OCHO AÑOS DE SU MUERTE
JUAN RAMÓN JIMÉNEZ
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róximamente se cumplirán ocho años de la
muerte del gran poeta español, Juan Ramón Jiménez ocurrida en San Juan de
Puerto Rico donde desempeñaba labores universitarias. Pocos años antes había
ganado el Premio Nobel de Literatura que ofrendó a su esposa moribunda, la gran
Xenobia Camprubí de Jiménez. Publicamos a continuación una de sus páginas más
bellas y selectas.
ENTRE la
ciudad y el cielo, encantadas en las torres grises, están las campanas. Están a
la altura de los pájaros, a la altura de las nubes, casi a la altura de las
estrellas. Se recortan como mujeres, sobre las claridades de los ponientes, en
las tardes amarillas de otoño. Votean, gritando y riendo, en las fiestas azules
de la primavera. Suenan a corazón, son dolidas como novias engañadas y,
vestidas con su hábito de monjas, rezan a Dios mirando los jardines y los
claustros... Están a buena altura para que los ánjeles bajen, hasta ellas, para
que los hombres las oigan y las vean desde los campos. Una ciudad sin campana
sería como un rosal sin roas, como un cielo sin estrellas, como una fuente sin
agua, como un hombre sin corazón. La ciudad tiene su voz para quejarse o para
cantar sobre el valle; si la ciudad no echase su tristeza o su fiesta sobre el
alma de los valles, ¿dónde iba a abrir sus flores de sombra o sus sueños de
luz? Por las campanas vienen los ánjeles a las ciudades, por las campanas viene
la Santa Virjen María. Ellas llenan el aire de blancura cuando se mueren los
niños... Y de pronto, cuando uno está sumido en la sombra sin fondo de un ensueño,
suena una campanada. Es una mano blanca que acaricia el aire de nuestro sueño
como una flor que se abre en la noche estrellada de mayo. Es la mano que
azulea, al alba, los ojos de los niños; es la mano que cierra para siempre los
ojos de los muertos... Desde el otro mundo, ¿se oirán también las campanas?
(Página
Literaria de Últimas Noticias, 23-1-66).
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