Las monjas y los monjes de clausura en el Sínodo
El Sínodo de los Obispos sobre la sinodalidad, que se inauguró el pasado 9 de octubre, tiene como objetivo escuchar la voz de todo el pueblo de Dios en la misión de la Iglesia.
Entre los participantes de este Sínodo, que se desarrollará en tres fases (diocesana, continental y universal), hay un grupo que llama especialmente la atención: Las monjas y los monjes de clausura.
La clausura monástica o conventual es una forma de vida consagrada que se caracteriza por el retiro voluntario del mundo, la separación física y jurídica del exterior, y la dedicación exclusiva a la oración, al trabajo y la vida fraterna. Los monjes y las monjas de clausura siguen diferentes reglas y carismas, pero todos comparten el mismo ideal de buscar a Dios en el silencio y la soledad.
¿Cómo pueden estas personas, que viven alejadas del mundo y de sus problemas, aportar algo al Sínodo, que pretende ser una expresión de la comunión y la participación eclesial? La respuesta es que los monjes y las monjas de clausura no son ajenos ni indiferentes al mundo, sino que lo llevan en su corazón y lo ofrecen a Dios con su oración y sacrificio.
Los monjes y las monjas de clausura son una presencia silenciosa pero profunda en el Sínodo. Su contribución se basa en tres aspectos:
Oración
Los monjes y las monjas de clausura sostienen, con su oración constante, el desarrollo del Sínodo, pidiendo al Espíritu Santo que ilumine y guíe a los participantes. También interceden por las intenciones y las necesidades de toda la Iglesia y del mundo. Su oración es un servicio espiritual que da fuerza y fruto al camino sinodal.
Los monjes y las monjas de clausura muestran con su testimonio de vida una forma radical y auténtica de seguir a Cristo. Su fidelidad a la vocación, entrega generosa a Dios, alegría en la sencillez, comunión fraterna y apertura universal son un signo profético que interpela y anima a toda la Iglesia. Su testimonio es una llamada a la conversión y a la santidad.
Reflexión
Los monjes y las monjas de clausura también participan en el Sínodo con su reflexión teológica y pastoral. Aunque viven apartados del mundo, no están desconectados ni desinformados. Al contrario, tienen una visión amplia y profunda de la realidad eclesial y social, gracias a su estudio, lectura, diálogo y discernimiento. Su reflexión es una fuente de sabiduría y de luz.
El Papa Francisco ha reconocido el valor y la importancia de los monjes y las monjas de clausura en el Sínodo. En su mensaje para el lanzamiento del proceso sinodal, les dirigió estas palabras: «A vosotros os pido especialmente que acompañéis este camino con vuestra oración incesante, con vuestra vida ofrecida, con vuestra mirada profética».
Los monjes y las monjas de clausura son una voz silenciosa pero profunda en el Sínodo. Son una voz que habla desde el corazón de Dios, desde el corazón de la Iglesia y del mundo. Son una voz que merece ser escuchada.
Reporte Católico
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