La diplomacia
Pocas actividades profesionales requieren la integración de tantos conocimientos como la diplomacia.
Para su práctica se necesita del conocimiento formal y académico, junto con las llamadas habilidades blandas, esto es una actitud hábil, sigilosa y perspicaz para el cumplimiento de la misión encomendada.
Cuando la misión es la representación del país en el servicio exterior, cobra mayor importancia el comportamiento intachable.
En muchos países, con poca tradición formal, se usan los cargos diplomáticos como mecanismos de recompensa. Vemos entonces a empresarios, militares retirados, dirigentes políticos o sencillamente compadres, amigos o familiares de alguien poderoso, al frente de una misión diplomática, sin contar con la debida preparación ni cualidades personales para ello.
En Venezuela esta práctica ha sido una constante histórica, pero fue el chavismo-madurismo el que acabó con la profesionalización del servicio exterior y la carrera diplomática del país. Mientras en la Colombia de Gustavo Petro, vemos el ejemplo infeliz del destituido embajador Armando Benedetti.
El escándalo que ha terminado en la remoción del jefe de la misión colombiana en Caracas, es una buena oportunidad para reflexionar sobre la necesidad de contar con personal con las habilidades, conocimientos y cualidades éticas para tan importantes responsabilidades.
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