No hay datos oficiales, pero se estima que cada año en Venezuela unas 7 mil personas son mordidas por serpientes. Al saber que en el país hay escasez de suero antiofídico, el antídoto para contrarrestar los efectos del veneno en el cuerpo, al sacerdote Jhonny Arias se le ocurrió crear un banco de este medicamento, financiado por su propia comunidad.
FOTOGRAFÍAS: RAÚL MÁRQUEZ
Una madrugada de marzo de 2021, el sacerdote Jhonny Arias no lograba conciliar el sueño pensando en algo que había sucedido unos días atrás. Mientras trabajaba en su huerto, un agricultor de una aldea vecina había sido mordido por una mapanare, serpiente venenosa que habita en esas montañas del estado Táchira. Como pudo, el hombre fue al dispensario médico más cercano, desde donde lo trasladaron al área de emergencia del Hospital Central de San Cristóbal, pero ahí no tenían suero antiofídico para contrarrestar los efectos del veneno.
Entonces lo llevaron al Hospital Militar, pero como allí tampoco había antídoto, un médico les sugirió a los familiares que lo buscaran en farmacias de Cúcuta, al otro lado de la frontera con Colombia, a una hora de viaje por carretera.
Era urgente.
Si bien no todas las serpientes son venenosas, cuando una que sí lo es muerde a alguien e inocula su sustancia tóxica, la persona comienza a padecer diversos síntomas. Varían dependiendo de la culebra y de la cantidad de veneno que ha empujado hacia el torrente sanguíneo, pero en general el afectado siente dolor, calor, inflamación, enrojecimiento, fiebre, vómito. Con cierta frecuencia, al pasar las horas, aparecen, además, problemas hematológicos e insuficiencia cardíaca, respiratoria o renal, que pueden agravarse al punto que, si no se atienden, pueden llevar a la muerte.
Por eso, si alguien es mordido por una serpiente, los médicos recomiendan que vaya de inmediato a un centro médico para que se determine si requiere suero antiofídico: el antídoto que es tan necesario para salvar a la gente, que figura en la lista de Medicamentos Esenciales de la Organización Mundial de la Salud.
La familia del agricultor juntó sus ahorros, y la hija del hombre se fue a Cúcuta lo más rápido que pudo, donde adquirió 2 kits de suero antiofídico, del tipo polivalente, que es el indicado cuando el emponzoñamiento es producido por una mapanare. Un kit es una cajita que tiene 5 dosis de 10 mililitros cada una. Dependiendo de la hinchazón de la parte del cuerpo afectada, de la velocidad de coagulación de la sangre, de si el paciente tiene o no vómito y fiebre, el médico tratante decide cuántas aplicarle.
En este caso, 10 fueron suficientes.
Aquel hombre se salvó, pero el sacerdote, que siempre piensa en el prójimo, no lograba sacarse esta historia de la cabeza.
Jhonny Arias nació en Caracas, pero lleva más de 20 años viviendo en Táchira. Es el párroco de la iglesia San Rafael Arcángel de El Piñal, una comunidad del municipio Fernández Feo, en el sur del estado, donde ocurrió el incidente. Allí llegó en 2016. Desde entonces, se ganó el cariño de la gente porque ha hecho mucho por el pueblo. Impulsó un comedor para personas de la tercera edad, un banco de medicamentos, un “ropero parroquial” y una casa de paso para los migrantes.
“En vez de preocuparme es mejor ocuparme de mis feligreses”, suele decir.
¿Qué podía hacer ahora?
Según la Organización Panamericana de la Salud, cada año más de 5 millones de personas son mordidas por serpientes, y 130 mil pierden la vida. En Venezuela cohabitan unas 200 especies, 20 por ciento de las cuales son venenosas. Eso según la fundación Vivarium, que monitorea el tema, y estima que anualmente alrededor de 7 mil personas son mordidas por estos reptiles. Luis Fernando Navarrete, encargado del serpentario del Instituto de Medicina Tropical de la Universidad Central de Venezuela, dice que puede que el país sea uno de los que mayor morbilidad y mortalidad tengan por envenenamiento ofídico.
Pero es difícil saberlo con precisión porque no hay datos oficiales.
Aquella madrugada, el sacerdote Jhonny Arias no sabía la gravedad del asunto, pero la intuía porque de tanto en tanto escuchaba que alguien había sido mordido por una víbora, y que en los centros de salud no había suero antiofídico. De allí su angustia, su desvelo.
