La intrascendencia como política
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En el pasado, el debate político solía ser un escenario donde se contraponían ideas, ideologías y aspiraciones de cambio. Sin embargo, en la actualidad, en gran medida debido al creciente uso de las redes sociales, especialmente Twitter, se ha reducido a la mera transmisión de mensajes breves y supuestamente efectivos.
Hace mucho tiempo, especialmente en Francia, donde el debate ideológico era fundamental, varios intelectuales sostenían que después del año 68, cuando Europa presenció el enfrentamiento entre seguidores de ideologías opuestas, la política se centró en poner fin al debate ideológico y prevaleció la camaradería y el moralismo de la palabra escrita.
En Venezuela, esto ocurrió más tarde, quizás en la década de los ’80, cuando el debate político se volvió banal y surgieron candidaturas folclóricas para la presidencia de la República.
Todos somos conscientes de lo que ha ocurrido a lo largo del siglo XXI, en el que el discurso político se ha empobrecido al máximo, con la repetición de clichés pseudo-revolucionarios tomados de las conversaciones de cafetería de los años sesenta en las universidades.
En la actualidad, posiblemente en la peor etapa de nuestra historia, presenciamos discursos vacíos en los que se enfrentan expresiones de necesidad de cambio con la justificación de alterar la narrativa para lavarle la cara al régimen.
Sin embargo lo que no escuchamos es cómo vamos a reconstruir un país que se encuentra al borde del abismo y que necesita adaptarse a las nuevas realidades de un mundo que cambia a la velocidad que impone la inteligencia artificial y la lucha geopolítica entre las concepciones antagónicas de democracia y totalitarismo.
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