«En verdad, en verdad, el Salvador del mundo ha puesto la mansedumbre y la humildad como fundamento de las virtudes. La abstinencia, el ayuno, la austeridad, la pobreza interior o exterior, las buenas obras, los milagros, no son nada sin la humildad de corazón. Pero todas estas cosas volverán a la vida y recibirán bendiciones, si la humildad las sostiene.
La humildad de corazón es la fuerza generadora de las virtudes, el tallo y las ramas pueden provenir de esa raíz. Dado que su valor es infinito, porque es el fundamento sobre el que se levanta toda perfección espiritual, el Señor solo se preocupó de decirnos: “Sed humildes”.
Y la Virgen María —porque la humildad es la guardiana universal—, como si hubiera olvidado todas las demás virtudes de su alma y de su cuerpo, solo admiró una cosa en sí misma y dio una sola razón para la encarnación del Hijo de Dios en Ella: “Porque miró la humildad de su sierva”. Por esto, y no por otra cosa, surgió el grito de las generaciones que la han proclamado bienaventurada».
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