lunes, 26 de junio de 2023

Rodulfo González. LA DIÁSPORA EN EL SOCIALISMO DEL SIGLO XXI

 

 

 

¿XENOFOBIA?

           

            El 1 de octubre de 2019, en el portal Analítica, el columnista identificado con su correo electrónico hacheseijaspe@gmail.com dio a la publicidad un extenso artículo titulado “¿Xenofobia?”, que comenzó así:

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            -Noticias recientes en la prensa, la televisión y los medios sociales nos informan de las dificultades, desprecios y abusos que sufren algunos paisanos nuestros que han debido abandonar el nativo suelo en búsqueda de un lugar en el mundo en el cual sea menos traumática la existencia y se tenga más posibilidades de proveer de alimentos a sus familias.  Añaden más las noticias: que esas acciones infames provienen tanto de particulares como de agentes de la autoridad.  Y la queja se vuelve más amarga cuando leemos que tales maltratos se originan en países que, hasta hace poco, nos enviaban sus menesterosos para que se establecieran entre nosotros y pudieran prosperar lo suficiente para vivir dignamente y poder remitir algo de dinero a los parientes que dejaron atrás.

            Luego recordó:

            -Desde el mismo momento en que apareció el Nuevo Mundo en los mapas europeos, los venezolanos recibimos bien a los que arribaban.  Y llegaban de todas partes: del Oriente Próximo, los que denominamos impropiamente “turcos”, aunque eran sirios, libaneses y palestinos en su mayoría —el apodo se debe a que todos llegaban con pasaportes del Imperio Otomano, que empezaba a derrumbarse—; españoles, primero catalanes y vascos, cuando la Guerra Civil, luego gallegos y canarios que huían de la pobreza y demás perturbaciones ocasionadas por la posguerra; por iguales motivos nos llegaron los italianos, griegos, franceses y eslavos del sur, impelidos por otra guerra, la Segunda Mundial; antes nos habían llegado los judíos ashkenazim que lograron escapar de su patria antes de que los nazis los volvieran ceniza y humo en los crematorios de los campos de concentración (sefarditas hubo entre nosotros desde los tiempos de la conquista). 

            Seguidamente indicó:

            -Aunque siempre hubo colombianos entre nosotros, en la década de los setenta se incrementó su número porque comenzó la “Venezuela Saudita”, rica como nunca (hasta que llegó la siguiente bonanza en tiempos de Boves II).  Por ese mismo motivo aparecieron entre nosotros los ecuatorianos, peruanos, dominicanos y haitianos.  Por la misma razón, más el ingrediente de las dictaduras militares, abundaron inmigrantes del Cono Sur.  Tanto es así, que llegó un momento en que los datos censales informaban que, de cada siete personas que pisaban nuestro suelo, una no había nacido en él. 

            A todos los recibimos como sangre nueva que iba a colaborar con el progreso de Venezuela.  La mayoría de ellos no tenía sino una muy elemental instrucción, pero unas inmensas ganas (y necesidad) de trabajar, de acometer trabajos menestrales.  Había también, hay que reconocerlo, gente con tercer y cuarto nivel de instrucción.  De todos los países, pero especialmente chilenos y argentinos que, apenas llegados, empezaron a desempeñarse como profesores universitarios y profesionales en toda regla.  Aunque, al igual que sucede con nuestros paisanos ahora, bastantes comenzaron trabajando por debajo de su nivel de conocimientos: ingenieros laborando como maestros de obra, médicos como camilleros…

            Apuntó además:

            -Por eso duele lo que les pasa a nuestros paisanos de la diáspora.  Pero tenemos que estar claros en un par de cosas: primero, que no son los países los que tratan mal a los extraños, son individualidades —pocas, pero ruidosas—; por cada peruano o ecuatoriano que maltrata, hay diez que comprenden la crujía que pasan nuestros paisanos y los ayudan.  Hace dos semanas, explicaba en esta columna cómo se han organizado muchos colombianos para ayudar a los caminantes que avanzan hacia sus destinos por las empinadas carreteras andinas. 

            Y, segundo, que los agravios, atropellos, perjuicios y hasta lesiones que reciben, no son causados tanto por xenofobia sino por aporofobia: no los maltratan por ser extranjeros sino por ser pobres; por la amenaza que representan al ofrecerse en el mercado laboral compitiendo con los sectores más pobres del país de acogida.

            Duele, también, que entre nosotros haya individualidades que catalogan a nuestros migrantes como poco venezolanos, como traidores a la patria.  En esas recriminaciones hay algo que es muy poco cristiano; una inmensa falta de caridad, de ponerse en la situación del otro.  Veámoslos como gente valerosa, que siente una responsabilidad muy grande con los que dejan atrás; como personas que han decidido vivir una vida de estrecheces para que los suyos no pasen hambre.  Alegrémonos, también, porque algunos debieron de irse por dignidad; por huir de un régimen donde la sola forma de pensar pone en peligro la existencia. 

