Las pequeñas y olvidadas tropas del comandante, por Luis Ernesto Aparicio M.
Twitter: @aparicioluis
Según el Diccionario de la Lengua Española campaña es el «periodo de tiempo en el que se realizan diversas actividades encaminadas a un fin determinado, como las campañas políticas y de propaganda». Incluso, campaña posee elementos determinados para las actividades militares como, por ejemplo, el «tiempo que cada año estaban los ejércitos fuera de cuarteles en operaciones de guerra».
Por otra parte, batalla se ajusta más al campo militar y se aleja –aunque poco– del ámbito civil, ya que el diccionario registra muchos más significados apegado a lo militar, como: «combate o series de combate de un ejército con otro…»; «orden de batalla» y la más directa: «guerra».
Por nuestra parte nos vamos a quedar con la definición que se ajusta a los tiempos del número de actividades que se llevan a cabo en una contienda electoral. Esto porque «batalla» es más adecuado para el mundo y el lenguaje de los militares. Siendo este último, el que mayor uso tiene en lo electoral.
No hay precisión en cuanto al cuándo y dónde comenzó a incluirse la jerga militar en las actividades políticas. Lo que sí está claro es lo provechoso que ha resultado para algunos ya que, en su uso, se ha comprobado efectividad para la movilización y motivación de simpatizantes y partidarios de los candidatos.
El hecho de asociarse con las expresiones militares también promueve la idea de que existe liderazgo y la fortaleza. Para muchos candidatos y electores, lo militar es sinónimo de cualidades deseables como la valentía y la capacidad de tomar decisiones rápidas y contundentes. Lo que pudiera ocurrir en algún campo de batalla –con mis dudas– y no en la política.
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Venezuela ha resultado un país que, con el pasar de los años, se ha dejado sorprender por el elemento militar. De hecho, la mayoría de sus presidentes portaron un uniforme. A pesar de ello, su presencia no resultó sinónimo de progreso y bienestar para el país, mucho menos valentía. Por el contrario, los militares presidentes resultaron elementos de montoneras, opresores y con gran habilidad para hacerse del erario.
Durante su historia, el militarismo se ha mantenido en Venezuela, mucho más con la llegada de Hugo Chávez, quien traspasó todos los límites de los anteriores. Además de la corrupción y las más claras violaciones, Chávez terminó sembrando la vida militar en una gran mayoría de los venezolanos.
Fue el triste celebre Movimiento Bolivariano 200 (MBR200), la plataforma utilizada para inocular lo militar a muchos civiles, además de ser el primer engranaje para hacer política desde la antipolítica y luego convertirse en la herramienta desde donde se iniciaron las catástrofes como la división y el despojo de las riquezas del país.
Pero eso es una historia que todos conocen. Lo importante con Chávez en el tapete político es que poseía los elementos para elevar el tono militar y traer todos los términos militares para la vida civil de los venezolanos, quienes, como dijimos, son de fácil impresión ante la presencia de un uniforme. Y para comprobarlo, suficiente con los repartos de uniformes a civiles y hacerles sentir que eran parte de la fuerza armada –con minúscula–, lo que resultaba solo creíble para ellos.
Abriendo todas las elecciones por las que pasaba la Venezuela de Chávez, los civiles de este se conformaban en batallones y sus arengas eran más centradas en términos de guerra: «pulverizar»; «desaparecer» y otros verbos de uso militar, era lo que abundaba en sus discursos. Al enemigo nada. Antes bien, hay que derrotarlo y humillarlo, lo que está muy lejos de la actitud de un militar de formación.
Como militares, el sentimiento de los seguidores de Chávez y su estilo, han entendido que hay enemigos contra quienes combatir o hacer la guerra. Eso incluye agresiones con objetos contundentes, patadas, cachetadas, «trompadas» y si es posible, como lo que se ha vivido durante estos casi 25 años de chavismo: disparos a quemarropa.
De allí que cada jornada política que tenga que ver con elecciones en Venezuela, cuenta con el uso de términos militares y a lo que conlleva. Además, cuando se tiene presente el ambiente dejado por Hugo Chávez y exacerbado por sus herederos, todo debería ser entendido como escenario de guerra, aunque nos resistamos en admitirlo.
La agresión recibida por algunos opositores que se han atrevido a entrar a supuestos territorios de guerra es solo una ligera señal de que el proceso electoral para el 2024 contará con pequeñas tropas olvidadas por su comandante, pero que siguen leales a este y serán capaces de muchas cosas más. Y ni contar con la presencia de cuerpos de seguridad para evitar o que algún funcionario imponga sanciones a los agresores.
No será fácil para quienes están recorriendo el país para ganar simpatizantes que decidan por ellos en las primarias de la oposición, que ya en si misma son un conflicto entre ellos, intentar hacer una campaña política sin agresiones y lejos de la confusión, estimulada, entre esta y una batalla.
Luis Ernesto Aparicio M. es periodista, exjefe de Prensa de la MUD
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