CONSOLACIÓN
Rodulfo González
En tu
regazo, bien mío, tan delicado y confortable como un lecho de rosas, como la
ducha en una bañera perfumada o como el descanso del viajero debajo de un árbol
luego de larga jornada, encuentro el relax que requiero para armonizar mi mente
y mi cuerpo mallugado y el bálsamo para sanar las heridas de mi pies tras
cruzar descalzo un desierto que parecía no tener fin.
En tu
regazo, bien mío, encuentro, ¡al fin!, la niñez que no disfruté por la orfandad
del cariño que ahora tú, amorosamente me prodigas, y derramo lágrimas de
alegría para que tus delicados besos las sequen y me transporto, contigo,
hasta celestiales paisajes que tú admiras y que yo admiro, en el
increíble carruaje de mi demencial fantasía.
¡Qué
tranquilidad me envuelve, bien mío, cuando me coloco en tu regazo para
disfrutar de los mimos y las querencias que nunca antes había disfrutado!
¡Qué paz
me embriaga, bien mío, cuando cansado de andar por caminos que no me llevan a
ninguna parte, me echo en tu regazo para que tus delicadas manos acaricien mi
frente, tostada de tanto sol, y pulsen cada porción de mi adolorido cuerpo!
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