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Destacado Suscriptor, Estados Unidos enfrenta una grave crisis que poco a poco amenaza con desestabilizar los complejos sistemas vitales sobre los que se asienta su sociedad. Tras décadas promoviendo objetivos políticos como la diversidad sobre la competencia técnica, y las infraestructuras claves que gestionan sectores como la energía, el transporte o la seguridad va rumbo a un alarmante declive. Cúmulos de fallas que suceden con regularidad creciente, desde desastres aéreos hasta cortes masivos de luz o ciberataques devastadores. No son sucesos aislados, sino síntomas de un problema sistémico mayor: la erosión paulatina del capital humano altamente cualificado, que alguna vez hizo de EE.UU. un modelo de gestión eficiente. Este análisis revela cómo la preferencia por las “cuotas” sobre mérito está resquebrajando los cimientos del modelo americano. Recuerda que traemos para ti al final del boletín una fina selección de noticias . ¡Mantente siempre bien informado de nuestra mano! A primera vista, las numerosas fallas y catástrofes que han acontecido en Estados Unidos en los últimos años -colisiones navales, incendios forestales mortales, ataques cibernéticos e infraestructuras que colapsan- podrían parecer incidentes aislados. Sin embargo, al analizar detenidamente estos sucesos, surge un factor común que los subyace: la creciente falta de competencia en la gestión de los complejos sistemas estadounidenses. Estados Unidos depende de una intrincada red de sistemas interconectados para su funcionamiento diario: el sistema sanitario, el postal, el financiero, el eléctrico, el de transportes, etc. Durante décadas, estas infraestructuras fueron gestionadas por personal altamente cualificado seleccionado en base a criterios meritocráticos. Sin embargo, desde la década de 1960, las políticas de derechos civiles han reemplazado progresivamente la meritocracia por la diversidad como prioridad. El resultado ha sido una constante erosión de la competencia institucional. Allí donde antes se valoraba sobre todo el talento y la capacidad, hoy priman cada vez más otros factores como la raza, el género o el origen. Los procesos de selección se han diluido para cumplir con ciertas cuotas de diversidad, aunque esto suponga ignorar a candidatos más cualificados. Al mismo tiempo, la promoción sistemática de personal no cualificado ha socavado la suficiencia de quienes gestionan complejas infraestructuras. Esta dinámica se inició en el ámbito educativo, cuando las universidades dejaron de utilizar exámenes estandarizados como criterio de admisión para favorecer a determinados grupos "infrarrepresentados". La merma de competencia se ha ido transmitiendo de forma concéntrica desde las entrañas del sistema hacia su periferia: primero el gobierno y las agencias estatales, luego los grandes contratistas que dependen de fondos públicos, seguido de organizaciones sin fines de lucro e instituciones académicas. Incluso las mayores empresas cotizadas se ven sometidas a fuertes presiones para anteponer la diversidad a la capacidad de sus empleados. Esto explica en gran medida los repetidos fallos que hoy sacuden a compañías emblemáticas como Boeing. Mientras, en el ámbito de la seguridad nacional, las constantes reprimendas por no cumplir con "objetivos de diversidad" amenazan con degradar aún más la preparación de fuerzas como la Armada estadounidense. De acuerdo con la teoría de los "accidentes normales" formulada por Charles Perrow, cuando los sistemas son extremadamente complejos e interdependientes, los fallos catastróficos son inevitables. Lo que esta teoría no considera es que la competencia de las personas que gestionan dichos sistemas es igualmente determinante. Al promover la mediocridad en lugar de la idoneidad, Estados Unidos ha vuelto peligrosamente frágiles sus infraestructuras vitales. Cada catástrofe -colapso eléctrico, explosión industrial, ciberataque- encubre una sucesión de errores humanos que, en manos de personal más capacitado, probablemente habrían sido evitados. Sin embargo, la cultura imperante penaliza a quienes señalan los peligros de soslayar la excelencia en aras de objetivos políticos. Los efectos de décadas de esta dinámica se manifiestan hoy en forma de una alta rotación de personal experto y una creciente incapacidad para gestionar complejos sistemas. Al promover la mediocridad en lugar de la idonez, Estados Unidos ha vuelto peligrosamente frágiles sus infraestructuras vitales A futuro, podríamos asistir a un proceso de "tercermundialización" de Estados Unidos si no se revierte este curso. Fallos energéticos masivos, escasez de suministros, catástrofes industriales o colapsos de infraestructuras podrían ser cada vez más habituales. Sin una vuelta a la cultura de la meritocracia y el mérito sobre cuotas o preferencias, el país corre el riesgo de que sus atascos burocráticos e ineptitudes técnicas eleven paulatinamente el listón de la mediocridad, arrastrando el nivel de vida de todo el pueblo estadounidense. El cambio de rumbo exige un esfuerzo coordinado entre todos los actores: políticos dispuestos a anteponer el interés nacional a demagogias; empresas decididas a reconocer que la diversidad solo tiene valor cuando prima la competencia; y una ciudadanía consciente de que, en la era de los complejos sistemas, la mediocridada “en el poder” tiene graves consecuencias colectivas. Solo entendiendo la amenaza sistémica que supone ignorar la competencia técnica se podrá evitar que fallos como los actuales se conviertan en la nueva normalidad de un país que alguna vez lideró el progreso global. Solo entendiendo la amenaza sistémica que supone ignorar la competencia técnica se podrá evitar que fallos como los actuales se conviertan en la nueva normalidad Selección del editor
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