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Destacado Suscriptor, Cada cierto tiempo por distintas razones se desempolvan historias de los monstruos del mundo, lamentablemente aupado con la intensión de darle gloria a quienes menos lo merecen. La glorificación de monstruos y glamorización de sus vidas es algo absolutamente innecesario, rayando en lo irrespetuoso con la larga lista de víctimas que suelen dejar como legado. Una oda a la ordinariez, antivalores e inmoralidad en toda la regla. Acompáñanos a desarrollar mucho más este interesante tema de la mano de Jennifer Barreto-Leyva. Recuerda que traemos para ti al final del boletín una fina selección de noticias . ¡Mantente siempre bien informado y disfruta de tu semana! En el tema de la semana, todos tienen en boca la serie que acaba de estrenar Netflix sobre la narcotraficante y asesina Griselda Blanco. Mientras unos descubren quien era esta señora, otros que ya sabíamos quién era ella, no podemos quedarnos callados mientras se sigue glamorizando el mal. Cada cierto tiempo por distintas razones se desempolvan historias de los monstruos del mundo y en esta oportunidad le tocó a la que sus pares llaman “La madrina”. Criminalistamente hablando, siempre será necesario hablar y desmenuzar historias como éstas, entre otras cosas, para estudiar el lado psicológico, social y aplicar las políticas del caso para evitar que se repitan. Así mismo, para que la población conozca sobre los hechos que marcaron al mundo y sus protagonistas. Sin embargo, la glorificación de monstruos y glamorización de sus vidas es algo absolutamente innecesario rayando en lo irrespetuoso con la larga lista de víctimas que suelen dejar como legado. La glorificación de monstruos y glamorización de sus vidas es algo absolutamente innecesario Esta serie que las masas con mente de plastilina califican de “buena” fue una puesta en escena absolutamente nefasta, donde se pinta a Griselda Blanco como una mujer empresaria, visionaria y luchadora que cometió todos los sangrientos desmanes en nombre de sus hijos y de sobrevivir en un mundo de hienas, como una mujer que triunfó e hizo historia en una “industria” liderada por hombres. Básicamente, la proyectaron como alguien para admirar y tener de referente. Es una soberana atrocidad y falta de respeto lo que se ha hecho con esta y todas las historias que lejos de contar las historias, solo comercializan con la génesis del problema y sus protagonistas. Han creado la narcocultura, dándole voz a delincuentes como alias Popeye quien en su haber se cansó de ser protagonista de docuseries, documentales y hasta fue premiado por YouTube por su amplia lista de suscriptores, gracias a la sintonía de las masas, quien además manifestó que hacía todo esto para ganar notoriedad y cariño de la gente, para posteriormente lanzarse al senado de Colombia. La narcoestética es otra realidad innegable en la sociedad Hispana. Melenas largas negras, pechos y trasero voluptuosos plásticos, cinturas imposibles, garras en lugar de uñas y pare usted de contar. ¿Por qué ha triunfado? Preguntemos a los medios, quienes han sido los grandes magnificadores y vitrinas de todas estas cosas. Una oda a la ordinariez, antivalores e inmoralidad en toda la regla. Tours de visita a tumbas, entrevistas e incontables vitrinas y exposiciones se ha tenido de todo ese mundillo que, apartando el efímero ambiente de lujos y excentricidades mal habido, no es más que horror y eventualmente una tristeza imposible de reparar. Nada de esto triunfaría si del otro lado no hubiera personas que a la fecha aplauden todo lo que está mal y está relacionado con esa subcultura de horror. Tenemos en nuestra cultura arraigada una prolongada lista de taras y preconcepciones que no han hecho más que daño, generación tras generación. Estos mismos que ven estas historias como modelos a seguir, son los que con cadena en pecho les enseñan a sus hijos que salir en televisión es un triunfo, o tener seguidores en redes sociales es algo para aplaudir. Atroz, absolutamente atroz. La glorificación de monstruos solo ha servido para dar de comer al mal vivir, y a ese sector de la población mundial que presenta serios desórdenes mentales y que ven emulables sus historias y gestas. Nadie sano, con principios y valores puede ver con buenos ojos que se le dé luz a toda esta oscuridad. Las historias deben contarse, en esto estamos claros, sin embargo, cuando se trata de los monstruos de la historia, se debe guardar celoso y profundo respeto a las víctimas, que son al final las grandes olvidadas, entre los aplausos y beneplácito de esas masas que siguen elevando desde la emocionalidad y la estupidez todo lo que está mal. Para documentales, elijo quedarme con los registros de los medios de comunicación del mundo, mostrando la tragedia, muertes y dolor de quienes hoy no pueden contarlo o de quienes muertos en vida les lloran. Mi abrazo a todas las víctimas de “La Madrina” y de todos los monstruos de la historia, que hoy en el silencio del dolor tienen que presenciar cómo se le rinde culto y glamoriza a esas mismas manos y mente criminal que les causaron tanto dolor. Para mujeres a emular, elijo siempre a Margaret Thatcher, pero realmente muy pocos están listos para esta conversación. ¡Hasta la próxima! Selección del editor
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