Perdieron la batalla cultural
Un conocido comediante argentino hizo una parodia de los tiempos que corren, desde la perspectiva de un "progre", y desató la furia de la izquierda
Guillermo Aquino tiene dos roles, que en un momento fueron de la mano pero ahora puede que no tanto. Es un comediante “progre”, que se hizo popular en momentos cuando el kirchnerismo todavía ostentaba la hegemonía cultural en Argentina. Es decir, se podía hacer comedia, pero la crítica social tenía que tener la perspectiva que impone el progresismo. Hasta Cristina Fernández de Kirchner celebraba desde sus redes algunos de los cortos que el actor hizo durante los años del macrismo. Sus videos en las redes sociales generalmente se viralizaban, ya que eran (y son) muy divertidos, más allá del enfoque político, ideológico o, mejor dicho, partidario.
Pero Argentina cambió. El humor social es otro. Que Javier Milei sea presidente no es más que una consecuencia que evidencia que los tiempos cambiaron. La izquierda perdió la hegemonía moral y los que se reconocen como la derecha dan la batalla cultural sin tregua ni complejos. Si Aquino hubiera seguido haciendo el mismo humor que en 2018, ahora en 2024, probablemente quede en offside ante el nuevo contexto argentino.
En una oportunidad le preguntaron al entonces presidente uruguayo José ‘Pepe’ Mujica por qué él no cuestionaba y perseguía a los empresarios de su país. Su respuesta tuvo sentido: “Yo seré socialista pero no quiero ser bobo”. Bueno, Aquino será “progre”, pero quiere seguir teniendo éxito como comediante.
Su último sketch se trata de un hombre que amanece en la casa de una desconocida, con la que tuvo una noche de excesos. El personaje se da cuenta en segundos que podría estar frente a su “media naranja”, pero todo se pone bizarro cuando se entera que es la nieta de Jorge Rafael Videla.
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Aunque el corto repite las falacias progres inconsistentes de asociar el autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional” con el nazismo, el liberalismo y hasta con las consignas más populares de Javier Milei, la pieza de comedia cruzó una frontera inaceptable para la izquierda: se hizo humor con una vaca sagrada, que se la debe tratar con absoluta solemnidad.
El video se viralizó y tuvo éxito en el sector importante al que Aquino apunta y debe apuntar como comediante: la mayoría del público. Los ideologizados, por más que nos pese, somos minoría de un lado y del otro. La cuestión es que del bando “zurdo” hubo enojos y duros cuestionamientos para el actor, que se mostró incómodo con la reacción adversa que generó la producción en este segmento en particular.
La izquierda puede que tenga que entender que perdieron la batalla cultural. O al menos que la misma se está dando sin complejos desde la vereda de enfrente. Lo peor que pueden hacer es enojarse con los mensajeros, sobre todo con los que están más de ese lado que del rival. En Argentina prima otro clima de ideas y la mayoría del público está dispuesto a reírse de otras cosas, por más que los ofenda.
Puede que los sucesos sobre la década del setenta en Argentina no sean necesariamente los más acordes para hacer comedia. Las heridas son recientes y todavía no aplica la célebre idea de que lo único que separa a la tragedia de la comedia es el paso del tiempo. Sin embargo, la izquierda y el kirchnerismo decidieron ser ellos los que vulneraron la historia y la reescribieron desde el lugar de la mentira. ¿Cuál mentira? La del discurso oficial durante dos décadas que dice que, repentinamente, los militares tomaron el poder un 24 de marzo de 1976 para comenzar con la implementación de un plan “neoliberal” que requirió el exterminio de 30.000 personas inocentes, que simplemente luchaban por la libertad, la democracia y los más pobres. Si ellos mismos convirtieron los trágicos sucesos del pasado reciente en una patraña, que tiene más de biopic de Netflix que de historia, ahora no pueden quejarse que la misma sea motivo de comedia.
Sin embargo, Aquino, aunque siempre fue claro desde donde habló y donde estaba parado políticamente, podemos decir que “la vio” desde hace rato. Al menos, de hace tres años. ¿Qué vio? Que ya no había una hegemonía cultural del progresismo de izquierda y que existía una Argentina que pensaba diferente. En el divertidísimo sketch “Progres versus Fachos” de diciembre de 2020 (que al día de hoy no puedo evitar verlo completo cada vez que me aparece), Aquino se muestra como el árbitro de un partido entre los dos bandos en pugna. Un acierto como comediante, ya que hizo matar de la risa, tanto a los “progres” como a los “fachos”, con los estereotipos de los grupos. Su rol es ese. Por ahí. No le pidan otra cosa. Menos los de su propio bando.
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