PROSTITUCIÓN MASCULINA
Son
muchos los niños venezolanos, del sexo masculino, dedicados a la prostitución.
Las cifras exactas no se conocen, pero informes aislados de las autoridades de
protección al menor dan cuenta de la existencia de tal anomalía social. Uno de
estos documentos emanados de las oficinas de Servicio Social del extinto
Consejo Venezolano del Niño reveló que de 37 casos de prostitución atendidos
por estas agencias 4 eran varones y ocurrieron en Caracas, ciudad donde en
jimio de 1959 un grupo de detectives adscritos a la antigua Dirección General
de Policía, hoy DISIP, al practicar el allanamiento del apartamento 125 del
edificio San Luis de la Urbanización Bello Monte, encontraron entre las
víctimas que eran llevadas al lugar para practicar orgías a vados niños
varones. En el interior del apartamento los funcionarios policiales hallaron
también fotografías que reproducían escenas de fiestas celebradas en el local y
desfiles de hombres vestidos de mujer y viceversa.
Un
operativo de profilaxis social realizado por la Policía Metropolitana de
Caracas en varios prostíbulos, permitió la detención de cinco mujeres e igual
número de hombres responsables del comercio sexual de menores de uno y otros
sexos.
El
testimonio más impresionante sobre la prostitución masculina de niños en
Venezuela lo proporcionó hace algunos años el conocido psiquiatra Raúl Ramos
Calles. En esa oportunidad, sustentando la denuncia en casos conocidos en su
gabinete clínico, el doctor Ramos Calles, al comentar el problema, advirtió que
los varones corrían más peligros que las hembras porque el tráfico cada vez más
intensivo de menores en los centros de homosexuales estaba llevando a la
escuela del vicio a hijos de honorables familias, precisamente la clientela de
su clínica.
El
psiquiatra ilustró su denuncia con dos casos de los muchos conocidos por él en
su consultorio
Caso A. Cierto
día, un menor de doce años estaba parado en una esquina de Sabana Grande y se
le acercó una jovencita muy bien parecida.
¿Quieres
oír música?, le preguntó. Subamos a mi apartamento. Allí tengo muchos discos
bonitos.
Ambos
subieron y en el recibo se pusieron a oír discos. Luego, la menor invitó a su
visitante a tomar cerveza. Él aceptó y comenzó el coqueteo de la chica. Le
pasaba las manos por los cabellos, cruzaba sus piernas entre las de él y luego
vinieron los besos. En la noche el joven quiso despedirse, pero la menor lo
detuvo diciendo:
-No
te vayas, tonto, quédate a dormir aquí.
Como
el chico estaba mareado, aceptó la invitación. Allí pasó dos días y unos
sujetos desconocidos lo llevaron a otro sitio. Le presentaron a un señor
entrado en años, quien lo trató con cariño de padre. Durmió allí y al día siguiente
fue trasladado al teleférico del Ávila. Allí paso una semana hasta que lo
descubrió un amigo de la familia, quien notificó el hallazgo a los padres...
El
muchacho volvió a casa con quinientos bolívares en el bolsillo, pero solo por
unas cuantas horas porque le gustó el trato. Nuevamente fue encontrado y se le
sometió a consulta, pero ya era demasiado tarde porque todo estaba perdido.
Caso B. Un menor
de 13 años aproximadamente se hallaba en Los Caobos observando algunas pinturas
de caballetes. Se le acercó un hombre y le dijo: ¿Te gustan los cuadros? Ven a mi
casa que allí tengo muchos, muy hermosos
El
chico lo siguió, vio los cuadros y cayó en el vicio. También se le dio por desaparecido en su
casa. Los tratantes lo llevaron a un salón de belleza en Sabana Grande, luego a
la playa y a otros sitios hasta venderlo por unos cuantos bolívares.
En
1964 ocurrió un caso en Caracas que conmovió a la opinión pública. Tuvo como
saldo la muerte del ingeniero Rodríguez Vicentini. Dos menores de edad, uno de
los cuales había sido convertido en víctima de las aberraciones sexuales de
este individuo, fueron señalados por la Policía como presuntos autores del
crimen,
Las
investigaciones que para la fecha se practicaron desenmascararon a una red de
malhechores que se dedicaban al comercio sexual de menores de ambos sexos, que
luego sometían a las más inverosímiles prácticas carnales.
(Proceso, Porlamar, 5 de junio de 1992)
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