¿Cómo (nos) cobrará Nicolás Maduro su éxito como influencer?
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Hasta hace unos meses, Nicolás Maduro no sabía decir la palabra “podcast”. Hoy, pronuncia sin inconvenientes el nombre de su programa. Es, a fin de cuentas, un exitoso “podcaster”. El gobernante conquista una plataforma más con el carisma que nunca encontró en vivo.
Por: Leonor Suárez
“Hola, ¿Cómo están?, ¿Dónde están?” Se preguntaba Nicolás Maduro hace dos meses en el primer episodio de Maduro Podcast, el más reciente formato presentado en su canal de YouTube.
Hasta hace unos meses, Nicolás Maduro no sabía decir la palabra “podcast”. Hoy, pronuncia sin inconvenientes el nombre de su programa. Es, a fin de cuentas, un exitoso “podcaster”. El gobernante conquista una plataforma más con el carisma que nunca encontró en vivo.
Aunque algunos nos empeñemos en escribir, en esa necesidad de sostener argumentos con columnas, vivimos en el mundo de las plataformas digitales, de la liquidez, de palabras al viento, en formato video, preferiblemente. No lo digo yo, lo dicen los números.
El acelerado crecimiento de TikTok en los últimos cuatro años; el dominio absoluto de YouTube en streaming y la relevancia de los influencers, muestran la necesidad patente de ocupar estos espacios para quienes persiguen las audiencias y sueñan con la viralidad (y los votos, o su apariencia).
Pero con cada plataforma y su evolución, nacen nuevos formatos, y quienes buscan las visualizaciones en masa deben ajustarse para dejarse arrastrar por el algoritmo. El gobierno venezolano, aunque un tanto tarde, ha entrado en el ecosistema de los podcasts.
Nicolás Maduro fue, al mejor estilo del nuevo liderazgo latinoamericano, un early adopter de Tik Tok, el espacio donde la propaganda política se consume por bocado.
Pero en YouTube, la plataforma de mayor penetración en el mundo después de Facebook, el éxito le había sido esquivo. El reciente lanzamiento de Maduro Podcast, que ya va por su episodio número siete, trajo finalmente la anhelada audiencia.
“El primer podcast fue un éxito de arranque”, declaró el propio Maduro (no sin razón) junto a “Cilita”, su copresentadora, en el episodio número 3, el más visto hasta ahora.
Allí entrevistó al recién liberado Alex Saab junto a su esposa Camila Fabri. En ese mismo episodio, también confesó que aprendió por fin a decir la palabra “pod·kast”, el aprendizaje fue tan acelerado como su impacto en la plataforma, si lo comparamos con el resto de los contenidos de su propio canal.
Yo venía siguiendo el perfill en YouTube de Nicolás Maduro desde que comencé a escribir esta columna semanal. Observaba el evidente esfuerzo por crear contenido de éxito en ese espacio, cual influencer novato (aunque con un obvio equipo de producción detrás)- También lo vi experimentar con distintos formatos para dar en el blanco del gusto de una audiencia que nada quiere saber de los Días presidenciales de Nicolás.
Su abrumador éxito en TikTok no se había traducido hasta hace unos meses en una audiencia que lo quisiera escuchar en formatos más largos online.
Con la astuta edición de los videos de su cuenta como tiktoker, Nicolás es macabramente tierno y gracioso (macabro, si contrastamos al tiktoker con su gestión como gobernante y las alarmantes cifras del estado de la nación). Macabramente simpático junto a su paciente y sorpresivamente calmada esposa “Cilita”.
Parecen otros, Cilia no se presenta como aquella mujer intransigente de cabello negro y voz aguda de hace unos años. No solo por el paso del tiempo que se refleja en su canosa cabellera que ha suavizado su expresión, la estrategia se deja ver en el ajuste de su tono de voz que ahora parece casi suave, como se acostumbra en la versión tradicional de las primeras damas.
“Cilita” no es la diputada que lideró de manera férrea y arenga violenta por años la Asamblea Nacional, ni si quiera hace honor a su apodo de Primera Combatiente desde que se hizo Primera Dama en 2013.
Nicolás Maduro es, en plataformas, un venezolano dicharachero, bromista y risueño. No parece el gobernante capaz de destruir un país y dejarlo en los huesos. Ahora, en formato podcast, habla poco de su gobierno, prefiere jugar con “Cilita” un test de enamorados para confirmar que a él le gusta más la cachapa y a ella la arepa.
Ofrece una versión YouTube de su personaje de TikTok en amables entrevistas a sus invitados, anécdotas de juventud o lecturas de los poemas de Tarek William Saab. Así, se retroalimentan una vez más todos los personajes del entorno del poder construyendo una peligrosa y amable narrativa cuidadosamente empaquetada en formato comestible.
La concertada campaña parece a veces caótica o desorganizada si se observa por pedazos, pero se trata del astuto uso de los medios masivos de estos tiempos al servicio de la propaganda.
Un caudal de información que se derrama a través de los personajes más destacados del gobierno, quienes también incursionan, a su manera y de forma mucho más precaria, en distintas redes sociales.
Tarek William Saab, por ejemplo, usa tanto X (antes Twitter) que hasta interactúa con sus seguidores para pedirles opinión sobre su contenido, que es también su gestión. En una publicación reciente, buscó la validación de una seguidora sobre el grado de convencimiento de las últimas confesiones de los supuestos autores en el caso Canserbero.
El General Padrino López usa también sus redes sociales para ofrecer los más recientes avances en su mediática campaña por el Esequibo. El juicio que más importa, al parecer, no es el de los tribunales (nacionales o internacionales) o el de las encuestas, sino el de las audiencias.
El éxito de los influencers busca siempre cobrarse IRL (In Real Life, por sus siglas en inglés– utilizadas en la jerga de internet para referirse a la vida real). Algunos venden tickets para sus standup shows, otros escriben manuales sobre la viralidad o dan conferencias de autoayuda y unos pocos buscan la presidencia como Donald Trump.
Sin embargo, ninguno ha encontrado aún la reelección solo con views. A fin de cuentas, Nayib Bukele contó con las tasas de criminalidad para respaldar su campaña (más allá de las formas, el debido proceso y otros Derechos Humanos).
Este año electoral, podemos contar con que nuestros feeds se llenen de una engañosa, redundante y abrumadora propaganda. Sería cuestionable, sin embargo, que el Maduro tiktoker o podcaster se crea capaz de alterar la aplastante realidad de un país fuera de las pantallas.
Pero, es de saberse, la exposición mediática (aún en las peores circunstancias), siempre es útil si se sabe utilizar. ¿Cómo “monetizará” en la realidad entonces el candidato (y su entorno) la atención alrededor del Maduro tiktoker/podcaster? Es algo que tal vez valga la pena preguntarse antes de reírnos con el próximo post.
LEONOR CAROLINA SUÁREZ / X: @LeonorSuarez / Instagram: leocarosuarez
Estratega de contenidos, escritora y guionista radicada en EE UU. Licenciada Cum Laude en Derecho de la UCAB y máster en Comunicaciones de University of Florida. Cuenta con más de diez años de experiencia en periodismo digital y producción audiovisual. Fun fact: participó en Miss Venezuela 2004.
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