En el Líbano, en una colina rocosa de Harissa que domina la ciudad de Jounieh y el mar Mediterráneo, el santuario de Nuestra Señora de Líbano es un lugar de peregrinación frecuentado por toda la población libanesa. El edificio pertenece a los maronitas, católicos de rito oriental, pero no es raro ver allí a musulmanes y, en particular, a muchas mujeres chiitas que toman la escalera de caracol (104 escalones) que les permite subir a lo alto de la estatua monumental de la Virgen María, conocida con el nombre de “Nuestra Señora de Líbano”.
El santuario tiene dos edificios: la capilla original construida en 1908, coronada por la estatua monumental, y la iglesia moderna construida en la década de 1980, elevada al rango de basílica menor, que puede recibir peregrinaciones mucho más grandes.
50 años después de la proclamación por el papa Pío IX del dogma de la Inmaculada Concepción (1854), la Iglesia maronita quiso celebrar solemnemente este aniversario y expresar así el amor del pueblo libanés por la Virgen María. De ese modo, el patriarca maronita Elías Hoyek, el nuncio apostólico Charles Duval y un jesuita suizo Lucien Cattin asumieron la iniciativa en 1904 y el proyecto se llevó a cabo. La residencia del Patriarca Maronita y la Nunciatura Apostólica también están cerca.
Procedente de Francia, la estatua de bronce mide 8.5 metros de alto y 5 de ancho; pesa 15 toneladas. La Virgen María parece extender sus brazos hacia Beirut, la capital de Líbano. La fiesta litúrgica de Nuestra Señora de Líbano se celebra el primer domingo de mayo, en recuerdo de la inauguración de la capilla ese mismo día, pero de 1908.
La basílica es una mezcla simbólica entre un cedro libanés y un barco fenicio, lo que le da mucha luz. Los enormes ventanales simbolizan las velas del barco. Con 115 metros de largo y 67 de ancho, puede albergar hasta 3500 personas. San Juan Pablo II celebró allí Misa el 10 de mayo de 1997.
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