Cuando los pájaros anunciaron el amanecer, con la pesadez de no haber dormido siquiera una hora, se puso de pie, hizo café y se sentó frente a la computadora y comenzó a investigar en Internet.
Leyó que Ildemaro Pacheco, entonces presidente de la Corporación de Salud del Táchira (Corposalud), decía que para las autoridades regionales resultaba muy costoso comprar suero antiofídico, y que nos les estaba llegando del Ministerio de Salud. Por eso no tenían.
También supo que la situación se repetía en todas partes: leyó que en los hospitales de todo el país había escasez de ese medicamento; y que “la población quedaba en la indefensión ante este tipo de emergencias”.
Así las cosas, se hizo una pregunta: ¿por qué no crear un banco de suero antiofídico que fuese financiado por la misma comunidad?
No dejó de darle vueltas al asunto. Y días después, mientras merendaba, el padre Jhonny pensó que, para financiar el banco de suero antiofídico, podía hacer una radio maratón. Es decir, una recolección de fondos, apoyada por las emisoras de la localidad, para comprar kits de suero antiofídico que él suministraría a quien lo necesitara.
Contactó entonces a los encargados del Laboratorio Biotecfar, de la Universidad Central de Venezuela, el único que produce el medicamento en el país, y supo que cada kit costaba 240 dólares. Con esa cifra como punto de partida, se dispuso a sumar esfuerzos. En la casa parroquial, se reunió con grupos de apostolado seglar, autoridades civiles y de seguridad, gremios y medios de comunicación.
Mucha gente se animó con su idea y comenzaron a trabajar en ella. Periodistas publicaban flyers en redes sociales, notas informativas sobre el asunto en medios digitales y en las emisoras de radio. Se convirtió en un tema de conversación en el pueblo.
El 30 de abril de 2021 fue el día acordado para la radio maratón.
Vestidos de blanco, más de 600 voluntarios salieron a recolectar dinero en las calles. Entre tanto, locutores y periodistas de los medios de comunicación del sur de Táchira y el Alto Apure —como Kalidad 90.3, Integración 100.5, Radio San Rafael 103.3, Radio La Voz, Radio Fe y Alegría El Nula 106.1, Superior 92.9, Notisur y La Nación Radio— seguían informando sobre la importancia de que existiera un banco de suero antiofídico, y sobre el avance de la recaudación.
El ambiente era festivo. Atravesando avenidas, cruzando puentes, quebradas y potreros adolescentes, jóvenes y personas mayores, de distintas religiones e ideologías políticas, trabajaron para que se lograra recaudar la mayor cantidad de dinero posible.
Hubo productores agropecuarios que donaron ganado.
Hubo gente que donó dinero en bolívares.
Hubo quienes, desde el exterior, depositaron dólares en una cuenta bancaria dispuesta para la recaudación. Unos más, otros menos, todos sumaron para lograr la meta. La cifra recaudada llenó de alegría a la gente: fueron unos 16 mil dólares.
Con ese dinero compraron kits, que pusieron a disposición de quien lo requiriera, bajo la premisa de que después la persona pagara el costo del antídodo. De ese modo, el banco podría reponer el inventario y así siempre tener en stock.
En más de dos años, unas 90 personas se han beneficiado del banco, no solo del municipio Fernández Feo, sino de otras poblaciones de Táchira, Barinas y Apure.
—Tengo la certeza de que se ha cumplido con nuestra misión de salvar vidas —dice ahora el padre—. Dios mediante, seguiremos con este propósito.
Y comenta que está dando los primeros pasos de una segunda fase del programa del Banco de Suero Antiofídico:
—Lo que tenemos planteado es la creación de un serpentario en una finca que está ubicada cerca de nuestra parroquia, a unos 15 minutos, administrada por La Universidad Nacional Experimental del Táchira. Así tendremos un espacio idóneo para conocer las especies de serpientes que pululan en esta región.
Sabe que no será una tarea fácil, pero confía en que con el apoyo de las comunidades y los medios de comunicación, lo hará posible.
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Raúl Márquez
Como periodista he ejercido en los principales medios impresos del Táchira. También he trabajado para medios digitales de España y Colombia. Uno de mis vicios es la lectura. La escritura es un reto del día a día.
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