EN TRINIDAD Y TOBAGO
El 11 de abril de 2021 la periodistas Marielba Núñez y Claudia Smolansky,
del portal Armando Info, dieron a la
publicidad un reportaje en el el cual analizaron objetivamente la trata sexual
de las migrantes venezolanas en Trinidad y Tobago.
-Pierden la libertad –revelaron de
inicio- apenas pisan cualquier playa trinitense y su “pecado original” es una
supuesta deuda que estas mujeres solo pueden pagar convirtiéndose en una
mercancía sexual. Las amansan con un proceso previo de tortura, rotación y
terror hasta que pierden el impulso de escapar. El crecimiento de estas redes
de trata es tan evidente que informes regionales y parlamentarios reconocen que
en esa maquinaria de engaño y violencia, la complicidad del aparato de justicia
de la isla multiplica el número de víctimas.
Y agregaron:
-Lilia nunca imaginó que una simple
solicitud de amistad en Facebook podía ser el comienzo de una pesadilla. Quien
la contactaba no podía haber despertado menos sospecha: era una adolescente,
como ella, que también residía en Maturín, al oriente de Venezuela. Primero
fueron amigas en la red social y luego comenzaron a verse en el liceo donde
estudiaba. La invitaba a fiestas y a otros espacios sociales junto a sus
amigas. Un día, cuatro meses después de aquella amistad virtual, le ofreció
empleo “recogiendo botellas en un restaurante” para ganar “un buen dinero”, un
anzuelo irresistible, en medio de la crisis venezolana, para Lilia, quien
entonces tenía 17 años de edad. Pero esa oferta estaba tan lejos de la realidad
como de Venezuela. Engañada, Lilia terminó como rehén de una red de explotación
sexual en Trinidad y Tobago. Como ella, fueron más de 21.000 las mujeres
venezolanas, adultas y menores de edad, que han sido víctimas de trata de
personas en los últimos 6 años en ese país, de acuerdo con cifras oficiales de
la Comunidad del Caribe (Caricom). Las víctimas, indica un informe de ese
organismo, suelen tener entre 18 y 25 años, aunque un número significativo
tiene entre 16 y 17 y algunas son aún más jóvenes.
Luego explicaron:
-Una vez captadas por las bandas
criminales, muchas veces mediante engaño para que acepten su traslado a la
isla, son sometidas luego a condiciones de esclavitud mediante la violencia
física y psicológica. Este viaje al horror conduce a las víctimas a una
prolongada explotación sexual, cuyo desenlace puede ser la detención, un
peligroso escape o la muerte. Mientras tanto, el negocio de la trata entre los
dos países continúa siendo rentable y los criminales permanecen impunes.
Las ofertas de trabajo engañosas
suelen ser una de las estrategias de captación que utilizan con más frecuencia
estas bandas criminales, una carnada infalible en un país que registra una
pobreza del 94 por ciento, según una encuesta de 2020 realizada por la
Universidad Católica Andrés Bello. La situación económica motivó una migración
sin precedente del 18 por ciento de la población, un total de 5,5 millones de
venezolanos en los últimos seis años, según datos de la Organización de
Naciones Unidas para los Refugiados.
Seguidamente detallaron:
-Lilia les dijo a sus padres que iba a casa de una amiga, a una fiesta.
Aquella noche de principios de noviembre de 2019, la adolescente salió solo con
una pequeña cartera. Su salida no despertó en Jorge, su padre, ninguna
sospecha, pero las dudas aparecieron cuando después de algunas horas no regresó
a casa.
Los días siguientes, enviaba a sus
allegados por Facebook mensajes que intentaban ser tranquilizadores, “con una
información muy vaga, no decía ni dónde ni con quién estaba”, según cuenta
Jorge. Hacía pensar que estaba en Colombia o que iba rumbo hacia allá, pero no
daba ningún dato que permitiera ubicarla. Solo después de tres semanas su padre
recibió una llamada telefónica que confirmó sus peores miedos: su hija había
sido detenida en una redada policial en Cunupia, en Trinidad y Tobago, junto a
decenas de adolescentes que iban a ser explotadas sexualmente.
Posteriormente destacaron:
-Cerca de 50 mujeres víctimas de
trata estaban encerradas en distintas habitaciones en un bar en la región de
Chaguanas, y en una casa ubicada en el sector Diego Martin, al noreste de la
isla, según publicaron medios de comunicación. Eran una especie de “centros de
acopio”, desde donde las mujeres iban a ser distribuidas en varios locales
nocturnos en la isla, según los reportes. Como Lilia, había otras adolescentes
venezolanas de El Furrial, otra población del Estado Monagas, y de Maracay, Estado
Aragua.
Los chats de Facebook,
que su padre pudo revisar tiempo después, dan cuenta de que su captadora
convenció durante meses a Lilia de emprender ese viaje. El perfil en Facebook
de esta reclutadora de las redes de trata muestra a una chica muy joven con una
red de amigos de más de 2.600 personas. En esa lista figuran cientos de nombres
de adolescentes, principalmente estudiantes de distintos liceos y centros
universitarios localizados en Maturín, aunque también de diferentes ciudades
del oriente del país.
Más adelante precisaron:
-Una oferta de trabajo engañosa fue
el mismo anzuelo que captó a Zurima, de 29 años, habitante de Petare, Caracas.
Ella y otra mujer fueron reclutadas en 2019 por un hombre que se hacía llamar
Jonathan. Zurima tenía para ese entonces un cargo de ejecutiva de ventas
telefónicas de una empresa de encomiendas, pero el sueldo que cobraba —en ese
momento el salario mínimo en Venezuela era equivalente a menos de 6 dólares—,
era insuficiente para cubrir sus gastos, especialmente los de su padre, que
estaba enfermo y vivía en el Estado Sucre.
Ella relató:
-Yo le mandaba medicamentos a mi
papá, pero no podía con todo. Teníamos a Jonathan, nuestro amigo, que nos decía
que le iba bien en construcción allá en Trinidad y Tobago. Yo hasta conocía a
su familia, a su novia. Siempre nos habló de que había oportunidad de trabajo
limpiando casas, o en bares, o restaurantes. Hasta que nos comentó la
oportunidad de cuidar a la mamá de un trinitario, quien nos dijo que era un hombre
serio.
Al final del reportaje indicaorn:
-Para viajar hasta Trinidad ellas
debían trasladarse a Güiria, también en el oriente del país, desde donde
tomarían un peñero que las llevaría a la isla. El pasaje le costaba a las dos
amigas 500 dólares, pero ellas lograron reunir solo la mitad. El resto iba a
ser cubierto por su empleador, acordaron ellas con el hombre que capitaneaba el
bote que desembarcaría en la isla. Pero una vez que llegaron a destino, su
supuesto empleador anunció que no cancelaría el monto en su totalidad, así que
los capitanes les retuvieron los pasaportes, que nunca recuperaron. Ya
entonces, sin siquiera sospecharlo, se habían convertido en rehenes de una banda
de trata.
(Este reportaje fue
publicado en el portal La Patilla)
Abrieron
oficinas para facilitar la regularización de venezolanos en República
Dominicana
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