La fiesta de Olivos: el día que murió el gobierno de Alberto Fernández
El 14 de julio de 2020, a poco más de medio año de haber asumido, la gestión quedó herida de muerte luego de un episodio del que no se pudo recuperar.
El Frente de Todos de Alberto Fernández y Cristina Kirchner no tenía muchas perspectivas de hacer un buen gobierno. Para empezar, las distintas facciones del peronismo tenían diferencias políticas, conceptuales y económicas. Como si esto fuera poco, las disputas de poder en el seno del gobierno impidieron los avances de la gestión en cualquier dirección. Algunos manifestamos que esto fue una suerte para la Argentina. La solución que le encontraron el presidente y la vice saliente fue el denominado “loteo” del Estado. Es decir, la repartija de las dependencias públicas y los cargos entre el cristinismo, el albertismo incipiente –que nunca terminó de consolidarse- y el massismo.
Esto se tradujo en ministerios manejados por unos, otros por los demás y en alguno una melange complicada. Es decir, algunos jefes respondían a un grupo mientras que sus subalternos a otro. De esta manera comenzó a gestionar durante el primer medio año un gobierno que no podía poner de acuerdo al ministro de Economía con el secretario de Energía llegaba a un consenso sobre si Venezuela sufría una dictadura o noo. Esta locura total llegó a expresarse cuando el máximo representante diplomático del país dijo una cosa en un foro, mientras que su segundo se manifestó en manera opuesta.
Con la pandemia y la cuarenta extendida, Alberto Fernández se aferró a las restricciones que en un primer momento fueron muy apoyadas por una ciudadanía que abrazó la idea de vacaciones pagas, pero que comenzó a desesperar cuando las consecuencias inevitables comenzaron a manifestarse.
En medio de un toque de queda que ya no apoyaba prácticamente nadie, con serios casos de violaciones a los derechos humanos y desapariciones vinculadas a las fuerzas de seguridad, además del hartazgo del encierro y la crisis económica, el presidente se suicidó políticamente. El 14 de julio de 2020, su pareja realizó un festejo de cumpleaños en la quinta de Olivos, con comida, torta, vino y champagne. Algo impensado para el resto de la ciudadanía, que no podía reunirse ni mucho menos pagar por semejante festín. La impericia y la lejanía de la realidad hizo que los presentes ni siquiera tengan el reparo de mantener la discreción y el secreto de la inmoralidad. Sacaron fotos (que terminaron trascendiendo) como si fuera una fiesta en una circunstancia normal. Allí estaban todos, Alberto, Fabiola, los invitados y el perro Dylan.
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Aunque parezca difícil de comprender, a veces lo simbólico tiene más fuerza que otras cuestiones más trascendentes, como la corrupción del kirchnerismo. Ver al presidente en medio de una fiesta de cumpleaños, mientras tenía lugar la cuarentena que él mismo había decretado para los demás, caló más hondo en la ciudadanía argentina que la fortuna injustificable de Cristina. Tan duro entró la bala debajo de la línea de flotación, que el oficialismo ni pudo encontrar argumentos en su defensa. En privado, el cristinismo culpaba (lógicamente) al albertismo, mientras Sergio Massa veía que su plan comenzaba a funcionar a medias. Se iba haciendo dueño de las acciones de un gobierno, cuya cotización comenzaba a tender a la baja irremediablemente.
La cuestión es que lo que vino después siguió hundiendo al Frente de Todos, hasta el naufragio que se terminó de consumar recientemente. Primero, Fernández casi que culpó a su mujer por invitar a una fiesta “que no tenía que haber sucedido”, como si hubiera podido pasar sin el consentimiento del presidente en la misma quinta presidencial de Olivos. Pero, la frutilla de la torta fue el último de los desatinos ante la opinión pública: Alberto cerró la causa en la justicia pagando plata. Unos tres millones de pesos que la mayoría de los argentinos no cuenta, como para poder liquidar un dolor de cabeza judicial.
Luego de este triste episodio comenzó la debacle. La paliza en las elecciones de medio término, la asunción desesperada de Massa en economía y la derrota final a manos del libertario Javier Milei. Aunque pasaron los meses y los años, la gente le siguió reprochando al presidente y a su gobierno, aquel impúdico episodio, del que nunca pudo recuperarse. Alberto y Fabiola lo recordarán en cada fecha de cumpleaños de ella como castigo, por el resto de sus vidas.
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