Los fantasmas que persiguieron a Ronald Ojeda en Chile
Minutos después de que Ronald Ojeda fue subido a un auto con rumbo desconocido por un grupo de personas con uniformes falsos de la PDI, su hermana mayor gritaba. Tenía rabia. Le insistía a los carabineros que llegaron a su departamento, en Independencia, que había sentido el acento venezolano del grupo de supuestos policías que habían sacado a Ojeda en calzoncillos desde su casa. Pedía que comenzaran a buscarlo de inmediato. Estaba segura de que esto no era un arresto normal.
Por La Tercera
La hermana cuenta todo esto durante el funeral de Ojeda, en el Cementerio Parque Canaán de Pudahuel, mientras tiene al frente el ataúd del exteniente del Ejército venezolano. Después de que sus familiares hablan, comienza el descenso del ataúd. Varios se acercan a tocarlo. La viuda de Ojeda abraza a su cuñada, quien llora a gritos. En eso, el hijo del matrimonio lanza una flor al ataúd. “Adiós, papá”, dice el menor.
Aún les duele su muerte, porque sienten que pudo haberse evitado. No entienden cómo en Chile una persona puede desaparecer en su casa y, luego, aparecer sin vida nueve días más tarde.
Aunque lo que más resienten, dice la hermana de Ojeda en su discurso, es lo que le hicieron a su hermano. Siente que se repitió algo que nunca pensaron que iba a pasar.
-Su vida estuvo marcada por tortura en dos oportunidades. Las primeras torturas fueron causadas en Venezuela, donde gracias a Dios, en aquella oportunidad, pudo librarse. Un año lleno de torturas que marcaron su cuerpo infinitas veces -dijo ella-. Aunque lastimosamente en esta oportunidad no lo pudo resistir.
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