Ni litio ni gas, lo importante es la libertad y la propiedad privada
¿Los recursos naturales pueden, automáticamente, llevar a los países al desarrollo y sacar a las poblaciones de la miseria?
Ya que la era del gas llegó a su fin, oficialistas y opositores estaban poniendo sus esperanzas en el litio, recurso concentrado en el Salar de Uyuni. Sin embargo, el descubrimiento de un volcán que podría contener hasta 120 millones de toneladas métricas de litio, lo que superaría en 12 veces la cantidad de litio de Bolivia, que era considerado como el mayor yacimiento de litio del mundo hasta este nuevo descubrimiento, y su explotación, además, podría comenzar tan pronto como en 2026, ha dejado sin discurso a unos y a otros.
La clase política nacional ha sido siempre incapaz de hacer una pregunta básica, ¿los recursos naturales pueden, automáticamente, llevar a los países al desarrollo y sacar a las poblaciones de la miseria?
La respuesta es muy sencilla, no. Ahora veamos los porqués.
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La realidad es que, así como en su momento lo fueron el guano, el salitre, el caucho, el estaño o el gas, el litio era solo una nueva promesa hueca, pues la prosperidad de las naciones no depende de los recursos que tengan en el suelo, subsuelo o en las montañas, sino de la capacidad humana para crear, eso que el profesor Jesús Huerta de Soto llama: Función empresarial. Pero lo anterior requiere de marcos institucionales que respeten la libertad económica y el derecho propietario.
Dado que los recursos son escasos en relación con las necesidades, se hace imperioso asignar derechos de propiedad a los efectos de darle el mejor uso posible a criterio de quienes compran o se abstienen de comprar en el supermercado y equivalentes. En ese contexto, aquel que mejor uso le da a su propiedad está mejor sirviendo los deseos y preferencias del prójimo. En otros términos, cada propietario para mejorar o mantener su propiedad debe ofrecer bienes y servicios que agraden a los demás. Si deja inexplorados sus recursos, o los explota mal, incurrirá en quebrantos y se consumirá el capital. En el sistema capitalista las pérdidas son tan importantes como las ganancias, puesto que le permiten al empresario mejorar la calidad de sus mercancías, adaptar comportamientos de inversión más prudentes y entender mejor las necesidades del consumidor.
En ausencia de propiedad privada, por ejemplo, nadie sembrará para que otros cosechen y así sucesivamente, que es lo que produjo las hambrunas horribles en el nuevo continente a raíz del experimento comunista de los primeros 102 colonos instalados en Plymouth en lo que luego sería Estados Unidos. Hambrunas detalladas en el célebre informe del Gobernador William Bradford (Of Plymouth Plantation), donde resultan claras las razones por las que se abandonó la idea de la propiedad colectiva. Ese cambio convirtió a los Estados Unidos en la nación con mayor capacidad de creación de riqueza que ha habido en la historia de la humanidad.
Empero, no es necesario viajar tan atrás en el tiempo para ver los efectos nefastos de la falta de propiedad privada. En el país, la colectivización de la tierra tuvo repercusiones en el nivel de vida de los campesinos bolivianos, especialmente, en el occidente del país. Por ejemplo, el Índice Global de Hambre (IGH) 2021 muestra que Bolivia tiene el tercer índice más alto de hambre de la región. A nivel continental, el país ocupa el lugar 15 entre 21 países de América Latina. Este estudio indica que Potosí y Chuquisaca están en una situación grave. Además, que existe desigualdad en el acceso a la alimentación y la falta de ingresos de las familias.
En conclusión, es el momento de dejar de pensar en el próximo recurso natural a explotar para empezar a debatir las verdaderas causas de la riqueza de las naciones: la libertad y la propiedad.
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