            Asimismo explicó:

            -La marcha de muchos compatriotas, no la veo como una consecuencia del cínico aforismo: ubi bene, ibi patrie.  Ellos se van, no para encontrar una nueva patria donde van a estar bien, sino para que los suyos puedan estar bien sin tener que ausentarse de la propia.  Sinceramente, yo los admiro: tuvieron la fuerza de voluntad y la fortaleza para irse a tierras extrañas a enfrentar dificultades, a tener que tragar grueso y sobreponerse ante los desmanes de algunos aporofóbicos, a conseguir ingresos para sobrevivir y enviar a casa.  No fue el egoísmo lo que los impulsó, sino el amor a los suyos.  Que les vaya bien paisanos; que, así como Poder Celestial no los ha de abandonar nunca, no renieguen de su venezolanidad. Porque, Dios mediante, el sufrimiento del exilio será temporal…

           

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

            Sobre el tema abundó David Uzcátegui el 1 de agosto de 2022 en el mismo portal en un extenso texto titulado “La injusta xenofobia contra los venezolanos”, que inició así:

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            -A raíz de la creciente ola migratoria de venezolanos en la última década, hemos comenzado a observar un fenómeno preocupante, doloroso y creciente. Se trata de la xenofobia de la cual son víctimas nuestros compatriotas en algunos de los destinos que finalmente alcanzan.

            Luego explicó:

            -La xenofobia ​ es el rechazo u odio al extranjero o inmigrante, cuyas manifestaciones pueden ir desde el simple rechazo, pasando por diversos tipos de agresiones y, en algunos casos, desembocar en asesinatos.

            La mayoría de las veces se basa en el sentimiento exacerbado de nacionalismo, aunque también puede ir unida al racismo, o discriminación ejercida en función de la etnia. Según los antropólogos, la prevención frente al extranjero sería un rasgo evolutivo arcaico.

            Después indicó:

            -Con más de seis millones de venezolanos dispersos por el planeta, de acuerdo a la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados, la vulnerabilidad a nuestros coterráneos en terceras naciones es creciente.

            Tenemos que recordar que, al margen de su consideración ética, la xenofobia puede ser un delito. Numerosos Estados tienen tipificadas como tales las conductas racistas y xenófobas.

            Con sobrada razón la indignación de nuestro gentilicio se incrementa con todo este panorama plagado de injusticias. Y es que Venezuela fue el país más abierto a la migración durante sus años de mayor prosperidad.

            Seguidamente apuntó:

            -Desde hace mucho tiempo atrás se comenzó a correr la historia de este país de gente amable, de clima perfecto y de riquezas que bastaban y sobraban, no solamente para sus pobladores, sino para quien quisiera llegar y trabajarlas.

            Ese que tomara la decisión de hacerlo, podría ver bienestar más allá de lo imaginado, en tanto y en cuanto se esforzara en salir adelante. Fue así como recibimos significativas olas de migrantes.

            Tras el descubrimiento de considerables reservas petroleras, en 1922, en la década de 1940 comenzó una primera ola migratoria desde la Europa en guerra, que, gracias al aumento permanente del nivel de vida en el país, generado por la renta petrolera, continuó incrementándose.

            De hecho, creció más a partir de la postguerra. Entre 1948 y 1961, ingresaron a Venezuela 920 mil inmigrantes, principalmente españoles, italianos y portugueses, cuando el país apenas contaba con unos 5 a 7 millones de habitantes. Era gente que huía de la devastación, del hambre, de todo el horror que es capaz de causar el ser humano cuando se deja captar para el mal.

            Y en los años 60 y 70 recibimos a numerosos grupos humanos desde Suramérica. Ellos escapaban también de persecuciones políticas crueles, decididas a acabar incluso con sus vidas.

            Esos migrantes fueron recibidos aquí con los brazos abiertos. Se entretejieron con nosotros, formaron parte activa y medular de nuestra sociedad. Prosperaron y nos hicieron prosperar.

            Y a continuación expresó:

            -Enriquecieron la construcción, el comercio, la gastronomía, la creciente industria petrolera, las artes. Muchos de nosotros estamos emparentados con algunos de ellos e incluso dieron origen a nuestras legendarias reinas de bellezas, por una mezcla de razas que fue bendecida.

            Increíblemente, son muchas de estas naciones las que hoy estigmatizan a nuestro gentilicio. No vamos a generalizar, porque no queremos cometer el mismo pecado que se comete en nuestra contra; pero una cantidad representativa de sus habitantes reacciona con odio y miedo hacia el extranjero. Y ahora, el extranjero somos nosotros.

            Los episodios masivos de agresiones a venezolanos, incluso quemando sus pertenencias, están más allá del dolor descriptible e imaginable para todos nosotros.

            A propósito de la situación de los venezolanos en Chile, las Naciones Unidas piden que no se utilicen “hechos aislados para fomentar la discriminación y la violencia contra personas refugiadas y migrantes”.

            Y finalizó señalando:

            -Quisiéramos que fueran bien recibidos los nuestros en otras tierras. Porque la enorme mayoría simplemente quiere trabajar y hacerse de un espacio que se le ha negado en su propio país. Solamente desean aportar a la nación que los reciba, a cambio de la seguridad que aquí no pudieron encontrar. Que sus hijos crezcan con educación y salud, poder enviar dinero justamente ganado a los parientes que no pudieron acompañarlos.

            Eso es todo, y es algo bueno para el país receptor, que obtiene mano de obra dispuesta a laborar y se beneficia de la fuga de cerebros que padecemos. El rasgo ingenioso y emprendedor de nuestros compatriotas también ha sido reconocido en numerosas latitudes a estas alturas. Es el ejemplo de República Dominicana, que anunció el año pasado la regularización de más de cien mil venezolanos, a los que considera una fuerza laboral calificada.

            Sigue estando en nosotros, en cada ser humano, la racionalización y contención del sentimiento xenófobo, el miedo al diferente.

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