Santa Ágata, por María García de Fleury
Por María García de Fleury
Agata era de familia rica y aristocrática, el 5 de febrero del año 251 fue martirizada en Catania, Italia, durante la persecución del emperador Decio, pero antes de morir la torturaron fuertemente, pues el cónsul Quintiliano quería que esa muchacha bellísima, rica y noble se casara con el. Ágata aun siendo una adolescente se negó, pues había decidido ser virgen para Jesucristo, ser la esposa de Cristo.
Desde el momento en que manifestó su voluntad de consagrarse a Dios había recibido de su obispo un velo rojo que llevaban las virgen es consagradas. Quintiliano aprovechó la promulgación del edicto anticristiano del emperador Decio para arrestarla y obligarla a doblegarse a su voluntad, como Ágata se resistía, se la entregó a Afrodisia una mujer perversa que había prostituido a muchas jovencitas.
Ágata, aferrada a la oración, resistió a pesar de haber estado durante 30 días a merced de ella, nadie pudo desviarla de seguir en su propósito de ser la esposa de Jesucristo. Al ver lo inútil de su intento, Quintiliano la convocó a juicio donde la sometió a un interrogatorio y ella le dijo: «Yo soy libre y noble de nacimiento, toda mi familia lo demuestra, por propia elección soy sierva de Cristo, pues la nobleza Suprema consiste en ser siervo de Cristo».
Quintiliano, furibundo la mandó a encerrar en una cárcel totalmente oscura, como ella no cambiaba de parecer la mando a azotar y a torturar, era la forma de los poderosos de tratar de convencer a las personas a doblegar sus principios. Ágata fue convocada de nuevo después de 4 días y se negó tenazmente a renegar de Cristo, por eso Quintiliano la sometió a nuevos suplicios, la volvieron a llevar a la cárcel en donde dio gracias a Dios por haberla hecho salir victoriosa de las torturas y le pidió a Dios que la recibiera en su seno. Producto de las torturas Ágata murió, pero murió en paz, tranquila y serenamente.
Durante las torturas toda la ciudad de Catania fue sacudida por un fuerte terremoto, el pueblo entero corrió al tribunal a protestar por qué se atormentaba a una santa sierva de Dios y por qué por esos motivos todos se encontraban en grave peligro.
Pensando en los terribles tormentos que tuvo que soportar Ágata, podemos llegar a la conclusión de que solo de Dios pudo sacar la valentía, la fuerza, la audacia una joven como ella. La voz se corrió por todas partes de la valentía de esta jovencita y muchos fueron a su entierro impresionados por su firmeza en defender su amor a Cristo, los cristianos recogieron sus reliquias y pronto se extendió por toda la cristiandad la fama de su heroísmo. Es sorprendente la comparación entre la joven Ágata y los que viven actualmente en tiempos de persecuciones contra los cristianos, la historia de los mártires es una historia siempre actual y viva.
La veneración a Santa Ágata, tanto en Oriente como en Occidente, está documentada desde el siglo V, después de su muerte sucedieron una serie de milagros, muchos Padres y Doctores de la Iglesia escribieron sobre ella, son numerosas las iglesias que se han construido en muchas partes en su honor reconociendo la llama de su constancia y de su martirio, llegando a ser su devoción una de las más extendidas de todos los tiempos, porque Ágata entregó su vida sabiendo que con Dios ¡siempre ganamos!
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