jueves, 29 de febrero de 2024

 

Violencia psicológica: un arma letal para las mujeres en el estado Anzoátegui

De diez a 15 mujeres acuden cada semana a las instalaciones del Ministerio Público en Puerto La Cruz para denunciar que han sido víctimas de algún tipo de violencia

Giovanna Pellicani – IPYS   15/02/24

Foto: referencial

El silencio se ha apoderado de ellas. Muchas como Anaís Rojas han preferido callar y soportar la violencia psicológica a la que han sido sometidas por sus parejas, y así evitan acudir a algún cuerpo de seguridad para actuar en sus defensas y esquivar la revictimización.

Ella no es la misma. Anaís se limitó a cumplir con los quehaceres del hogar y a la vigilancia constante de su pareja, quien le exigía respeto y que evitara conversar con otros hombres, así sean parte de su familia.

Durante nueve años continuos ésta mujer que actualmente tiene 37 años de edad, vio cómo poco a poco le limitaron sus derechos. Los primeros años de casada sentía que de esa forma su esposo la cuidaba y le demostraba su amor, pero hoy en día asegura que fue víctima de violencia psicológica durante mucho tiempo.

“El amor nos ciega, a tal punto de sentirnos cómodas y seguras cuando nuestras parejas vigilan cualquier movimiento y conducta diaria, hasta que logran dominarnos por completo. Nos convertimos en seres inferiores y cuando queremos actuar ya es muy tarde”, aseguró.

Cuando Anaís se graduó de Técnico en Informática, su esposo le pidió que trabajara desde casa y le prometió que le brindaría todas las comodidades que ella necesitaba. Dos años después quedó embarazada y sus funciones diarias se limitaron al cuidado de su pequeño Alejandro y a atender su hogar. Cuando le ofrecían algún trabajo su esposo le decía que el bebé estaría en riesgo al cuidado de terceros, formas de micromachismo que terminaron dañando su autoestima.

La Ley Orgánica Sobre el Derecho de las Mujeres a una vida libre de Violencia establece en su artículo número 15 que la violencia psicológica es toda conducta activa u omisiva ejercida en deshonra, descrédito o menosprecio al valor o dignidad personal, tratos humillantes y vejatorios, vigilancia constante, aislamiento, marginalización, negligencia, abandono, celopatía y todo acto que conllevan a las mujeres a disminuir el autoestima, a la depresión e incluso el suicidio.

Pero por desconocimiento, muchas mujeres como Anaís no saben que son víctimas de este tipo de agresiones y creen que están sobreprotegidas por sus parejas,y cuando las conductas van siendo más abrasivas comienzan a sentir temor y se sienten inseguras de tomar decisiones que pueda llegar a perjudicar a terceros.

De enero a septiembre de 2023, el Observatorio Digital de Femicidios del Centro de Justicia y Paz (Cepaz) documentó, a través de los registros publicados por los medios de comunicación, 201 casos de femicidios consumados y 107 casos de femicidios en grado de frustración en Venezuela. Al sumar los femicidios frustrados y los consumados, tenemos que en este periodo hubo un total de 308 acciones femicidas, es decir una cada 21 horas.

A esas cifras se suman 66 niños, niñas y adolescentes que quedaron huérfanos a consecuencia de la muerte violenta de sus madres. El 9,5 % de las víctimas de femicidio consumado eran niñas menores de 11 años y el 4,5 % eran menores de 1 año. En el 8,5 % de los casos se trata de adolescentes, de 12 a 17 años. El 41,3 % de las víctimas se encuentran en edades comprendidas entre 19 y 45 años de edad. En el 6 % de los registros hay mujeres de la tercera edad avanzada.

“Cuando yo le contaba a mi madre que me sentía ahogada y que Alfredo no me dejaba ni salir de la casa o me perseguía, ella me decía que le diera gracias a Dios que mi esposo era así porque existían hombres que abandonan a sus parejas o que no les prestan atención”, recordó Anaís.

Con nueve años de matrimonio, Anaís comenzó a notar que su esposo manejaba información que ella solo compartía con sus amigas a través de conversaciones vía Whatsapp, y las pocas veces que salía a compartir con sus amigas era perseguida por Alfredo, quien se presentaba en los lugares donde ella estaba asegurando que “por casualidad” pasaba por allí y decidió bajarse del auto para saludar.

“Él actuaba muy sobriamente. Se bajaba del carro, saludaba, brindaba algo y, luego, preguntaba si se podía quedar un rato. Mis amigas dudaban de lo que yo les contaba y lo veían como un hombre modelo, un hombre admirable que hacía todo por su esposa”, detalló.

Bajo la sombra de la persecución

El pequeño de Anaís comenzó a asistir a la escuela y ella aprovechaba la mañana para hacer algunos trabajos que le permitieran obtener algunos ingresos adicionales. Un día fue contratada por una empresa española para que se encargará del  funcionamiento de las computadoras y cámaras de seguridad.

