, cada quien desde su perspectiva. Ambos tenían sus cabezas llenas de sueños, aunque Isaías pudo concretar los suyos más que Víctor. En la contabilidad convencional de nuestras sociedades Isaías fue un ganador y Víctor un perdedor. Yo los conocí bien a ambos, interactué ampliamente con ambos y llevo en mi mente, firmemente arraigado, el recuerdo de ambos queridos mentores como seres que me reforzaron los valores que me han acompañado toda mi vida: Ideales de mejoramiento, sueños bellos, los de Víctor; vigor para poner esos sueños en práctica, mediante las habilidades sociales necesarias para hacerlos posibles, los de Isaías. Ambos fueron ganadores en mi libro.
Estoy de acuerdo contigo, querida madre Filomena: ellos se parecían tanto que pudieran haber sido gemelos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario