#OPINION Por el Soc. Ender Arenas Barrios: Cuanto ha cambiado María Corina
Chávez, y su secuela, convirtieron a Venezuela en un país catatónico. Es decir, un país paralizado, “mentalmente sin capacidad de respuestas a causa de una fuerte impresión o cansancio…psíquico”.
No nos habíamos dado cuenta, pues parecía un animal activo que se movía a punta de consignas que resumían resentimientos que discursivamente Chávez y el chavismo lograron materializarlo “como un odio genérico” contra todos aquellos que pensaban diferentes o, inclusive, a todos aquellos que, durante, la democracia civil logró elevarse por encima de sus orígenes de clases.
Sí, no nos dimos cuenta, pero a pesar de parecer vivo, el país comenzó a morirse.
La gran virtud del advenimiento del liderazgo de María Corina Machado es que logró que el país superara esa situación catatónica.
Es necesario decir que su liderazgo se debe a una lectura adecuada de la realidad del país, aunque, no siempre su lectura fue la adecuada y de esa anterior lectura inexacta que en el pasado reciente hizo del país se sustenta la matriz más dura de la crítica que se le hace.
Hoy, María Corina Machado, superó la aventura del golpe y la aventura de la intervención extranjera aspectos que en un sinnúmero de sus intervenciones públicas articuló una parte de su narrativa. Entonces, por lo menos, teóricamente, pontificaba que Chávez saldría, solamente, a través de la violencia y de la fuerza.
Ese aspecto de su estrategia, de sus convicciones y de su manera de ver la política cambió sustancialmente. Rehízo su lectura del país, se hizo cargo de las demandas por un nuevo encanto en torno a la recuperación de la democracia, respondió, como alternativa, al doble desencanto sufrido por los llamados “sectores populares”:
El primero, que los distanció de los partidos políticos fundadores de la democracia civil que no pudieron leer de manera correcta los cambios sufridos por el modelo instaurado en 1959 y en segundo lugar, el fracaso de las expectativas alimentadas por Chávez y el chavismo.
Finalmente, MCM, desmitificó la idea (que ellos han tratado de cimentar como una certeza) de que habían llegado para quedarse.
MCM entendió que el momento actual de la política en Venezuela, recordando a Gramsci, es el momento de la lucha hegemónica y, de hecho, ella expresa lo que pudiera consolidarse como una nueva cultura política, con nuevas “creencias, expectativas, gestos, discursos, ceremonias, rituales y simbologías.”
Pero, ese momento hegemónico, va a requerir que se llegue a una confrontación final y frontal.
El régimen, lo sabe, lo espera y está persuadido, que electoralmente el escenario electoral que se avizora le anuncia una derrota significativa. Es mucho lo que el régimen se juega y no está dispuesto a perderlo y cuenta con cómplices en algunos sectores que dicen ser opositores.
El proyecto encarnado por el nuevo liderazgo opositor es, recordando de nuevo a Gramsci, dirigente y dominante, ya no solo políticamente, sino, también, desde el punto de vista ético, moral y cultural, pero es “una guerra de endurecimiento”, creo que María Corina Machado lo sabe y sabe que ella es la líder del país opositor que es una mayoría sustantiva. Pero sabe, también, que el régimen controla toda la arquitectura del aparato de Estado y eso, lo hace fuerte, muy fuerte, a pesar, del rechazo del 80% del país.
Esto último es un aspecto importante a tener en cuenta, así que pensar en un plan alternativo, que transitoriamente, pueda superar la estrategia inhabilitadora por parte del régimen es necesaria.
La consigna “hasta el final” que MCM personaliza y que ha constituido su mantra, bien pudiera significar que es su proyecto de país el que finalmente se imponga y sea su proyecto el que ordene la sociedad venezolana del futuro inmediato y superar el gran problema del hacer política de la oposición venezolana en tiempos de revolución:
“La falsa claridad de las definiciones de blanco o negro”
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