Luego de clamar a su pareja para que la dejara trabajar, él la llevaba y la buscaba en el trabajo, y nunca le permitió contratar a una niñera para que la ayudara con su pequeño y con los quehaceres del hogar.

“Tenía que llegar a la casa a atender mi hogar y a cuidar de mi pequeño. Una de sus exigencias era que yo mantuviera planchada y limpia toda su ropa de trabajo. Es abogado y siempre usaba camisas manga larga”, recordó.

Gracias a su buen desempeño laboral, Anaís pasó a ser encargada y supervisora del departamento que le fue asignado desde un principio y debía capacitar a sus compañeros de trabajo para que mantuvieran el buen funcionamiento de los equipos. Llegó a superar en ingresos mensuales a su esposo y allí comenzó a vivir lo que ella califica como “la peor faceta de mi vida”.

Sin saberlo estaba siendo víctima de violencia psicológica. Su esposo la humillaba cada vez que llegaba a la casa, la responsabilizaba hasta de los virus que su hijo contraía y había comenzado a hablar mal de ella a sus espaldas.

“Una vez me encontré a una amiga en el supermercado y me preguntó que quién estaba al cuidado de mi hijo porque le habían dicho que el niño estaba súper descuidado y que yo ya no lo quería ni atender. Tiempo después supe que había sido Alfredo el que habló con ella.

El patriarcado

El patriarcado es un sistema de dominio institucionalizado que mantiene la subordinación e invisibilización de las mujeres y todo aquello considerado como ‘femenino’, con respecto a los varones y lo ‘masculino’, creando así una situación de desigualdad estructural basada en la pertenencia a determinado ‘sexo biológico’.

“Poco a poco comencé a ser señalada por mi familia. Me acusaban de descuidar mi hogar pese a que yo había pasado a ser el sostén de la familia. Pude contratar a una niñera y me ayudaba hasta con la limpieza de mi casa, pero esto nunca era suficiente para Alfredo”, recalcó.

Con su nuevo empleo logró comprarse su primer vehículo y en ocasiones se llevaba a su pequeño al trabajo porque se lo permitían, pero comenzó a ser mal vista por su familia y sus allegados, a tal punto que ya no tenía con quien conversar. Todos habían decidido creer en los comentarios de Alfredo.

Los padres de Anaís, en distintas oportunidades, le pidieron que dejara de trabajar y que se dedicara a atender su hogar bajo la advertencia de que “lo estaba perdiendo”.

Alfredo se mostraba como un hombre sereno y ahora tenía el apoyo de la familia de Anaís y de los amigos en común. 

“El ambiente se había tornado hostil, Alfredo me tenía clonado el teléfono y sabía todos mis movimientos y pese a que yo no hacía más que trabajar él modificaba mi día a día a su conveniencia y generaba malos comentarios entre todos. Machismo total. Todos lo apoyaban”.

Un día Anaís salió a las 2:00 de la madrugada de trabajar. Se había quemado la tabla de controladores interna de la empresa para la cual trabajaba y tuvo que resolver esta situación, pero cuando llegó a su hogar tenía toda su ropa en la calle.

“Mi esposo estaba comenzando a montar todo en el carro y llevó todo hasta la casa de mi mamá y allí me quedé por seis meses hasta que de tanto pedirme perdón regresé con él, pero la situación se tornó peor. Ya no quería que yo hablara con nadie porque creía que me estaban pretendiendo, me celaba de los hombres y de las mujeres también”, contó mientras lloraba.

Atención al descuido

La psicóloga Laura Barreto, asegura que muchas mujeres no toman en serio los daños que puede generar a futuro haber padecido actos de violencia psicológica por tiempo prolongado, e invita a las posibles víctimas a solicitar ayuda a expertos para sanar cada situación.

“En los 16 años que tengo de experiencia he notado que muy pocas mujeres acuden a la consulta para atender los ciclos de inseguridades y baja autoestima que trae como consecuencia haber sido víctima de algún tipo de violencia intrafamiliar y ello trae como consecuencia la dificultad de construir un nuevo hogar en armonía”, resaltó.

La especialista asegura que el Gobierno no garantiza atención psicológica gratuita a las mujeres víctimas de violencia y muchas carecen de recursos para  asistir a consultas privadas que actualmente superan los cuarenta dólares ($40) por cada sesión.

Revictimización al actuar en su defensa

Alfredo se había vuelto violento, Anaís asegura que gritaba a diario y discutían por cualquier situación y por segunda vez en menos de un año la volvió a correr de su propia casa.

“Me dijo que si no estaba con él no estaría con más nadie en la vida. Ese día me fui directo a la comandancia de Polisotillo. Allí estuve tres horas poniendo una denuncia y luego lo citaron a él. Cuando fuimos los dos, los funcionarios nos hicieron firmar una caución y nos comprometimos a vender la casa para que cada quien tenga su parte, pero Alfredo era el único que podía estar dentro de mi hogar, así lo dijeron ellos. Yo tuve que buscar a donde ir con mi hijo”.

A pesar de que ambos se habían comprometido en cumplir con un mínimo de alejamiento y en respetarse mientras compartían la custodia del pequeño, Alfredo la seguía vigilando y la perseguía a todos lados, pero cuando fue a efectuar nuevamente la denuncia le aseguraron que tenía que llevar evidencias de ello.

“Decidí enfrentarlo, y cuando lo descubrí, de la rabia  e impotencia lo agredí y por eso estuve dos días detenida en la comandancia de Polianzoátegui, cuerpo de seguridad al que él acudió para denunciarme. Desde entonces he sentido mucho temor de salir sola a  la calle y me genera mucha angustia cada vez que le toca un fin de semana con el niño”, destacó.

Los cuerpos de seguridad, investigaciones y el Ministerio Público están en la obligación de actuar en defensa de Anaís, pero no ha ocurrido así y como ella decenas de mujeres han preferido callar y soportar antes de vivir esta experiencia. Otras aún siguen sin identificar que están siendo víctimas de violencia psicológica en sus hogares.

En ascenso

Estudios realizados por el Observatorio Digital de Femicidios del Centro de Justicia y Paz (Cepaz), sobre los femicidios consumados en Venezuela, reflejan que en 7,5 % de las descripciones de casos se observan antecedentes de amenazas o daños físicos. En 2,5 % aparecen episodios de violencia sexual. Mientras que en 1,9 % existen antecedentes de acoso u hostigamiento y en otro 1,9 % historial de consumo de drogas del agresor.

Una fuente oficial, que pidió reservar su nombre por seguridad y por no estar autorizado a declarar, reveló al equipo de Mujeres Constructoras de Paz en el estado Anzoátegui, que a la Fiscalía de Atención a la Víctima del Ministerio Público acuden  entre 10 y 15 mujeres a diario a denunciar que están siendo víctimas de algún tipo de violencia intrafamiliar.

Yamileth Rosales es una de ellas y asegura que obtuvo una medida de protección contra su ex pareja, pero esta no le ha servido de mucho para evitar que él se acerque a ella y ha tenido que regresar en distintas oportunidades para pedir apoyo policial.

“Las citaciones las he tenido que entregar yo misma porque ellos no las llevan al victimario, y una vez me dijeron que mantuviera la calma y que dejara de hacer tanto alarde porque 80 % de las mujeres que van a denunciar regresan con sus parejas”, aseguró.

Muchos de estos casos son remitidos de las comandancias de Polisotillo, Poliguanta, Polibolívar y Poliurbaneja  pues según cuentan algunas de las víctimas que han acudido a estos cuerpos de seguridad, allí se han negado a atenderlas.

Otras de las víctimas es Eliza Morales, ella asegura que la denuncia más afectiva se realiza en el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc) del estado y cuenta que allí actúan de inmediato y proceden a efectuar detenciones cuando reciben estas quejas.

“Yo he coincidido con víctimas que me dicen que en el Cicpc actúan de inmediato, pero que cuando se está haciendo la entrevista advierten que después no van a venir a retirarla cuando vean a sus parejas esposadas. Entonces siempre nos ven mal y nos señalan donde sea que vayamos”, recalcó Eliza.

En cualquiera de sus formas y tipos, la violencia contra la mujer debe ser atendida por las instituciones del estado. Algunas víctimas aseguran que el Gobierno carece de políticas públicas ajustadas a la realidad que ayuden a la mujer a identificar que son víctimas y a evitar que estas situaciones sigan siendo normalizadas por ellas mismas.

En el estado Anzoátegui están a la disposición para la atención a la víctima las oficinas dedicadas a la violencia contra la mujer en las policías municipales y del estado, pero debido al mal manejo de la información para procesar las denuncias, los funcionarios de muchos de estos cuerpos de seguridad remiten a las víctimas hasta el Ministerio Público.

Oswaldo Flores, funcionario de Polisotillo, ha atendido a mujeres víctimas de violencia en el cuerpo de seguridad ubicado en el municipio Sotillo de Anzoátegui y comenta que cuando no está seguro de la actuación de los efectivos que documentan el caso pide a las víctimas acudir al Ministerio Público para garantizar mayor efectividad.

“Igual aquí nosotros recibimos a las mujeres y luego las pasamos al Ministerio Público. Ahí se encargan del procedimiento legal. A menos que sea un acuerdo de conciliación o firmas de cauciones que se puedan tratar en nuestras oficinas, pero igualmente el expediente  pasa a la fiscalía”, resaltó.

Anaís, en esta historia, es la voz de muchas mujeres que han vivido o viven bajo el dominio de sus parejas y que aun, por temor, no se atreven a romper con esos lazos violentos que las minimizan y anulan como seres humanos a ellas y a sus hijos. 

Razón por la que es importante visibilizar los casos, documentarlos e informarlos en plataformas como la de la Red de Mujeres Constructoras de Paz, para que las mujeres conozcan sus derechos, y actúen en su defensa cuando se sientan amenazadas. 

No dejarlas trabajar, decirles con quién hablar y cuándo salir no es protección es violencia.

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